Tercer mes.

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Julie se miraba repetidas veces en el espejo antes de salir de su casa. El jean que se había comprado hace 4 meces atrás ya le costaba entrar. De a poco, su pancita se arqueaba pero casi nada, sólo lo notaban los que la miraban o tocaban.

Se puso una remera suelta que le había regalado Erin, su mejor amiga de la infancia y ahora novia de Mark. Ella iba a otro colegio, pero siempre la veía y desde que se enteró que iba a ser tía, se pasaban con Mark siempre por su casa. La mamá de Julie amaba a Erin, así que siempre la dejaba salir con ella, con ella fue con quién compró la primera ropita para su bebé.

Las cosas habían cambiado mucho en estos tres meses, Julie había dejado de lado el dolor que le causaba Miles, y decidió hacer lo mismo que él, ignorarlo. 

Aunque muy en lo profundo de su corazón todavía dolía. 

Pero se había dado una oportunidad con Derek, empezaron a tratar de verse como algo más que amigos, tal vez en algún punto, en algún momento se podrían querer y ser los padres perfectos.

Mark no estaba de acuerdo con esto, menos cuando los vio a los dos dándose besos en el pasillo del instituto. Él sabía que nada bueno saldría de esto, sabía muy bien a quién quería Julie y sabía muy bien que por más que amaran a su bebé, nada más la iba unir a Derek que el amor por su hijo.

Los besos entre ellos se hicieron eco en el instituto, verlos de la mano por todos lados a veces riendo, otras con las manos de Derek en el vientre de Julie, sin miedo a nada, dejaron a luz la noticia de que iban a ser padres. 
Se convirtió en la pareja célebre del lugar y eran la ternura en persona.

—¿Qué ganas fingiendo todo esto? —dijo Mark enojado mientras Julie sacaba las cosas del casillero.

—Es el padre de mi hijo —lo miró enojada. 

—Pero no lo amas, en el fondo sabes que lo haces sólo para mostrarle a Miles que no te importa. 

—¡Mi vida no gira en torno a Miles! ¡Tengo prioridades y voy a hacer todo para que este bebé tenga una familia! —dio media vuelta y dejó a Mark parado, solo.

Julie camina enojada directo a la biblioteca. Después de discutir con Mark, caminaba metida en sus cosas cuando de pronto levantó la vista para encontrarse con algo que no quería ver.

Ese era Miles y estaba besando a una chica. Muy tranquilo contra la pared de su casillero. La besaba suave, con una de sus manos en la cintura de ella y la otra apoyada en el casillero. Los libros de ella se cayeron, haciendo un gran estruendo y provocando que estos dos se separaran. 

Los ojos de Julie se clavaron en Miles y ella simplemente salió corriendo, dejando todo ahí.

—¿Y a esa puta que le pasa? —dijo Rebecca mientras volvía a tratar de besar a Miles. 

—¡No la digas así, ¿escuchaste?! —dijo mirándola fríamente, en un tono desafiante, ella lo miró sin entender.

Miles se separó de ella y recogió las cosas de Julie.

Julie corrió al árbol, su único lugar tranquilo. 

El único testigo de sus llantos cuando algo la sobrepasaba. ¿Por qué lloraba tanto si ella estaba con Derek? ¿Por qué le importaba tanto si ella misma andaba por los pasillos comiéndole la boca a Derek?.

Mark tiene razón, se dijo así misma. Se quedó un rato sólo arrancando pasto con su mano, se levantó, y caminó de vuelta a los pasillos.

—Esto es tuyo —una voz la sorprendió, se dio vuelta, era la primera vez en tres meses que le dirigía la palabra.

—Gracias, no tenías porqué —dijo ella, extendiendo las manos para tomar sus libros, y dándose vuelta rápido para irse.

—Julie —esa voz de nuevo.

—¿Sí? —dijo ella ocultando el dolor que le provocaba oír su nombre en sus labios, con su voz tan perfecta como siempre.

—Me alegro que Derek y tú estén bien, van a ser buenos padres —dijo él nervioso mientras pasaba una de sus manos por su nuca.

—Gracias Miles, te deseo lo mejor con Rebecca o quién tú quieras —dijo ella con una sonrisa, y luego se dio vuelta para poder caminar y llorar sin ser vista por él.

Julie no era única lastimada por el reencuentro. Miles no entendía por qué, ni dónde había salido las palabras para dirigirse a ella.

Hacía uno días cuando estaba en el patio esperando a que Rebecca saliera, la había visto a las risas con Josh mientras este le hablaba a su panza, se le había formado una sonrisa, por lo menos ahora se la veía feliz.

Nunca había parado de preguntar por ella, todos los días si no era en persona, era por teléfono. Andy y Mark lo mantenían al tanto, se había enterado que se había hecho la primera ecografía, y que todo marchaba bien. 

También sabía que los chicos estaban juntando planta para comprarle la cuna como regalo.

Aunque no lo quisiera, sonreía cada vez que le contaban estas cosas.

—Tienes que saber algo —le dijo Mark, dos semanas atrás—. Decidieron darse una oportunidad, están juntos —confirmó el noviazgo que tenían los futuros padres.

Esa misma noche terminó alcoholizado, llorando como un bebé en los brazos de Josh, al cual le pidió perdón por sus mal tratos y le rogó, entre sollozos, no dejar nunca a su Julie sola.

Rebecca, Rebecca era un juguete.

Alguien que había llegado a su vida en el momento más miserable. La tenía como una muñeca inflable, se sacaba las ganas y nada, pensó que así se olvidaría de Julie, pero sólo en el punto de clímax, unos 20 segundos, y ella se hacía presente en su mente de vuelta.

Ahora perdido en su propia cabeza y vuelve a escuchar su voz dirigiéndose a él, se daba cuenta que nada de lo que pudiera hacer lo haría olvidarse de Julie. 
 

#JotaRpe

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¿Y si fue un error? | Finalizada. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora