Hola, soy Juana, me gustaría empezar ya con la historia, pero resulta, que no puedo omitir unos pequeños detalles de mí antes de comenzar, en un principio, tengo el pelo rojo, no os confundáis, no es pelirrojo de esos que son naranjas, es rojo fuego. Otro pequeño detalle sobre mí es que no soy humana, puedo aparentar serlo pero en realidad tengo unas inmensas alas detrás de mí, son de murciélago con un borde de lava, sí de lava, además tengo la extraña habilidad de controlar y crear fuego, ya que soy la princesa de un reino llamado Foinore que se encuentra en una realidad alternativa conocida como Fantasy . Aparento 19 años, pero, en realidad tengo 19000, ya lo sé, ya lo sé, es mucho para vosotros los humanos pero para nosotros los inmortales no es nada.
Por fin puedo comenzar este romance. Un día, estaba leyendo tranquilamente en el bosque de cenizas, cuando escucho un extraño chasquido, rápida y silenciosamente desenvaino mi espada, aparto mi libro y me levanto, tras oír otro chasquido, esta vez más cerca, noto como todos los músculos de mi cuerpo se tensan al sentir el inconfundible olor a rayo, esto quiere decir que un miembro del Lightning Empire había invadido mi frontera, y eso es algo que yo no permito, con un impulso, empiezo a correr hacia los arbustos de donde se escuchaba el chasquido y de donde provenía ese olor, de repente veo algo y tras un fuerte golpe pierdo el conocimiento.
Al abrir los ojos, algo mareada, siento algo tibio debajo mío, cuando vuelvo completamente en mí me encuentro con que en lo que había aterrizado era un chico que aparentaba tener unos diez y nueve o veinte años, me aparté de inmediato, lo que hizo que él despertara. Al sentir ese olor nuevamente, me deslicé hacia donde se encontraba mi espada para empuñarla nuevamente. Antes que pudiese girar siquiera, el chico se abalanzó sobre mí haciéndome caer nuevamente, con una daga en el cuello, una mano en la muñeca y un pie pisando mi espada, el muchacho amenazó con matarme, yo intenté persuadirle de que podría matarlo en un instante si no se quitaba de encima, pero como es de esperar de un niño malcriado y presumido, no lo hizo. Después de pasar tres largos minutos discutiendo, me cansé, giré y le quité de encima, al no calcular bien la fuerza que utilizaba, él se chocó contra una rama y desmayó. Mi instinto me rogaba que le matase, pero mi parte humana y curiosa ma decía que le dejase con vida para interrogarle. Con lava cree cadenas para atarle a un árbol y cuando despertase no intentara matarme de nuevo. Con él dormido observe cosas que antes no, como su cabello, era blanco como un destello en el cielo, su ropa, no era de campesino, deduje que podría ser algún príncipe, pero descarté esa idea al ver que no tenía alas, todos los miembros de la realeza, tienen alas y poderes. Me quedé con la idea de que era un miembro de la corte. Al despertar, el invasor hizo el vano intento de romper las cadenas, tras darse cuenta que no lo conseguiría, dejó de intentarlo y me miró con ira.
-Cómo te llamas niña?- Me preguntó con una mezcla de enfado y repulsión, pero con un toque bromista bien oculto.
-Eso te debería preguntar yo, ya que eres el que ha invadido mi reino después de todo.- Contesté con indiferencia.- Pero me llamo Juana. Tú?
-Yo me llamo Robin.-Dijo perplejo, mirándome de arriba, abajo.- Porqué me has tirado al suelo?
-Por eso, lo siento, pensé que eras un invasor queriendo matarme.-Dije incómoda.-Eso sucede a menudo.-Dije con el máximo desprecio que pude.
-Lo siento, pero me puedes soltar ya?!
-No
-Por favor!
-Que NO!-Digo mirando sus ojos, que hasta ese momento no había notado, eran azules.
Después de un rato discutiendo, me canso y le suelto, con la condición de que no huya.
Empezamos a hablar de las historias y anécdotas que conocíamos y sin darme cuenta, el tiempo creó alas y empezó a volar, era tan agradable conversar con Robin; su voz, serena y grave; su mirada, dulce y cálida... Al notar que la tarde se me echaba encima, pedí a Robin que se fuera inmediatamente del reino, porque si alguien más lo encontraba, yo no podría hacer nada por él.
Volviendo a casa, recibo un muy fuerte golpe en la cabeza y nuevamente, por un instante, veo todo blanco y pierdo el conocimiento. Despierto en un cuarto oscuro con una pequeña ventana, estaba atada de pies y manos, con cadenas anti-magia muy fuertes, no podía romperlas, a menos que mi cuerpo se prendiese fuego. Obviamente, me quitaron las armas y todo lo que llevaba encima, menos la ropa, claro. Unos minutos después me acordé que cuando alguien que no soy yo toca la empuñadura de mi espada me envuelvo en fuego automáticamente. Ví un guardia sentado al otro lado de la reja y dije:
-Oye tú, ¿dónde estamos?
-Bajo tierra.-Dijo con un tono brusco y secante que sugería que me callara, pero yo nunca hago lo que me piden, y no empezaría en ese momento.
-¿Enserio? No me digas, no lo había notado, especialmente, porque este lugar huele a tierra.-Dije con sorna y un toque burlón.
Ese tipo tenía una armadura de hierro, lo que sugiere que tiene que ser un soldado recién formado, los guerreros-as con más experiencia llevan armadura de acero.
-Hagas lo que hagas, no te atrevas a tocar mi espada o cuando salga de aquí tendrás que rendir cuentas conmigo.-Anuncié con agresividad.
-No te preocupes, no saldrás de aquí.-Dijo el muy tonto con una mano en el mango de mi espada.
De repente siento como el cálido del fuego invade mi cuerpo, y las cadenas se derriten en mis muñecas y pies, me dirijo hacia la reja y poso mis manos sobre los fríos barrotes que al entrar en contacto con mi ardiente piel, se transforman en hierro fundido, el chico, atónito coge su espada, y con ella hace el vano intento de detenerme. Sin demorarme más, me dirijo hacia la salida con la espada en mano, al encontrarme con otros guardias, no me quedó mas remedio que matarlos a todos. Me encontraba corriendo en un descampado, cuando escucho el sonido de millares de flechas volando en el cielo dirigidas hacia mí, empecé a volar, pero, ya era demasiado tarde, sentí una afilada punta sumergiéndose en mi hombro derecho, seguida de otra flecha que se hunde en el muslo izquierdo. Al fin consigo escapar con esas dos flechas clavadas y tres heridas superficiales. Pero sabía que fuera quién fuese, no se detendría ahí, empecé a volar lo más rápido que pude. Inconscientemente me dirigí al reino de Robin. Algunos minutos después de traspasar la frontera, aterricé para no llamar mucho la atención. Después de andar unas cuantas horas me tumbé cerca de un árbol caído y me quedé dormida. Al día siguiente, me encuentro con un olor familiar, era Robin. Me había encontrado mientras paseaba por el bosque y se quedó toda la noche cuidándome, me curó las heridas y me ayudó mucho. Mi mente se despejó un poco y le conté la historia de cómo había terminado allí y con tan graves heridas. En el atardecer me llevó hasta la frontera.
-Ve con cuidado y lo más rápido que puedas.-Dijo con un deje de preocupación en su voz.
-No te preocupes.-Dije abrazándolo lo más fuerte que pude.-Muchas gracias por todo.
-No, muchas gracias a ti por permitirme conocerte.-Susurró seguido de un cálido beso que nunca olvidaré.