El pasado no olvidado

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Un paseo por las vías de un tren ausente, es para mis nietos Isabela, Nicolás y Emanuel una pequeña y gran aventura. Cuando llega el domingo y nos preparamos para el gran paseo la ansiedad y la alegría nos invade apresurando todos los pasos del apronte.

-Abuela, yo llevo una bolsa para juntar piedras raras -dice Nicolás.

-Yo también, abuela -habla Isabela-, así podré entretenerme juntando flores del campo.

-¿Y yo no tengo que hacer nada? -me interroga Emanuel, el más pequeño. Le alcanzo un pequeño balde de plástico y queda muy contento, ya se le ocurrirá algo en qué ocupar el balde.

Así organizados emprendemos la aventura de recorrer el camino de hierro que hace años espera el regreso de aquel tren que un día se fue de acá.

Como a mí, a cualquier mercedario, la caminata por las vías con mis nietos, saltando de un lado a otro en el riel, es capaz de traer a la memoria muchos y agradables recuerdos, una dulce nostalgia, tal vez sobre un pasado que cada día se aleja de nosotros un poco más, sin que nada podamos hacer para evitarlo; salvo, claro está, hablar del mismo para no perderlo totalmente.

Mientras marchamos por el «camino de hierro» mis nietos preguntan cosas por instantes pasados que yo recuerde, entonces les cuento de cuando viajaba en tren.

-¿Cuándo fue eso? -preguntan con la curiosidad brillando en sus ojos y los entero que eso fue cuando su papá no era nada más que un bebé.

La tarde invita a soñar... puedo ver al ferrocarril atravesando campos, tragándose las leguas mientras al traqueteo de su marcha, deja atrás la vida pasada. Mis nietos escuchaban atentamente... un mundo nuevo para ellos, pero viejo para mí, se va conformando en el imaginario de su infancia.


Por las vías del tren, una tarde perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora