Capítulo 4: Lo que una elfa no debe hacer

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Se escuchaban golpes de martillo fuera de la casa. Ophelia se despertó abriendo los ojos poco a poco. Ahí se encontraba ella, vendada, limpia, con comida y agua encima de la mesa. Se levantó despacio y miró por la ventana como estaban reparando las casas que habían quedado destrozadas tras el ataque de la horda de demonios.

Salió fuera de su casa una vez comido lo que había en la mesa.

- Buenos días Ophelia. ¿Cómo has dormido?

- Muy bien, descansada y curada gracias a vosotras. Muchas gracias.

- Has dormido día y medio. ¡Estabas exhausta! Dale las gracias a ese hombre que ha estado cuidando de ti todo este tiempo.- dijo una de las elfas mientras se despedía con la mano, dándose media vuelta.

Apenas se acordaba de ese hombre, lo cierto es que había perdido mucha sangre y le parecía un sueño lo que ocurrió esa noche.

Escuchó ruido por las cercanías de Longleaf; se acercó a ver lo que ocurría y vio a unas cuantas elfas enterrando los cuerpos de las que fallecieron, junto a los árboles.

- Esto es una pesadilla. Merecemos la paz.- lamentó entre llantos una de ellas.

- Incluso la elfa sabia yace aquí... Que descanse en paz.- dijo otra.

- Ya hemos enterrado a más de diez... Y ni rastro de los demonios. Esperemos que no vuelvan.- suspiró una de las que estaban enterrando, con una pala en la mano y quitándose el sudor con la otra.

- No serán olvidadas. Pelearon por su pueblo, por su gente.- Afirmó Ophelia.- ¿Sabéis algo del hombre que nos ayudó a luchar contra los demonios?

- Hará un par de horas que se marchó a traer madera. Parece que respeta nuestras costumbres y trae madera de otros árboles fuera del bosque de Longleaf.- comentó una de las elfas.

- Además va a cazar y nos trae fruta. Esa noche te trajo a casa y te limpió, te curó con nuestras hierbas y te vendó. Hasta se quedó durmiendo en tu casa por si necesitabas comida o agua.

- ¿Ah... sí?- se puso roja al imaginarse la situación.

- Así es. Es una pena que tenga que marcharse. Aquí sólo habitamos elfas del bosque, aunque hemos hecho la vista gorda esta vez. Al fin y al cabo... nos está ayudando cuando no tiene la obligación de hacerlo.

Pasaron unas horas. Ophelia se encontraba mejor y ya habían terminado de enterrar a las elfas que fallecieron. Se reunió toda la aldea en el gran árbol, pues se quería comentar una cuestión de suma importancia.

- Estamos aquí reunidas para recordar a esas valientes cazadoras que lucharon por nosotras. Agradecemos a la elfa sabia todo lo que nos ha enseñado.- empezó a hablar una elfa desde un lugar más alto para que el pueblo pudiera verla y oírla mejor.- Sin embargo, como es tradición en Longleaf, debemos asignar una sucesora en el puesto de la elfa sabia. Aunque seamos todas jóvenes, hemos estado pensando y hemos llegado a la conclusión de que la elegida a ocupar su puesto eres tú: Ophelia, la de las seis flechas.

La gente de la aldea decía que sí entre ellos, parecían todas muy contentas y orgullosas de la candidata.

- Sabemos que has luchado hasta el final, y has demostrado ser una cazadora excepcional para nosotras. Sin duda alguna, posees el arco y las flechas tan preciadas que nuestra elfa sabia te encomendó. Ese arco y flechas han pasado generación tras generación. Además posees un título que nadie de nosotras posee. En definitiva, eres nuestra modelo a seguir. Por favor, sube aquí conmigo, Ophelia.

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