-Lo lamento, no era mi intención lastimarla con la evidente verdad de que ha pasado el límite de peso adecuado para una mujer de su edad...- Dijo Lindsay entre risas y yo la observé atónito.
La directora Wellwood le lanzó una mirada furiosa desde detrás de su escritorio.
Era una mujer mayor con el cabello rubio teñido recogido en un prolijo rodete. Llevaba unas gafas rojas más grandes que mi mochila y nadie comprendía aún cuál era el resistente material con el que estaba creada su silla giratoria para resistir semejante peso.
- ¿Me podría explicar cómo ha hecho para prender fuego la pileta de natación?- preguntó indignada la mujer revisando su papelerío.
- Oh, es sencillo, solo debes echar a la pileta un poco de alcohol sin que nadie lo note y luego...
- No le hablaba a usted, señorita Gognamm.- la interrumpió la directora molesta.Me quedé observando a la directora que había comenzado a mirar en mi dirección espectante.
Pasaron unos segundos hasta que comprendí que la pregunta había sido dirigida a mi.- Yo... Yo solo... Internet.- fue lo único que pude decir y solo eso bastó para hacer que Lindsay se retorciera de la risa.
La directora Wellwood suspiró frustrada.
- Esto es algo natural para la señorita Gognamm pero no me lo esperaba de usted... ¿Por qué se ha dejado influenciar por ella?
Me quedé helado mirando a la mujer como si portara un televisor en el rostro y estuvieran dando mi programa favorito.
- Si, ¿Por qué lo has hecho?- preguntó burlándose Lindsay y logró regresarme a la realidad.
- Pues... Solo quería saber si las moléculas de H2o podían ser inflamables...- mentí.
La directora bajó las gafas con su dedo meñique hasta el borde de la nariz y me reprobó con la mirada.
Supongo que era un pésimo mentiroso... Alguien que había ganado las Olimpíadas de Química cuatro años seguidos, sabía que el agua no era inflamable. Hasta un bebé lo daba por hecho.
- Los expulsaría con gusto...- comenzó a decir la directora.
- Pero es mucho papeleo, ¿verdad?- dijo Lindsay comenzando a ponerse de pie.- Es mejor dejarlo en una amonestación o... Una advertencia.
La ví abrir su mochila lila y sacar de ella un muffin cubierto de chocolate y chispitas de colores.- Es mucho mejor comer este delicioso muffin y escuchar un poco de...- la muchacha tomó un control remoto que había sobre el escritorio con disimulo y oprimió un botón.
Instantáneamente, la sonata "Para Elisa" inundó el cuarto.- Beethoven.
La mujer cerró los ojos y comenzó a agitar las manos al ritmo de la música, luego tomó el muffin y le dió un mordisco que lo dejó a la mitad.
Noté que Lindsay estaba abriendo la puerta y saliendo de dirección con sigilo. No lo dudé ni por dos segundos y la seguí.
Al llegar fuera de la habitación del horror, Lindsay comenzó a reír animosamente.
- Bendito Beethoven.- dijo entre risas.- Esa música es como una canción de cuna para Wellwood.
Reí por dentro pero continué mirándola con total desaprobación. - No puedo creer que hayas logrado meterme en aprietos.- Ugh- bufó ella.- Tranquilo, niño-diez, las notas no son tu vida. Un poco de diversión no va a mandarte a la tumba.
- Las notas no son mi vida, son mi futuro.- declaré.
Ella rodó los ojos.- Ya madura.
-¿¡Que madure?! ¿¡Es acaso una broma pesada, Lil?!
- Claro que no. ¿Cuándo vas a darte cuenta que tan solo tenemos una vida y que no podemos malgastarla sentados estudiando química avanzada?- dijo ella indignada.- Debes divertirte más seguido, como yo. Es más, estás oficialmente invitado a mi próxima aventura.
- Que honor...- dije irónicamente.
Lindsay me empujó contra una de las paredes del pasillo haciéndome volar. Yo siempre subestimaba su fuerza...
-Mira esto...- murmuró ella metiendo la mano en su bolsillo y sacando de él el pequeño control de la directora. Me lo enseño con orgullo y alardeó.- Tenemos control total sobre la escuela.
-Dios santo, ahora si nos expulsan...- murmuré alarmado haciéndola reír.
Una multitud de chicas se acercaron a nosotros. Eran las amigas de Lindsay.
La tomaron de la mano y la jalaron junto a ellas para luego comenzar a avanzar hacia su próxima clase.
Lindsay volteó y se despidió de mí con un ademán. Seguí caminando hasta llegar a mi clase de Matemática avanzada y entré antes de que sonara la campana del final del recreo. Tomé asiento junto a Brian quien me saludó con un choque de puños.
- ¿Cómo se siente estar castigado con la chica más caótica de la escuela?- Preguntó riendo sin quitar la mirada de su hoja de cálculos sin terminar. Tomé un lápiz y terminé sus ejercicios.
- Lo mismo de siempre, tú sabes: es Lil.- respondí despreocupado.
Lindsay era mi amiga desde jardín de infantes y siempre había sido así: un hermoso torbellino de caos y travesuras; con su simpática sonrisa convincente y sus ojos café vivos y cálidos. Su cabello era castaño claro con pequeñas mechas de colores entrelazadas con sus rizos cortos.
Era bastante bajita para su edad y era el mayor imán de problemas que jamás había conocido; pero tenía la gracia de resolverlos con sutileza.
Ella era la única causa de que yo me metiera en problemas.
La profesora entró al aula y nos pusimos de pie para darle la bienvenida. Me sonrió cordialmente y volví a sentarme.
- Buenos días, chicos... Les traigo una sorpresa: Un examen.
Los abucheos llegaron de cada punta del aula pero la profesora se aseguró de apaciguarlos.
Tomé mi pluma listo para resolver todo lo antes posible e irme pero... Sonó el timbre.
Todos nos quedamos observando el parlante confundidos.
Luego se oyeron unas risas femeninas y la voz de Lindsay carraspeando para sonar más grave.
~El día de hoy las clases acabarán a... Esta hora debido a que es el día de las horas libres.. Que tengan muy buenos días.~Golpeé mi frente indignado mientras mis compañeros estallaban en vítores.
~¿Cómo... Cómo se apaga esta porquería?~ se oyó el murmuro de Lindsay a través del parlante.
Todos corrieron fuera del aula y la profesora se retiró diciendo algo sobre hablar con Wellwood a cerca de eso.Bufé recogiendo mis libros mientras Brian reía a más no poder.
- Amo a tu amiga...- declaró saliendo del aula.
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¡PELIGRO, Lindsay Suelta!
Teen Fiction- Eres peor que la peste, Lindsay.- declaré enfadado. Jamás le perdonaría aquello. - Gracias, ése es mi trabajo.- sonrió alagada.