Quizás

301 29 13
                                    


Era casi increíble lo poco que Rogue había pensado en sus compañeros de gremio en los últimos años. Si bien, podía achacarle la culpa a las sombras que lo habían poseído y, hasta cierto punto, dominado, seguía siendo increíble que ni siquiera se hubieran colado por un segundo en el fondo de su mente, en todo ese tiempo.

Tras la muerte de Frosch y su posterior abandono del gremio, no se había preocupado de nada más que de sí mismo, sus ambiciones y, posteriormente, de conseguir la magia para dominar a los dragones y detener a Acnologia. Ni siquiera cuando el plan de regresar al pasado y cambiar los hechos se había perfilado en su mente, ni siquiera allí había dedicado un minuto a pensar en el gremio que alguna vez estuvo orgulloso de representar. Cuando la puerta Eclipse se abrió por fin y los dragones salieron, no tantos como esperaba, pero suficientes para ser dominados por su magia, no había dedicado ni un pensamiento a quienes todavía vivían en ese tiempo. Su única preocupación había sido salvar a su yo del pasado para asegurar su futuro. Lo que pasara con el resto, no tenía importancia.

Por eso, era irónico que lo hiciera ahora, cuando se desvanecía luego de que la puerta en el pasado hubiera desaparecido, impidiendo así su regreso y cambiando el curso de la historia. Era irónico que se preocupara ahora de lo que sus acciones podrían haber causado a las personas que alguna vez quiso. Era irónico que sus sentimientos sellados por tanto tiempo hubieran decidido reaparecer ahora. Quizás tenía que ver con que el Dragon Slayer de fuego le hubiera prometido que salvaría a Frosch y evitaría así todo lo demás. Quizás esa promesa le había dado nuevas esperanzas, si no para él, para su yo del pasado.

Él ya era un caso perdido, su tiempo era un desastre total y su Sabertooth había desaparecido hace mucho tiempo, en parte por culpa de Acnologia y su caótico reinado, pero también en parte por culpa suya, no lo iba a negar. Si hubiera sido más fuerte, si hubiera sido menos egoísta, tal vez hubiera podido ayudarles de alguna forma. Tal vez entonces, la muerte de Sting no hubiera sido en vano.

Así como sus compañeros de gremio había desaparecido de su mente, llevaba también años sin pensar en él de forma consciente. A pesar de que su magia estaba con él, fusionada con la suya, a pesar de que su reflejo le recordaba insistentemente la otra presencia que debería estar allí y no estaba, a pesar de que nunca se había deshecho del último recuerdo que tenía de él, a pesar de todo eso, no le había dedicado más que un pensamiento superficial de vez en cuando.

Pensar más dolía, dolía demasiado, incluso medio ahogado por las sombras como estaba. Habían tenido demasiado poco tiempo, había sido injusto. Después de años de sentimientos velados entre ambos, en los que a pesar de compartir casi todo, ninguno había aceptado que podrían llegar a ser algo más, el tiempo que había pasado entre el día cuando por fin se decidieron a dar un paso más allá y el día en que Sting se fue de su lado, fue demasiado poco.

Aunque se hubiera jactado de haber asesinado a Sting y robado su magia, aunque hubiera intentado convencerse a sí mismo de que así era como había pasado, no era muy distinto a la historia que solía contar sobre la muerte de Skiadrum. La misión, que en un principio no parecía demasiado complicada, había dado un giro radical con la aparición inesperada de un gremio oscuro. Ambos se vieron sobrepasados, como pocas veces les había sucedido y aunque al final consiguieron la victoria, Sting había sido herido de manera fatal. No había forma de que pudieran conseguir ayuda a tiempo y, siendo así las circunstancias, Sting le había pedido que terminara con su vida y conservara su lacrima, junto a sus poderes. Rogue se había negado en principio, por supuesto que sí, porque aunque en el fondo supiera que no había nada que hacer, se negaba a aceptar la realidad. No podía ser que fuera precisamente Sting quien tuviera que irse. No podía ser que de un momento a otro, el futuro de ambos desapareciera. Pero al final, no le había quedado otra opción más que hacerle caso, quedándose con la magia que en principio no le pertenecía, pero había aprendido a conocer tan bien.

QuizásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora