Prólogo:

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Esta historia no es como todas, no es la más original, pero tampoco es una copia barata, no es la mejor historia, ni tiene una buena trama, nada es coherente pero todo es normal. Esta historia no trata de un grupo de amigos que viajan al espacio, o del asesinato de una damisela, o de una princesa encerrada en una torre, ni mucho menos de la pareja de ensueño, la que todos quisieran tener.

Esta es la historia de la mafia más famosa y poderosa del mundo, en la que cualquiera que entrase se volvería una persona temida en todos los países, que con tan solo chasquear los dedos pueden dejarte en la quiebra, o te hagan dormir bajo la tierra, o algo mucho, mucho peor.

Esta historia se relata en un tiempo específicamente extraño, donde millones de personas corren de un lado a otro, con sus descabellados estilos, colores de cabello y atuendos, por los pasillos e infinitos cuartos se una gigantesca mansión, nadie miraba a nadie, ni nadie hablaba con nadie, a no ser de que sea para preguntar «¿Donde está el jefe?» esas palabras, esas mismas palabras corrían de boca en boca por toda la mansión, pero las respuestas siempre eran unos fríos e insignificantes «No tengo idea», «¿No había salido?», «Debe estar muy ocupado como para no presentarse por aquí.» o «No está.» «Creo que tenía una reunión.» Ninguna respuesta era segura, por lo que la misma pregunta seguía repitiéndose una y otra vez, hasta que alguien haga denotar la verdad en sus frías y simples palabras.

Siendo ya las 13:40 de la tarde el ya millones de veces nombrado "El Jefe" aún no se presentaba dentro del recinto, los minutos pasaban y de pronto la mansión quedó en un silencio absoluto. Era como si de golpe todos hubieran muerto, solo que sin muerte.

Unos mellizos al final de uno de los pasillos se susurraban cosas al oído y reían. De pronto se quedaron también en silencio, uno de ellos acercó su mano a su boca como para utilizarla de megáfono y gritó lo más fuerte que pudo «¡Uno!» la otra imitando sus movimientos gritó «¡Dos!» Luego de ellos, otras personas continuaban con la escala numérica «¡Tres!», «¡Cuatro!», «¡Cinco!» Y así, al momento de llegar a la cifra de cincuenta y dos, alguien abrió de una patada la puerta, y con una media sonrisa ladeada dijo:

— ¿Caballeros? — Se arregló un poco la corbata.

— ¡Cincuenta y tres! — Gritó una persona a lo lejos.

— ¡Cincuenta y cuatro! — Le siguió otro a sus espaldas.

— Al que vuelva a decir un número le corto el cuello. — Dijo el hombre que acababa de cruzar la puerta, con una amplia sonrisa.

El salón quedó nuevamente en un completo silencio, un incómodo silencio total.

— Eso es muy cruel, ¿No lo crees? — Dijo el mismo con una voz ligeramente aguda. — Eres un tipo duro. — Luego agitó su cabeza y con su voz normal prosiguió. — ¡¿Yo un tipo duro?! ¡Soy Vito, el padrino, la cabecera de la mafia más poderosa existente en este mundo! — Tose un poco. — Lo siento.

Todos estaban confundidos por lo que acababa de suceder, pero por lo que se puede apreciar, ninguna persona que estuviese allí dentro podía esperar para hacerle sus miles de preguntas a aquel hombre el "Jefe" por lo que todos sé abalanzaron sobre el. Los mismos mellizos que habían iniciado el bullicio de los números se miraron y se agacharon, luego, como por arte de magia aparecieron a los lados de Vito con unos trajes negros y lentes de sol oscuros, la chica de esta pareja protegía al ya nombrado, y el chico lanzaba una larga alfombra roja.

— Por cualquier pregunta que deseen hacerle al jefe, reserve una reunión y diríjase a su oficina. — Decía ella mientras defendía a su jefecito y lo ayudaba a cruzar al otro lado del salón, para luego subir a su oficina.

En Las Garras De Un MafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora