Hoy

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Y así, todo el mundo se despidió de Alexander Lightwood.

La puerta se abre y Scarlet alza la vista para ver pasar a un joven de piel morena y cabello corto que usa unos lentes de marco cuadrado. Viste, como casi siempre lo hace, unos pantalones de mezclilla y una camisa con estampado, en esta ocasión, es una azul con flores blancas.

–Scarlet, ¿ya está lista la historia? –Estiven entra a la oficina.

Scarlet mira insegura el montón de hojas acumuladas en su escritorio. Saca la última hoja de la maquina de escribir y se la entrega al que ha sido su socio desde que decidió empezar el periódico Nefilim Time. El nombre del joven es Estiven Harter, un nefilim Colombiano de diecinueve años, el primero en apoyarla con su loca idea de inventar un medio de comunicación más global.
Al principio nadie la tomó enserio, los nefilim odian actualizarse, pero en sólo una semana logró obtener la historia de Alexander y Jonathan, lo que obligó a todos a tragarse sus palabras. Un año después volvió a arriesgarse al crear la primera cadena televisiva exclusiva de los nefilim. Tuvo que hablar con brujos como Catarina Loss y Malcolm Fade para que hechizaran unas viejas cámaras mundanas y hacerlas funcionar en Idris (tierra perdida de la tecnología). Pero no se permiten transmisiones a menos que sean aprobadas por la Clave para eventos de suma importancia. Lo que quiere decir, seguramente, que sólo se usará de nuevo cuando el infierno se congele. Así que el periódico sigue siendo lo principal.
Estiven lee el final de la historia en la que Scarlet ha trabajado casi una semana. Ella tiene especial consideración con su opinión.

–Me gusta –su acento se ha mantenido a pesar de llevar tantos años fuera de su país–. Pero por tu cara, parece que a ti no.

Scarlet toma la hoja y hace una mueca.

–Es que no lo trago. Simplemente no termino de creerlo.

–Escucha –Estiven se recarga en el escritorio–. Nadie puede creer que Alexander haya muerto, pero así pasó, y por mucho que investigues, la historia sigue igual. Ahora entrega el borrador –extiende su mano–. Tenemos que sacar la historia lo antes posible.

Scarlet coloca la última hoja sobre el montón. Desde su sillón puede sentir las palabras flotando directo a su cabeza, todas juntas perforan su cráneo de manera molesta.

–No, ¿sabes qué? Diles que esperen tres días más.

Estiven cierra su mano vacía y la mira con incredulidad.

–Scarlet...

–Es mi historia –interrumpe su regaño inminente–. Mi periódico. Esperarán.

–Scarlet, llevas atrasando esta historia una semana.

–Lo sé, pero... no la siento real. No siento que esté bien y tú sabes cuanto odio publicar algo así.

–Lo sé –suspira resignado–. ¿Tres días?

–Tres días.

–Bien, iré a decirle a todos que pueden irse.

Estiven da media vuelta y cierra la puerta. Scarlet toma las hojas y tira el montón a la basura. A empezar de nuevo, y conoce el lugar perfecto para eso.

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–No te va a recibir.

–No seas negativo. 

–No soy negativo, soy realista.

Scarlet decide no responder a Estiven y continua caminando. El viento invernal de Nueva York es algo a lo que no se termina de acostumbrar, así que aprieta más su bufanda en el cuello y mete las manos en su gruesa chamarra.

–Pareces un pingüino –se burla Estiven.

–Perdón por no venir a Nueva York más seguido –se encoge cuando una ráfaga de aire llega.

–No es mi culpa que Jaidi me quiera más.

–Eres su parabatai, así no cuenta. Además, Jaidi me invita todo el tiempo, pero estoy muy ocupada. Y a todo esto ¿dónde está? Le he escrito y no responde.

–Fue a México, quería alejarse un poco con todo este asunto de Alec. Ya sabes que eran muy amigos.

–Lo sé.

Justo cuando termina de hablar un brillo azulado los ilumina.
Scarler y Estiven miran a lo lejos, Magnus está fuera de su loft creando un portal. Los mundanos pasan de largo sin ver ese gran agujero en una de las paredes exteriores.

–Pensé que estaría muy triste para viajar –menciona Estiven.

–Tenemos que hablar con él. ¡Magnus! –grita Scarlet para llamar su atención.

El brujo levanta la vista y cuando los ve, mueve rápidamente las manos para terminar el portal.

–¡Hey, Magnus! –vuelve a gritar y comienza a correr para alcanzarlo.

El brujo termina el portal y parece llamar a alguien. Su hijo, Max, sale del loft colocándose una playera con torpeza. Parece que el frío no le afecta cuando sale a la intemperie y corre para cruzar el portal.

–¡Magnus, detente! –pide Estiven.

Ambos ven a los brujos cruzar el portal.

–¡Voy a cruzar! –grita Scarlet para hacerse escuchar sobre el frío aire que los envuelve.

–¡Ni creas que me quedo!

Ambos aceleran y cruzan el portal.

Querido Magnus [tercera parte de Querido Alec]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora