El Amor en tiempos del "Like"

El fin del prejuicio

Mientras iba a mi departamento me puse a pensar en la Magda. Finalmente ella no era prejuiciosa. Conclusión que debatía interiormente porque ella igual creía que yo iba a dejar plantada a todas las mujeres. Y era eso lo que acababa de hacer con María José. Dejarla plantada. Tiene razón la Magda, debe estar en mi sino dejar plantada a la gente por las cosas que me hacen. No me atrevo a enfrentar a la gente y mi forma de solucionar los problemas es salir arrancando. Debería perdonar a María José y entenderla. Debería tratar de conocerla y confiar en que va a cambiar como persona. ¿No estaba yo buscando cambiar, no era lícito entonces que les diera esa posibilidad a otras personas? ¿Si la Magda no me daba esa posibilidad por qué tendría que dársela yo a otras personas? Decidí nunca más saber de María José. Si hubiera seguido con mi prejuicio nunca habría vuelto a caer en las sucias garras de la Maquiavélica Amiga de Josefa. Al final el prejuicio es la forma que tenemos para evitar que nos hagan daño. Es una forma de autoprotección.

He decido disfrutar mi vida como lo hacen todos, qué importa lo que piensen los demás. Llamé a Tamara y le dije que tenía ganas de pasarlo bien. Acordamos juntarnos después de su trabajo. Me fui a la tienda a la hora que ella salía, no sin antes pasar por una farmacia a comprar preservativos. Fuimos a tomarnos unas cervezas para entrar en calor. Estuvimos coqueteando, mirándonos, conversando. Hasta que decidí jugármela:

- Vamos a mi departamento.

Ella me miró extrañada. Se puso incómoda.

- No estás yendo muy rápido...

- ¿Muy rápido?

- Nos conocemos hace poco.

- Pero nos gustamos.

- No quiero ser prejuiciosa, pero ¿para qué quieres ir a tu departamento?

Y tenía que decirlo con esa horrible palabra, que tan malos ratos me ha traído.

- Para que lo conozcas...

No se me ocurrió nada mejor. En realidad ella nunca me dijo que quería conocerlo, y yo me estaba convirtiendo en un corredor de propiedades que muestra departamentos. Ella quería saber por qué había cambiado de actitud y, en un arrojo de extrema sinceridad, le dije que lo del abogado me había hecho pensar que no estaba haciendo lo que ella esperaba.

- Fui a ver a un abogado para solucionar problemas con el divorcio.

Y me sentí como un idiota, en realidad me estaba comportando como un idiota, por eso me sentía así. No pude ocultar mi cara de idiota. Ella me miró decepcionada por mis declaraciones; eso lo único que hacía era demostrarle lo poco que la conocía. ¿De dónde saqué que porque ella se fuera a juntar con un abogado significaba que andaba persiguiendo hombres? Estaba decidido, no podía ser tan prejuicioso. ¿Por qué cuando traté de no ser prejuicioso me engañaron, y ahora que no debía serlo, lo fui y me equivoqué? ¿Qué es lo que hace que algunos prejuicios funcionen y otros no? Si hubiera sido prejuicioso me habría salvado de la maldad de María José, pero si no hubiera sido prejuicioso no estaría haciendo este papelón.

Le pedí disculpas. Ella las aceptó pero yo sentí que las cosas cambiaron. Mostré lo peor de mí y no tenía nada que hacer para remediarlo. Debería contarle lo que me pasó con María José para que me entendiera, a modo de excusa. ¿Y si sonaba como a excusa? Perdí por hueón, por no saber cuando ser prejuicioso y cuando no. En realidad no debería serlo nunca y dejar que la vida se encargue de remediarlo. Si hubiera sido así, tendría una linda relación con Tamara y podría haberle demostrado que el amor existe después del amor. Pero lo arruiné. En el fondo le dije que creía que era una puta que se acostaba con todos los hombres con los que salía, y ya no podía hacer nada para retractarme. Nos tomamos la cerveza y cada uno se fue por su lado. Me quedé sin pan ni pedazo.