La noche era opaca, de un color negro sin vida, una luna que flotaba en lo más alto del cielo, rodeada por nubes que amenazaban con llover. Rayos que iluminaban el cielo en ocasiones, y se robaban la atención de las pocas estrellas que aún se mantenían firmes.
Las luces blanca que iluminaban el pasillo, silencioso, como si recién hubiese muerto alguien. Algunas mesas metálicas abandonadas en el borde de la pared, con toallas y guantes encimas.
Ahí estaba yo, los nervios me invadían y la cabeza estaba apunto de hacer erupción, lágrimas que resbalaban por mi mejilla, corrían por mi muñeca hasta caer el frío suelo. La pierna derecha no paraba de moverse, luego vi como entraban una serie de hombres con batas blancas a la habitación que estaba a mi lado, luego me llamaron a mi, no sabía que reacción tomar, no sabía si de preocupación o felicidad, temblaba como si hubiese un frío dentro de mi cuerpo, invadiendo cada uno de mis pensamientos.
Pasé a través de la puerta, había mucho movimiento, mi esposa estaba allí acostada de piernas abiertas sobre esa camilla, estaba pujando. Me acerqué con una sonrisa, aunque no se podía ver porque traía un tapa bocas puesto.
Hola.- Fue lo que dije, mi mente estaba pensando en mil cosas a la vez.
¿¡HOLA!? ¿¡ESO ES TODO!?- Me gritó esa mujer, tenía la respiración entre cortada, se veía que estaba agitada. La tomé de la mano, ella me la sujetó con fuerza.
Ahora comenzarás a pujar, estás en la fase de alumbramiento...- Dijo el doctor que la atendía, ella hizo caso y comenzó ese forzoso proceso de dar a luz. Me agarró la mano con mucha más fuerza que antes, y más, gritaba, estaba sudando a chorros, estaba roja y pareciera como si se le fuesen a salir los ojos... Los diez minutos mas largos de nuestra vida y después... Calma, todo se volvió en un silencio ensordecedor, un ligero golpe y luego un llanto, no de esos de pelicula, mas bien era uno tierno, poco a poco la sala volvió en calma, me incliné, me quité el tapa bocas y besé a mi mujer, pegué mi frente con la de ella, una lágrima bajaba por mi mejilla.
¿Por qué lloras, bobo? -
Porque tú... me haz hecho el hombre más feliz del mundo, no sé que decir, solo que te amo...-
Después de unos pocos minutos volvió una enfermera, con unos trapos blancos entre sus brazos....
Tengan, felicitaciones a ambos.- Nos dijo y se retiró.
Mi esposa tomó esos trapos, quitó ciertos paños de un rosa fuerte, y salió a descubierto unos cabellos negros, una nariz rosa, mejillas rosadas y unos hermosos ojos marrones miel. Esos grandes ojos miraron fijamente los míos, penetraron en mi alma, me sentí completo, esa hermosa criatura era mi hija, llevaba mi sangre, comencé a llorar con una sonrisa en mi rostro.
¿Cómo la llamaremos?- Me dijo mi esposa, mientras le acomodaba el gorrito rosa tejido a mano por mi mamá para su nieta.
Se llamará... Vittoria Sophia... -
Había transcurrido un mes desde que nació el amor de mi vida, una niña frágil, delicada, que con un simple hipo se estremecía toda, que con llorar partía mi corazón en mil pedazitos. Poco a poco fui sintiendo los desvelos que los comencé a tomar parte de mi vida como padre.
Un sonido fuerte me despertó, miré al lado derecho de la cama y mi esposa me dio un golpe con su codo, entendí esa indirecta, me senté en el borde de la cama, me pasé las manos por los ojos, intentando despertarme. Miré la hora... 2:43am. Caminé en dirección al sonido, llegué, tomé un envase de plástico, parecía más goma que plástico, le vertí un poco de agua y unas cucharadas de leche para bebés, lo tapé y lo batí, para que se mezclara. Luego caminé hasta la cuna, tomé a mi hija de un mes en brazos, le di el tetero mientras caminaba por el cuarto con ella en brazos. Se me cansaron los pies y me senté en una mecedora, ella ya se había tomado la mitad del tetero.
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Historia de un padre
RomansaCómo decir cuán emocionado estuve con el nacimiento de mi primera hija. Sus ojos cautivaron mi alma desde el primer día que los vi. Su suave y delicada piel, me decía y pedía que la cuidara con toda mi determinación. Aquí les contaré de cada momento...