Prólogo

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"No vas a ser nadie en la vida, recuérdalo."

"¿Estás bien? Déjame ayudarte... ¡E-Espera! ¡No te vayas por favor! Te has dejado el pañuelo..."

Para Wheein nunca fue fácil pisar Seúl. Ella siempre fue considerada la rara, la friki, la extraña. Le costó mucho adaptarse a la gran ciudad, más viniendo de un pueblo tan pequeño que ni siquiera salía en los mapas que no utilizaban tanto detalle. Su casa era un típico templo japonés, ella se había criado en el país Nipón, así que tenía la facilidad de hablar dos idiomas: japonés y coreano. Cerca de su habitación, casi tocando al cristal de su ventana, había un enorme almendro de ramas gruesas y oscuras que siempre le dejaba la repisa llena de pétalos rosados y blancos cuando era primavera. A veces dormía en casa de su abuela, y extrañaba mucho aquél árbol, porque vivía allí desde hacía generaciones y le encantaba el olor de sus pétalos. Era algo difícil de describir, pero si alguien lograba ver la sonrisa feliz en el rostro de la muchacha, lograban comprender lo mucho que significaba aquél majestuoso árbol para la joven. Sus clases en Seúl fueron horrorosas, desde el primer día hasta el último, sin descanso, sufriendo cada año lo mismo. El motivo por el que estuviera sola la mayor parte del tiempo era por eso, porque estaba harta de que las matonas de la clase lo pagaran con ella incluso siendo coreana de nacimiento. Corrían rumores de que los extranjeros tenían que pasar "pruebas" para que los dejaran en paz, pero ella no quería hacer ningún tipo de iniciación estúpida, no por ser coreana, sino porque no quería seguirles el rollo y ser una tonta más. Wheein era algo débil, pero no idiota. Por desgracia, la joven nunca tuvo la suerte de su lado, y lo entendió el día que la atraparon en los baños femeninos del segundo piso y a poco estuvo de no contarlo.

Sabía que los nuevos en las escuelas lo tenían algo más difícil, pero nadie le había dicho que se iba a quedar parapléjica y con un grave derrame en sus pulmones que casi le costó la vida. Hubo algo o alguien que evitó que muriera, y por primera vez, la muchacha supo qué era la suerte.

Pasaron meses antes no se atrevió a levantarse de la cama por si sola. El miedo de pensar que si volvía a encontrarse esas matonas acabarían con ella seguía grabado a fuego en su cabeza. Se vio reflejada con terror en los ojos de la líder de la pandilla mientras estas la golpeaban a base de patadas y con un palo de escoba que habían probablemente robado del cuarto de la limpieza situado al lado de la conserjería. Podía escuchar el sonido metálico contra sus huesos, contra su abdomen, contra su pecho... incluso contra su cabeza. Por suerte o por desgracia "solo" habían logrado romperle un par de costillas y perforado un pulmón, pero lo peor fue saber que probablemente no volvería a caminar nunca más.

Probablemente.

Un día, mientras miraba aburrida por la ventana, observó a lo lejos una joven de cabellos oscuros, casi negros, con la mirada triste, observando desde el tercer piso a los niños enfermos que corrían por los jardines del hospital durante su corto tiempo de recreo. Wheein siempre había gozado de una vista muy buena, y las lágrimas que vio caer de aquellos ojos no habían sido producto de su imaginación; tristemente la chica misteriosa estaba llorando.

—¿Se puede pasar?— Unos golpecitos en la madera de la puerta hizo que la chica se girara, sonriéndole a la mujer con bata blanca que cada mediodía venía a visitarla. —¿Qué haces levantada tan temprano?—.

—Unnie, son las 12, no es tan temprano— Wheein se rio.

—Ah, cierto. Dime, ¿dormiste bien? Traigo buenas noticias—.

—Dormí muy bien. ¿Qué noticias?—.

—Esta tarde vas a empezar tus sesiones para que tus piernas recuperen la función de caminar. ¿Qué te parece?—.

—¡¿De verdad?! ¡Eso es genial!— Deslizó las manos por las ruedas de su silla y se acercó prácticamente derrapando hasta abrazar a la doctora que le correspondió al momento.

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⏰ Última actualización: Sep 02, 2016 ⏰

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La Chica de la Ventana [WheeSun MiniFic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora