Prólogo.

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En el momento en que vi cómo mi madre empacaba absolutamente todas sus cosas en sus maletas y las guardaba en la parte trasera del auto, supe que algo andaba mal.

No hice preguntas, porque sabía que incomodaría aún más a mamá, y el hecho de que ambas nos estuviéramos llendo de casa ya era bastante incómodo; comencé a sospechar de ella días después, pero nunca imaginé esto. Pasaron por mi millones y millones de ideas, mamá había engañado a papá, papá había engañado a mamá, mamá había descubierto que papá cazaba a personas con poderes sobrenaturales, o tal vez papá había descubierto el secreto que mamá nos había ocultado.

Mamá era una mujer lobo, y papá se había enterado de eso.

No ha de ser bonito ser un cazador de personas con poderes sobre naturales y que tu propia esposa sea uno de ellos. Para el código eso era la traición más grande que pudiese existir, ya que el código era bastante simple y directo: cazamos a los que nos cazan ; la primera noche fuera de casa y en otra ciudad fue horrible. Mamá no dejaba de lloriquear sobre lo mal que se sentía al haber traicionado de esa manera a papá, sobre que no me había dicho la verdad sobre todo y que estaba muy arrepentida de haberse ido, pero que sin embargo, no podía volver. Le pregunté porqué, pero no me respondió.

El día de luna llena por poco no sobreviví. Mamá estaba tan fuera de control que por poco me arranca la garganta de una.

Cuando salí al bosque fue la primera vez en que temí tanto por mi vida que me escondí en una casa abandonada hacia años, no había absolutamente nada ni nadie y en su momento me sentí como si éste fuese mi verdadero hogar, pero cuando vi como un animal enorme entraba volví en el tiempo, no sabía que hacer, ni como reaccionar, iba a morir.

Voy a morir. Me repetía incontables veces a mi misma, intentando idear un plan para salir con todas las partes de mi cuerpo pegadas a mi, pero por los nervios no pude. Me arrastré por el piso hasta que pude llegar hasta la parte más cercana de la puerta, y ahí fue cuando comencé a correr, pero el animal gigante ya había notado que yo estaba ahí.

Fue una persecución, la más aterradora de toda mi vida. Corrí, salté, tropecé e hice todo lo posible porque esa cosa no me atrapara, pero me fue imposible, era una bestia increíblemente enorme versus yo, una chica de 1,75 que era increíblemente delgada y tenía un pésimo estado fisico, obviamente esa cosa saldría ganando.

-No me mates- supliqué, rogando que esa cosa tuviera conciencia y sentimientos. Pasó su nariz por mi cara y alejó su rostro del mío, como si sintiera remordimiento ante la idea de que hace unos minutos había intentado matarme. Y entonces pasó, me mordió.

Dolió como el demonio, pero para mi sorpresa sobreviví.

El primer día fue lo peor.

No podía controlar mis emociones, ni tampoco la increíble fuerza que había nacido en mi de un día a otro, comencé a tener alucinaciones y mi cuerpo me pesaba cada vez que iba a hacer algo.

El segundo día no fue mejor que el anterior.

Comencé a oír cosas. Las conversaciones que mis compañeros tenían yo las oía, no importaba si ellos estuvieran a dos metros lejos de mi, yo podía de alguna manera oirlos. Unos ataques de ansiedad comenzaron a invadirme, ataques de pánico e incluso comencé a vomitar.

Debía asistir al doctor cada dia, sin embargo, mamá preparó algo para mi y comencé a sentir muchísimo mejor.

Fue el tercero; un día de Luna llena, en donde realmente pasó lo peor.

Mamá había huido nuevamente hacía el bosque y a mi me había amarrado unos minutos antes para evitar que dañara a alguien, pero ni siquiera sabía como podría hacerlo, y no lo entendí hasta que vi como las garras salían de mis uñas y mi vista se nublaba. Yo ya era uno de ellos.

Era mitad lobo.















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