Tuve que pasar el veinticuatro y el veinticinco en mi casa, encerrada con hombres afuera sin poder recibir una llamada o poder enviar un texto. Claramente no iba a llamar a Mario porque él no lo había hecho y fue él quien se fue enojado sin saber por qué. Y no pensaba llamar a nadie para desearle feliz navidad debido a que nadie tampoco lo había hecho y la única persona a la que yo quería llamar era a mi mamá y ella tenía todos los números bloqueados o fuera de servicio. Era obvio que estaba evitándome y yo no iba a seguir nadando contra la corriente, era masoquista y humillante.
Rafael dijo que mi papá me había dejado dinero, pero que sólo él lo podía administrar para cosas como esas precisamente. Y él había comprado pintura y eso fue lo que estuve haciendo esos dos días festivos: Pintando la pared lateral de mi casa para poder ocultar el grafiti, que había quedado muy bien hecho, por cierto.
William me dijo al llegar a la siete de la mañana en punto al trabajo, el veintiséis, que ese día íbamos a trabajar hasta las siete de la noche porque era "Lo mejor", no sé para quién o por qué, pero iba a salir una hora antes así que no iba a alegarle a nadie. En la mañana Mario no fue a desayunar. Ya iban tres días desaparecido y no sabía si cuando dijo "No quiero tener nada que ver con esto" se refería a: "No volveré a hablarte" y sólo hasta ese momento lo pensé y un nudo se formó en mi garganta.
Estaba dejando una bandeja con platos sucios sobre el lavadero cuando escuché un plato partirse detrás de mí. Me giré rápido y vi el plato hecho añicos a los pies de Carolina. Ella tenía una cara de asombro, con los ojos desorbitados y respiraba rápido y con hálitos demasiado cortos. Santiago corrió a su lado y ella siguió así y de la nada se desplomó. Corrí también para ver en qué podía ayudar pero Santiago la cargó en brazos y salió por el patio.
—Tranquila, ella es anémica y cuando no se toma las pastas que debe se pone así, no te preocupes Santiago siempre la ayuda—. Explicó Viviana y fue al baño y salió con un recogedor y una escoba para poder limpiar el desorden.
Sólo quedaban dos cocineros más y Santiago era el que estaba haciendo la comida de la mesa que yo atendí así que fui para poder informarles lo sucedido y pedirles paciencia. Salí y me acomodé la tonta y ridícula falda y vi afuera dos motos verdes enormes con cascos colgando de la cabrilla. Cuatro policías estaban entrando, dos de ellos con gorras y sólo uno llevaba guantes negros. La campanita sonó cuando el último de ellos cerró la puerta.
—Buenos días—. Dijo el que iba más adelante, me detuve rogando que no me preguntaran nada de lo sucedido ayer, quizá ellos habían visto a través de las cámaras de seguridad que quizá había en la calle o un vecino pudo haberles contado lo que pasó. Cuando todos –o la mayoría- respondieron a su saludo dos de ellos tomaron asiento en cualquier mesa, otro se quedó en la puerta de la cafetería y el otro fue hasta la barra, de adentro de la cocina salió William.
— ¿En qué le puedo ayudar, oficial?—Preguntó él sonriendo y secándose la manos con un paño que luego tiró sobre la barra.
—Estamos buscando a una chica que trabaja aquí para poder hacerle unas cuantas preguntas, señor...
—William, soy William Barreto. —Completó y le tendió la mano al oficial. Todos nosotros alrededor guardábamos silencio—Dígame ¿Qué muchacha es?
—Viviana Mendoza. —Mi ceño se frunció ¿Para qué ellos necesitarían a Viviana?—Se la quitaremos sólo un par de minutos.
Viviana apareció por la puerta de la cocina también y todos los policías salieron como si la estuvieran escoltando, la vista fue casi extraña. Afuera, cerca de las motos de los policías ella sacó algo un bolsillo delantero de la blusa y luego le entregó una tarjeta, supongo que la identificación.
—Vanesa, tú estás trabajando ¿Por qué no te concentras en eso?— Me regañó William y yo fui a decirles a los clientes lo de Carolina pero el timbre sonó, me giré y vi a Santiago dejar la orden sobre el mostrador.
Fui hasta allá y a regañadientes dejé lo pedido sobre la mesa. Le eché otro vistazo a Viviana y ahora ella abría los brazos a sus costados y manoteaba en dirección del oficial. Si ella tenía un problema ¿Por qué no me lo había contado? ¿No éramos acaso algo así como mejores amigas? Y yo sí sabía que contar lo que me pasó a dos personas que apenas conocía hacía un mes como lo eran Mario y Viviana, había sido un error. Justo en ese momento me sentí tonta.
Quedaban treinta minutos para poder irme a casa y estaba extasiada y feliz. Necesitaba salir de ahí y estar tranquila en mi casa, con Rafael y los demás alrededor de mi casa, asegurando mi protección. Viviana ahora negaba con la cabeza y vocalizaba "No", bajé la cabeza y la sacudí. No iba a pensar más en eso, era inútil.
— ¡Vanesa, tu teléfono está sonando!—Gritó Santiago asomando sólo su cabeza por la puerta.
Troté hasta el perchero y efectivamente el teléfono sonaba dentro de mi bolso. Lo saqué con manos temblorosas, pidiendo mentalmente a Dios que fuera mi mamá. Un número desconocido se marcaba en la pantalla. Deslicé mi dedo por la pantalla y esperé a que alguien hablara, si tenía suerte sería la voz de mamá.
— ¿Vanesa?—No, no había tenido suerte. Había estado muy, muy de malas.
—Pues si llamas a mi teléfono ¿Quién esperas que sea?—Respondí y me recosté en la pared. Resoplé y meneé la cabeza.
—Está bien, lo siento era sólo para confirmar. Me reanudaron en la competencia urbana y mañana voy a correr, llamaba para saber si vas a ir.
—No, tengo que trabajar.
—Vanesa, sé que estás enojada conmigo, me fui sin decirte nada más pero no sé, me asusté por lo que pasó y he estado ocupado por eso no he ido a la cafetería. Nesa, quiero que vayas mañana.
—No, tengo que trabajar—. Repetí y no era porque estuviera enojada, era sólo que tenía que trabajar... creo.
—Entonces, iré ahorita en una media hora.
—Salgo en menos de veinte minutos, así que no.
—Está bien, como quieras.
Viviana entró por la puerta de la cocina y pasó derecho, directo al baño. Yo la seguí y entré con ella. Estaba haciendo algo con su teléfono pero se detuvo en tanto me vio.
— ¿Qué querían?—Pregunté con cuidado, ella me miró recelosa y observó su propio reflejo en el espejo. No me respondió y se echó agua en la cara—Viviana te estoy hablando.
—Lo sé ¿Acaso no es obvio que no quiero hablar contigo?—Alcé una ceja frente a su respuesta.
—Eres una estúpida.
— ¿Qué dijiste?
—Viviana, yo te conté toda mi situación y es horrible, te conté lo que pasó en mi casa y todo eso y tú eres tan antipática conmigo.
La morena se giró y de nuevo se vio al espejo. Respiró hondo y se humedeció el cabello. Meneó la cabeza y expulsó el aire que tenía reprimido en sus pulmones. Me di la vuelta y salí del baño.
Ahora estaba enojada con Viviana y enojada con Mario, por cosas que sinceramente no comprendía y no tenían ni una pizca de sentido.
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SANGRE Y PÓLVORA │COMPLETA
AksiElla está en peligro. Quieren asesinarla y no sabe el por qué. Tiene ocho meses para huir de la muerte, mientras descubre la identidad de sus enemigos y el motivo por el que quieren matarla. Sin embargo, hay algo que debe saber: Todos le mienten. ...