Rastreador

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Los cantos de las aves fuera de su ventana creaban un estrepitoso coro de chirridos. No es que fueran precisamente molestos, pero llegada cierta hora, se volvía imposible seguir durmiendo.

¿Para que necesitar de una alarma? Ahí afuera, entre las ramas, había varias decenas de avecillas de colores dándose los buenos días. Add estiró los músculos mientras bostezaba y con una de sus manos rascaba el interior de su nuca. Vestía una camiseta negra sin mangas y un par de pantaloncillos de franela ligeros. Era una mañana de domingo; la paz era aparente.

Miró sobre la mesita de noche, y sacó de su estuche un par de lentes. Su aspecto había cambiado un poco en el transcurso del último año y medio, aun llevaba el cabello corto, pero si quería preservar la salud de sus ojos, debía usar esas gafas un rato todos los días. Un bulto a su lado, envuelto entre el edredón y las sabanas comenzaba a dar señales de despertarse. No obstante, pareció sumergirse conscientemente en somnolencia, a pesar del coro de aves que también parecían exigirle que se levantara pronto.

-Eve, arriba- le susurro Add mientras bostezaba. Ella no se movía. El muchacho suspiró largamente y comenzó a buscar el punto cosquilludo de Eve, a pesar de estar bien envuelta, su figura se marcaba, y era fácil encontrar sus costados.

Que Eve desarrollara la capacidad de sentir cosquillas fue algo que sorprendió mucho al rastreador, y ahora se podía aprovechar de ello. El continuaba picando con insistencia.

-Que molesto eres- susurró con la voz pesada. Sus cabellos plateados se encontraban peinados en una trenza, que se deslizaba coquetamente tras sus hombros. Esa trenza era difícil de lograr sobre todo por la gran cantidad de cabello, pero no importaba, Add disfrutaba trenzar el cabello de la Nasod cada noche, antes de ir a dormir.

-Una emperatriz debe atender con su agenda del día, con buena disposición y a tiempo- Add imitaba a Oberón.

-Exagerado- completó ella. Add siempre imitaba al guardia de su esposa de una forma exagerada, pero tenía su gracia hasta cierto punto.

Sus nuevas vidas habían comenzado, tras su retorno a Elysion. Eve había tenido la oportunidad de ver a Adrian, y las armas encontradas en el nido del dragón les habían servido de mucho para derrotar a los guardias angelicales de la ciudad sagrada, levitando en un vórtice dimensional diferente al de Elrios.

Estaba más que claro para ella, que su estirpe estaba en apogeo, y ella ya no tendría que preocuparse más por ellos, por eso, decidió quedarse en Elrios, con Add. Ellos vivían en Lanox, arreglando desperfectos por aquí y por allá. De las riquezas obtenidas en el laberinto de Perkisas aquel día, otra cosa se había acordado, cada quien recibiría una parte. Para Add era demasiado. No obstante, había hecho que buena parte de lo suyo y lo de Eve, fuera escondido, tal y como haría un pirata

Aquel domingo sería un día de lo más peculiar, era una de esas fechas que se guardan en secreto. Fechas que causan nervios de tan solo pensarlas, y que son una oscura confidencia personal.

Los primeros en desposarse fueron Raven y Rena, y tan solo unas semanas después, celebraban nupcias Eve y Add. Fue en este tramo de tiempo tan ajetreado que, uno de los viejos tremores del psicópata albino fue resucitado. Una tarde otoñal, de esas en las que el cielo se decide entre seguir teñido de azul o comenzar a pintarse de rojo, Add hurgaba entre su viejo archivo de memorias. Uno de tantos archivos que conservaba en el disco duro del Sistema Dínamo, estuvo examinando viejas fotos, ya que los dispositivos contaban con un sistema de almacenamiento multimedia, buscaba algunas buenas tomas de Eve, cuando retrocedió hasta el día de Perkisas. Entre las imágenes que el sistema recopiló ese día, estaba la del trozo de gema púrpura. Cómo si se lo susurraran al oído, corrió con suma curiosidad a buscar una pequeña cajita, en la que recolectaba cosas con el paso del tiempo. El recuerdo de aquella cosa similar a una gema había sido engullido por el pasar del tiempo y el aumento de planes nuevos. Notó algo peculiar, y es que al fondo de la pequeña urna de cartón, yacía la gema, envuelta en un trozo de papel blanco, casi nuevo, con pocas arrugas. Desenvolvió delicadamente el contenido, para leer el contenido del pergamino, sólo para encontrarse con la siguiente nota:

♂ Contrato de Almas ♀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora