Sophie llegó a su edificio diez minutos después de salir del metro. Subió por las escaleras y se detuvo en el piso cinco, dónde se acercó a la primera puerta a la derecha y metió sus llaves en la cerradura para luego abrirla. Se adentró al departamento, quitándose la bufanda alrededor de su cuello dejando su mochila en el sofá y se acercó a encender la calefacción. Apenas iniciaba el invierno y ya estaba congelándose.
Caminó hacia su habitación distraídamente con las manos ocupadas en su cabello intentando quitar las horquillas que lo sostenían en un moño desordenado. Cuando por fin logró dejar su castaño cabello libre, procedió a desaparecer las botas invernales de sus pies y dejarlas acomodadas en su clóset. Hizo lo mismo con su abrigo, su blusa y sus jeans, hasta quedar en sólo ropa interior. Se apresuró a tomar un suéter rosa pálido que le llegaba a tres cuartos del muslo y unos pequeños shorts.
Salió del cuarto y fue a su pequeña, pero acogedora y práctica cocina para preparar un sándwich antes de ir a sentarse frente al piano. Sabía que si se sentaba ahí, no se levantaría en un par de horas. Lo preparó rápidamente mientras tarareaba una canción y servía una taza de café.
Quince minutos después, ya estaba lista. Se acercó a su hermoso piano blanco que tenía acomodado en una esquina de la espaciosa sala y se sentó frente a él. Delicadamente pasó sus dedos por las teclas, como siempre hacía antes de comenzar. Y entonces tocó. Primero fue casi como un susurro, suave y lento, disfrutando el contacto de sus dedos con las frías teclas blancas y negras. Se relajó y empezó a tocar con más fuerza, dejando la timidez inicial de lado. La fuerza y precisión con la que tocaba la canción era impresionante. Sentía cada nota con cada fibra de su cuerpo. Terminó la canción y se felicitó a sí misma. Ese era sólo el calentamiento y ella iba a parar cuando los dedos adoloridos se lo pidieran.
Eran las nueve de la noche. Sophie estaba recostada en el sofá cambiando de canal en el televisor.
A veces, tocar el piano y dar clases en el conservatorio de la ciudad tenía sus ventajas, y una de esas era la paga. Con el dinero pagaba la renta de su departamento que era perfecto para una sola habitante y en una buena zona. Claro, a veces le gustaba darse uno que otro gusto y no sufría por falta de dinero, ya que difícilmente lo gastaba.
Por fin encontró un programa que le gustaba y se quedó mirándolo mientras tomaba distraídamente palomitas del recipiente que mantenía en equilibrio sobre su abdomen y se las llevó a la boca.
Entonces sonó su celular. El identificador de llamadas decía "Mamá". Era su madre.
Después de una larga respiración, contestó.
—Hola, mamá —dijo Sophie rápidamente. Hablar con su mamá siempre le incomodaba. Ella y su papá no aprobaban que hubiera preferido la música a ser empresaria como su padre o enfermera como su madre. Y siendo hija única, al no tener un hermano para distraerlos, siempre que hablaban con ella sacaba a relucir ese tema.
—Hola, Sophia —escuchó la voz de su madre—. ¿Cómo ha estado todo allá, cariño? —dijo con un deje de aburrimiento. Sophie suspiró y se dio cuenta que sería una de esas llamadas.
—Todo está bien aquí, mamá. Todo va bien en el conservatorio —intentó hablar lo más firme que posible—. ¿Cuál es el motivo de tu llamada, mamá?
—Tu papá manda saludos, dice que espera que algún día vayas a visitarlo a la oficina si estás dispuesta a tomar el negocio de la familia —Sophie rodó los ojos—.Pero está bien, no es la razón por la que llamaba.
—Madre, ¿qué necesitas? —preguntó una vez más.
—Queríamos saber si vendrás para Navidad y Año Nuevo, faltan un par de meses.
—Sí, ahí estaré. ¿Por qué preguntas? —la cuestionó extrañada. Ella siempre pasaba las fiestas con sus padres, aunque los tres integrantes de la familia lo detestaran.
—Oh, cariño, esperaba que no lo hicieras. Verás, tu padre y yo nos vamos a ir a un crucero por Europa durante dos meses y no estaremos para las fiestas, así que tendrás que hacer otros planes, cielo —terminó su madre sin escrúpulos. ¿Su madre alguna vez tuvo escrúpulos?
"¿Se irán de vacaciones y ni siquiera me lo dijeron? ¿Me dejarán sola en Navidad?". Las preguntas y el enojo empezaron a atacar a Sophie. Jamás esperó eso de ellos. Sabía no era la hija que hubieran deseado ni mucho menos, pero son la única familia que tenía ¿Decepcionada? Demasiado.
—Está bien. Ya veré que hago yo para las fiestas. —respondió para no darle el gusto a su mamá de escucharla destrozada—. ¿Y mamá? —preguntó.
— ¿Sí, Dara? —contestó su madre, complacida con cómo resultó la llamada.
—Espero que te diviertas y te recomendaría que tomaras lecciones de nado—ríe cortamente—. Tú sabes cómo terminó el Titanic, hay que ser precavidos —suspiró—. En fin... Hasta luego, mamá —y cortó la llamada.
Volvió a concentrarse en el programa de televisión y trató de no llorar. Le dolía. ¡Claro que le dolía! No estaría con su familia para Navidad y Año Nuevo, pero a ellos no les importaba estar con ella o no. Tal vez así tenían que ser las cosas.
Ella era consciente de que nunca fue lo que sus papás esperaban. Lo intentó demasiado cuando era menor, y siempre terminaba decepcionándolos y ella terminaba herida. Aprendió a valerse por sí misma y a no depender de las opiniones de los demás. Sin embargo era difícil. ¿Cómo superar un trauma generado por tus propios padres en tu propia casa?
A veces todo se volvía un poco demasiado.
*****
canción al principio: almost is never enough, de ariana grande y nathan sykes.
stayinvisible_
ESTÁS LEYENDO
"Casi" nunca es suficiente.
Ficção AdolescenteEn otra vida, Sophie y Jesse tal vez podrían estar juntos. Pero por ahora, deben mantenerlo oculto. -historia terminada- stayinvisible_