Minho bufó molesto, era imposible que no tuviera ni un solo amigo normal, o que pretendiera serlo. ¿Quién rayos le hace una fiesta de cumpleaños a su tortuga? JongWoon ciertamente estaba perdiendo la cordura. Sea como sea, tenía que ir, y además, debía de comprarle un regalo a la tortuga. Oficialmente, iría a un psicólogo, simplemente no comprendía porque no hacía amistades normales. Rio, ya estaba exagerando. Tras un largo suspiro, entró a esa tienda de mascotas, preguntándose qué rayos le podría regalar a una tortuga.
Observó todo lo que había en el lugar, no tenía ni la más mínima idea, bueno, después de todo, sabía que terminaría pidiéndole ayuda a uno de los trabajadores. Se giró sobre sus talones, buscando a cualquier trabajador que hubiese por ahí, pero olvidó esa idea de inmediato. Algo mucho más agradable a su vista le había llamado la atención. Un gato, un hermoso gato de cabello casi anaranjado. Persa, pudo adivinar, puesto que, aunque nunca hubiese tenido uno, siempre había adorado a los gatos. Se acercó al vidrio, observando como el gato se recargaba en el, dándole casi por completo la espalda a la vista de los demás. Era hermoso, su pelaje lo hacía parecer gordo, pero ya de cerca, podía ver que en realidad todo era cabello. Su cola se enroscaba alrededor de su cuerpo, haciendo una protección del mundo a su alrededor. Pero nada, nada se comparó con el momento en que el gato se dignó -al fin- a mirar al chico en frente del ventanal que le miraba embelesado.
Minho sintió su corazón quebrarse. Ese momento, único, en donde sus ojos se conectaron con el gato, observando como lágrimas salían de esa mirada gatuna. Estaba triste, o algo más, era esa mirada penetrante, que dolía, tanto. No supo cuánto tiempo estuvo ahí, no fue hasta que el gato regresó a su antigua posición, rompiendo con el enlace de miradas, que logró salir de ese trance de dolor.
Por un momento, un instante tan siquiera, quiso poder tomarle y consolarlo, ¿de qué? No sabía, pero quería mitigar esa pena en el pobre gato. Agitó su cabeza, había pasado ya mucho tiempo frente al ventanal y se le hacía tarde.
-Estás demasiado pensativo.- Yesung se sentó a lado de Minho y le palmeó la espalda, sacándolo de su mundo. -¿Pasa algo?
-Hyung...- Minho, que se encontraba recargado sobre la palma de su mano, se giró para mirarle. -Ayer...Vi a un gato precioso. Cuando fui a comprar algo para su tortuga, estaba ahí, llorando y, a la vez, resignado...
-¿Los gatos lloran?- A pesar de que Yesung tuviera casi un zoológico en su casa, no sabía tantas cosas de sus mascotas.
-Por supuesto, hyung. Todos lloramos.- Minho suspiró. -Quisiera poder hacer algo para que no esté así.
-¡Adóptalo!- El mayor exclamó de manera alegre.
-¡Claro! Cómo si no lo hubiera pensado...- Suspiró de nuevo. -Sabe bien que trabajo todo el día, y aunque los gatos no ocupen esa atención que cualquier otra mascota requiere...Ese gato, parece ser que no le gusta estar solo.
-Podrías pedirle a tu madre que lo cuide.
-Hyung...- Minho miró mal al mayor. -¿En serio? No adoptaré a un gato, para decirle a mi madre que no puedo tenerlo en casa, y que sería mejor que ella lo cuide. Es muy grosero de mi parte, para ambos, mi madre y el gato.
-Que gruñón eres. Yo solo quiero ayudar, parece ser que en realidad quieres adoptarle.
-Gracias, pero supongo que tendré que dejarlo pasar por ahora.- Sonrió, tratando de consolarse. -¿Dónde está el festejado?
-Durmiendo, por supuesto.-Rio, vaya, sí que los amigos de Minho estaban mal.
A pesar de su propia decisión, días después regresó a la misma tienda de mascotas, esperando por verle ahí, y rogando que no estuviera mal, o enfermo. Pero como había de suponerse, el gato no estaba ahí.
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¿Los Gatos Lloran?
FanfictionMinho adoptó a un gatito. Sus motivos: No quería verle llorar como lo hizo cuando le vio por primera vez en la tienda de mascotas. Un pequeño problema: El gato le odia. Después de mejorar esa relación, el hecho de que cualquier modo ese gato haya...