Los cuartos blancos nunca le gustaron. Parecían enormes pero le hacían sentir atrapado. Nunca le gustaron los cuartos blancos, ni que fueran acolchados y mucho menos que únicamente él desconociera la salida. Odiaba los cuartos blancos y estar amarrado.
Pero "tenía" que estar ahí.
Él confiaba en lo que Andreas le decía, porque Andreas siempre estaba en lo correcto y, lo más importante, Andreas lo amaba y no lo expondría a ningún peligro.
-Tienes que quedarte aquí.- le decía al oído mientras lo abrazaba- Va a ser por poco tiempo.- empezó a temblar- Estarás bien- lloraba.
Andreas lloraba mientras lo apretaba fuerte entre sus brazos, sabía que lo debían encerrar y le dolía porque no lo vería en mucho tiempo. Hasta que Eric se recuperara.
¿Cómo pasó todo?
Eric corrió gritando y riendo a darle esa "alegre" noticia a Andreas. Cuando se vieron, sus reacciones eran opuestas: Eric reía psicóticamente y Andreas lo veía asustado por la sangre que cubría al cuerpo de su amante. Eric sonreía con ojos brillantes.
-¿Qué te pasó?- preguntó Andreas- ¿Quién te...?- Notó que Eric no tenía ninguna herida, pronto comprendió que esa sangre no era de él- ¿¡Qué hiciste, Eric?!- gritó sacudiéndolo por los hombros.
Eric reía mientras recordaba lo que hizo; recordaba la daga y cómo la clavó reiteradas veces en el cuerpo y rostro de aquella mujer. Recordaba todo el cuerpo mutilado y el gran charco de sangre.
-¡Yo la maté!- gritó feliz Eric- ¡Por fin está muerta porque yo lo hice! ¡¡Yo la maté!!
Andreas no podía creerlo, no quería creerlo.
-¿¡¿P-Por qué?!? ¡Matar es malo, Eric! ¡Lo sabes! ¡Te van a encerrar!
-Tú dijiste que sería mejor que muriera- repuso Eric- "Debería morir, deberían matarla".
Y por eso Andreas se sentía tan culpable, porque él le había dicho que acabara con ella, él le puso esa idea en la cabeza. Por su culpa, Eric estaba encerrado en uno de esos cuartos blancos que tanto detestaba, porque odiaba los cuartos blancos.
Pero, hiciera lo que hiciera, pasara lo que pasara, Andreas no podía sacarlo de ahí.
-Está enfermo,- dijo uno de los hombres blancos- puede atentar contra su vida misma. O incluso contra la de usted.
¿Por eso lo encerraron? ¿Por qué era peligroso?
Mientras, Eric lloraba en completo silencio. No estaba loco como decía el doctor, no estaba loco como decía la gente. Él sólo había hecho lo que su amor le puso en la cabeza.
No estaba loco, pero estar encerrado cuando no lo estás te puede volver un demente, realmente un desquiciado.
Un psicópata, tal vez.
-Andreas dijo que todo va a estar bien. –Se repetía una y otra vez- Voy a estar bien.
Pero no podrían estar bien el uno sin el otro.
-Todo tiene que estar bien- cerró los ojos y no los abrió nunca más.
-Todo tiene que estar bien- suspiró Andreas, y no respiró nunca más.
Jamás, hasta volver a verse, hasta volver a encontrase, hasta que estuvieran juntos otra vez.
Hasta que sus muertes los juntasen.