Asustada, miré a mi alrededor a la vez que les preguntaba a los chicos sobre lo que estaba sucediendo.
-Es el toque de queda. Significa que tenemos que dirigirnos a la sala de entrenamiento y trabajo.-contestaron.
-¿Sala de qué...?-pregunté en voz alta casi gritando por el ruido metálico de los asientos al ser desocupados.
De repente una mano se posó en mi brazo. Sin darme antes la vuelta ya sabía de quién se trataba.
-¿Qué ocurre ahora?-pero Petrov simplemente hizo un gesto con la mano para que lo acompañara.
-Yo no me muevo hasta que no sepa adónde voy.-dije negando con la cabeza.
-Sal primero de aquí y ahora te lo explico.
Finalmente accedí y salí del comedor.
Ya fuera...
-¿Se puede saber adónde tengo que dirigirme? ¿Por qué todos dicen que van a un lugar de trabajo? ¡No lo entiendo!-exclamé exaltada.
Mientras, a nuestro alrededor, todas las personas iban desalojando el espacio y dirigiéndose a sus lugares de trabajo. Cada una por un pasillo diferente, ramificándose como los árboles.
-A ver. Relájate. Es tu primer día, así que eso significa que tenemos que enseñarte el complejo y sus instalaciones de entrenamiento y trabajo. Al acabar esto irás a comer y después del segundo toque de queda te guiaremos a la zona recreativa. Al final de cada instrucción te daremos un horario para que sepas las horas a las que tienes que realizar cada tarea. ¿Entendido?
-Sí. –Contesté- Y, ¿quién va a ser mi guía?
-Vas a tener suerte y te he tocado yo. El Jefe me ha puesto a tu cargo para cualquier problema que te corresponda.
-¿Suerte? Querrás decir lamentablemente...-dije en voz baja para que nadie me oyera.
A pesar de haberse dado cuenta, Petrov hizo como si no, y empezó con la expedición.
Pasamos por uno de esos largos pasillos ramificados donde no paraban de pasar personas vestidas enteramente de blanco, otras con unas maquinarias extrañas y muy grandes y pesadas y podías ver también a gente como yo corriendo para no llegar tarde.
Durante esos momentos me olvidé completamente de dónde me encontraba y disfruté de cada momento que vivía. Esto era lo más parecido a una vida de verdad que había tenido. Así era cómo me imaginaba yo Chernóbyl si no hubiera explotado el Reactor 4 y no hubiera reducido la ciudad a cenizas: gente corriendo para no llegar tarde a los sitios, niños jugando y divirtiéndose cada momento del día, grupos de amigos charlando, personas trajeadas y estresadas por el inmenso trabajo, etc.
Por mi lado pasó una mujer con bata blanca y gafas rosas sosteniendo una pila de papeles en un brazo y un maletín en el otro. Me quedé expectante por cada persona que avistaba realizando su trabajo. Parecían demasiados felices, y eso me gustaba.
A lo mejor no podía estar con mi familia ni mi pueblo viviendo en la miseria, pero podía rehacer mi vida en este lugar. Mi desazón sobre este lugar fue transformándose poco a poco en un pensamiento más optimista y favorable.
Asimismo, otra de las cosas que me hacía feliz era saber que mi hermano y mi mejor amiga se hallaban conmigo, en un lugar seguro, y aunque retenidos sin ser capaces de verme de alguna forma, eso me reanimaba y me hacía sentirme más a gusto aquí.
-Señorita Kromatov. Por favor, preste una total atención al camino de llegada a los entrenamientos.
De alguna forma mi cabeza había dado paso a mi ingenio para evadirme de la realidad durante unos instantes.
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RADIACTIVOS (#Premios2018Enero)
Science-Fiction"Vivimos en una sociedad cruel. Nos escondemos de los demás y de nosotros mismos" Shayla Kromatov vive en Chernóbyl, una ciudad fantasma arrasada por la radiación hace años. Todos creían que allí no sobreviviría nadie. Sin embargo una pequeña part...