Una Noche

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Era un día como ayer, anteayer, y como todos los últimos días.

Llevábamos más de una semana sin pisar una isla, y según nuestra navegante faltaba por lo menos otra hasta que divisáramos tierra.

Me encontraba sentada en la cubierta, junto a la parte más baja de la barandilla.

Hacía un par de horas que había atardecido, pero ni después de aquello me había movido de mi lugar.

Había terminado los últimos libros que me compré, había entrenado por horas, incluso me había quedado dormida por simple aburrimiento; pero nada que mereciera la pena.

La cena debía estar lista pronto, aunque no es que tuviera demasiadas ganas de probar la comida; no por miedo a que sepa mal o algo por el estilo, ¡al revés! La comida que preparaba mi rubio admirador era la mejor que he probado. Sin embargo, no contaba con mucha hambre aquella noche.

El mar estaba tranquilo, ni siquiera los peces se asomaban ya.

Si uno cerraba los ojos y escuchaba, podía apreciarse el silencio, y de fondo, algún martillazo del carpintero a bordo, o uno que otro casual ronquido del peliverde que dormía plácidamente a pocos metros de mí.

A veces, cuando tengo frío, me pregunto como se estaría entre sus brazos; arropada entre esas fornidas extremidades, sintiendo el calor corporal que emanaba aquel individuo,...

Debía sentirse bien.

Al final, acababa entrando en calor tan solo pensando cosas como esas; y más si mi mente empezaba a dar un paseo por la parte más pervertida de mi cabeza.

No era que sintiera algo por el espadachín. ¡Ni mucho menos! Pero debía admitir que su fachada resultaba bastante atrayente, al fin y al cabo, esas largas y duras horas de entrenamiento daban su fruto.

No tenía ni idea de que es lo que el músico podría estar haciendo, ya que en cubierta no se encontraba.

Imaginé que la pelirroja se encontraría en la sala de cartografía, dibujando mapas.

Supuse que la arqueóloga se hayaría en la biblioteca leyendo algo interesante sobre historia; interesante para ella, claro está.

Mientras que el peliazul andaría por ahí construyendo algo increíble que en un futuro podría sernos útil.

¿El tirador? Tampoco tenía la más remota idea de lo que podría estar haciendo; no se encontraba pescando, por lo que podría estar ayudando al hombre del tupé turquesa, mejorando sus armas, o simplemente preocupándose de sus asuntos.

El pequeño animal de la tripulación podría estar trabajando en nuevas medicinas, o quizá estudiando sobre hierbas útiles contra alguna que otra extraña enfermedad,...

Mientras que el capitán se encontraba en la cabeza del enorme león que habitaba al frente de nuestro barco, esperando la llamada a la cocina, supongo.

Y por fin, a los pocos minutos, escuché lo que tenía ganas de oír.

- ¡A cenar! - ese simple grito consiguió que me alegrara mínimamente por el único hecho de que aquello significaba que estábamos un poco más cerca del día de mañana.

El cual esperaba que fuera más divertido que este.

Poco a poco, todos los sombrero de paja se fueron acercando hacia la cocina.

Exceptuando por supuesto al cocinero que ya se encontraba allí, al enérgico capitán que había corrido hacia la habitación gritando "carne" como un poseso; y al sexy espadachín que a pesar de todo aquel alboroto seguía durmiendo tranquilamente contra el mástil del barco.

Solo Por Esta Vez (Roronoa Zoro One-shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora