16 / Marzo / 2022

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El océano era tranquilo por la noche. Los suaves movimientos mecían su cuerpo que flotaba sin fuerza alguna, su cabeza estaba echada atrás para que sus oídos no escucharan nada más que el vacío de las profundidades, un vacío tan tentador como mortal. A lo lejos, Jonathan escucha que lo llaman, no hace caso y continúa viendo el cielo estrellado y despejado como pocas noches hay en Londres. El paisaje se arruina por una cara malhumorada.

–¿Qué quieres? –Jonathan levanta un poco la cabeza y siente el agua escurrir de sus oídos.

–Te comerán los tiburones, Jonathan. Ven –Marga le ofrece su mano–. Vamos a la orilla.

–No. Me quedaré aquí y dejaré que la corriente decida mi destino.

–Sois un dramático –Marga gira los ojos y se aleja.

Jonathan siente algo enredarse en su tobillo y como es suavemente arrastrado en el agua. Levanta la cabeza y ve a Marga caminar sobre el agua tranquilamente, sosteniendo una especie de cuerda verde brillante que se pierde en el agua y regresa atada a su tobillo. Jonathan intenta desatar la cuerda, pero cada vez que la toca esta se deshace como humo y regresa a su sólida forma original. Estúpida magia.

–Marga, hablo enserio, déjame aquí.

–No –responde la bruja con sencillez y Jonathan sabe que de nada servirá discutir.

Cuando finalmente siente la arena contra su espalda mojada, Marga deja de caminar y Jonathan siente la cuerda deshacerse. Se levanta y sacude su sucia playera y pantalones lo mejor que puede, pero sabe que aún tiene arena en el trasero.

–¿Volverás al mar?

–Sí, creo que sería una buena idea.

Marga se encoge de hombros y chasquea los dedos. Jonathan se ve despojado de sus ropas mojadas y es cubierto por un traje de baño naranja.

–Ahora ve. Ve y deja que el mar te lleve.

Jonathan suspira y se ve el cuerpo expuesto y mojado. En sus brazos tiene la mayoría de las runas, pero hay un hueco especial en el brazo derecho, ahí donde iría la runa del matrimonio.

–¿Crees que fui un idiota? –Jonathan se sienta en la arena junto a la silla que ocupa Marga.

–No digas eso. Es decir, eres muy idiota, pero no tienes que decirlo.

–¿Debería volver?

–Creo que debes hacer lo que creas correcto. Si quieres que te regrese a Londres, lo haré.

Jonathan se pensó esa opción. Podría regresar a casa, o a la que por un tiempo ha sido su casa, fingir que nada pasó, incluso dejar a su hijo aquí si así lo quiere. Pero no se imagina su vida sin Christian, y definitivamente no se imagina su vida sabiendo que Alec estaba tan cerca como no lo ha estado en catorce años y no tuvo el valor de besarlo una última vez.

–¿Sabes dónde están?

–En el Instituto. Fui a revisar antes de venir.

–¿Puedes llevarme?

Marga lo mira y Jonathan ve que sus ojos verdes resplandecen.

–Claro que sí, Jonathan.

~~~

La verdad es que no esperaba menos. El Instinto es alto e imponente, choca un poco con la vista del mar, pero sin duda forma parte de la misma. Jonathan sube los pocos escalones a la entrada y toca el timbre que hace resonar campanas por todo el lugar.
Son casi las dos de la mañana, duda que alguien esté despierto. Contra sus pronósticos, la puerta se abre, y de nuevo es Magnus quien lo recibe.

Querido Magnus [tercera parte de Querido Alec]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora