Forgert; kth+pjm

Prólogo

Un diluvio azotaba las calles de Seúl, TaeHyung corría bajo la lluvia sintiendo como sus piernas le flaqueaban y apenas podía mantenerse en pie. Su ojo izquierdo estaba tan hinchado que tenía tan sólo una pobre imagen de sus pies chapoteando el agua. Traía la cara empapada y daba por seguro que no era solo por la lluvia, sí, TaeHyung había llorado, nuevamente.

—Lo ha vuelto a hacer, Yoongi.— odiaba verlo vulnerable, aunque era algo que él no pudiera evitar, TaeHyung era débil, esa era su naturaleza y no podía cambiarla.

Habían hablado muchas veces, infinitas veces, pero parecía que TaeHyung no quería hacerle caso, y no era hipotético, porque se lo mencionó más de una vez. Era como un niño pequeño, un niño adorable, algo que Yoongi jamás cambiaría, porque amaba esa parte de él, y a la vez la odiaba, ya que eso lo hacía tan sensible, pero no la detestaba del todo porque gracias a eso podía abrazar el delgado cuerpo de TaeHyung, tan pequeño como el de una chica y pensaba que al estrujarlo muy fuerte podría romperle, esa era su mentalidad.

—Me duele la forma en que me trata, hyung.

Apretó más el agarre del abrazo y asintió con la cabeza.

—Lo sé pequeño.— TaeHyung se perdió en su pecho y lloró en silencio, Yoongi no le dijo nada ni protestó, sabía que su sudadera quedaría empapada de lágrimas, pero no importaba si eso le hacia sentir mejor.

—¿Por qué no puede ser bueno conmigo? — Yoongi a tientas logró aflojar el agarre para poder verlo a los ojos.

—TaeHyung, pequeño, no puedes seguir arrastrándote por JungKook — le miró a los ojos pero se limitó a oírlo en silencio. —, te haces daño.

—¡Mentira!— gritó de la nada TaeHyung zafándose brutalmente de un empujón. —¡Él me quiere! ¡Yo lo sé!

—TaeHyung, basta. — intentó acercarse a su pequeño pero él se alejó.

—¡No, basta tú! ¡¿Por qué no quieres verme feliz con JungKook?! ¡Estoy a punto de lograrlo...

—¡Para! ¡Te ves ridículo! ¡JungKook tiene novia! ¡Él no es gay!—Yoongi se abofeteó mentalmente al ver la imagen de TaeHyung cuando dijo aquello.
A tientas se acercó a su pequeño, pero éste rápidamente se alejó, de nuevo—. Lo siento... yo no...

—¡Cállate!