27. Un departamento demasiado grande.

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«Lo que no te destruye, te deja roto en su lugar»

Estar vivo y saber vivir eran cosas muy distintas. Respirar, no significa estar vivo cuando por dentro, todo está muerto. Era una ley, algo inexorable. Quien nació para estar solo, acaba estando solo.

La diferencia de la soledad en este caso, es que no tenía a los niños riendo y corriendo por su toda la casa. No tenía sus risas acallando lo obvio; lo roto. Tenía un departamento de un solo piso casi en los límites de la ciudad. El vecino más cercano se encontraba a dos horas de distancia. Pero era perfecto, era ese tipo de soledad la que tanto necesitaba para pensar por un momento, que se encontraba bien. Una ventana amplia que hacía de cuarta pared y daba una vista panorámica de toda la ciudad. Tenía una habitación demasiado grande para una persona que viviría sola vaya uno a saber por cuánto tiempo. Ese departamento lo hacía sentir incluso más pequeño de lo que se sentía. Más sólo y quizás, hasta más melancólico.

Pensaba en su padre y lo ingenuo que había sido al costearle el departamento, pensando que eso detendría los pensamientos suicidas que anidaban en su mente. Pero tenía el efecto contrario. A Louis le gustaba la soledad pero también le temia, porque era cuando William decidía pasearse por la casa con los brazos sangrantes y mirarlo todo el tiempo.

También le daba besos en los labios que encendían el deseo más carnal en Louis. Nunca estaba satisfecho. Pensar en Harry no bastaba, pero era lo que había. Louis solo se resignaba al cambio. A la falta de cosas y personas en su vida.

También, intentaba acostumbrarse a las nuevas personas que venían. La que intentaban desesperadamente hacerse un lugar en el desecho corazón de Louis.

Stan era tan encantador como insistente.

Había algunas tarde en las que Stan se presentaba con una botella de exquisito alcohol que Louis nunca rechazaba. Y terminaban desnudos. Stan no se había mostrado avergonzado o tímido al decir que lo deseaba, mientras le quitaba la ropa cuando Louis sentía el cuerpo adormilado gracias al alcohol. Pero también era su momento favorito, aunque el sexo no fuera algo de otro mundo. Funcionaba para no sentirse miserable por un par de horas. Era lo que necesitaba. Stan perdiendo el control por su cuerpo. No haciendo preguntas que no quería responder. Solo sexo y falso cariño.

O al menos, eso le gustaba pensar a Louis. Dudaba de haber dejado en claro que no tenía ánimos de querer a alguien más cuando su corazón y su autoestima se encontraban igual de destrozados.

Le gustó pensar que Stan sentía lo mismo, aunque admitía que en el fondo, a veces no le gustaban las visitas de Stan y el alcohol que traía. Otras veces, la ansiaba demasiado.

— No tienes comida.

Louis lo miró desde la cama, con las sábanas tapando su desnudez. Tenía un cigarro en los labios, y lágrimas en los ojos. Había dejado de intentar no llorar cuando le agarraba esos ataques de tristeza infrenables. Stan por lo general, no preguntaba y se iba tan rápido como esto ocurría.

— Me gusta el delivery.

Pensó en la heladera que tenía en la sala. La que nunca usaba. La que su padre había comprado con entusiasmo, pensando ingenuamente que la llenaría de calorías. A veces, Louis quería reírse de eso, pero no lo hacía. William le había advertido que se veía más gordo cuando lo hacía.

— Voy a tener que creerte.

— ¿Tienes que irte? -preguntó Louis secando sus lágrimas. No entendía porque ese día se sentía tan solo. Nunca le jodía ver a Stan marcharse pero está vez, lo necesitaba. Lo quería acostado a su lado, fumando o follando sin parar como locos. Pero no quería estar solo. Al menos, no ese día que se sentía tan gris y melancólico.

Save me from The Dark » Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora