Capítulo dos:

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Me levanté con unos minutos de retraso, pero nada grave. Podía escuchar las voces de mis padres por el pasillo, lo que significaba que ellos ya se habían levantado. Me vestí con unos jeans azules, una camisa de algodón bordó, y un saco que llegaba casi a mi rodilla de color crema, con unas flores rosas al borde. En los pies, unas botas bajas de un claro color.

Bajé las escaleras en un segundo, sintiéndome repentinamente llena de un entuciasmo sin sentido. Besé la mejilla de mi mamá, quien se servía café en su taza. Mi padre estaba con la computadora en la mesa, leyendo seguramente las noticias recientes, como todas las mañanas.
Yo me serví en un plato unos waffles recién preparados, con crema y pedazos de frutas picadas. También me serví una taza de café, nunca venía mal para despertarse. Comi mi desayuno con tranquilidad, y una vez faltando cinco minutos a que Lara pase por mi, fui por mi bolso y me senté a esperar que llegara.

Mi día de clases transcurrió casi normal. En la clase de cálculo no paraba de sentir como si alguien me estuviera observando continuamente. No quise girar a voltearme, supongo que con mi cara de molestia, quien me estuviera mirando no tomaria a bien mi mirada... ¿O si?

Luego del almuerzo fui a ver el entrenamiento de porristas, ya que Lana estaba en el grupo, y luego teníamos noche de chicas, era viernes. Seguramente Dylan se aburra demasiado y también se nos una, pero eso es un detalle aparte.

Tenía qur admitir que siempre había querido unirme al grupo de porristas, pero el tiempo y mi motricidad decidieron que no era capaz para ese tipo de cosas.

-¿Puedo sentarme?

Alexander, quien cursaba el mismo año que yo, estaba pidiéndome sentarse conmigo. ¿Se sentía bien? Tenía entendido, por rumores que corrían de boca en boca, y por boca en boca me refiero a Dylan, que Alex sentía una fuerte atracción hacia mí. Cosa que no lograba entender, ya que yo no destacaba entre la multitud, ni era de esas personas super sociales.

-Si claro, siéntete libre se sentarte -le sonreí.
No me malinterpreten, es un chico lindo.

-Me siento agradecido de que por fin dejó de llover -mencionó mirando a las chicas dar vueltas en el aire. Estaba jugando con un hilito de su camiseta, nervioso.

-Gracias a dios que dejó de llover. Ya no soportaba tanta humedad.

-Oye... -comenzó a decir.

-¿Si?

-Bueno, no sé si sabías, pero tengo una banda con amigos, y la semana próxima tenemos una presentación en Loxi -conocía el lugar, no quedaba muy lejos de aquí-. Y me preguntaba si te gustaría ir...

Tenía que admitir que lucia tierno estando nervioso. Parecía hasta avergonzado. Sonreí complacida por la invitación, sonaba como si quisiera acercarse pero sin saber cómo.

-Si claro. Podemos hablar en la semana y me cuentas mas sobre la hora y esas cosas, ¿Te parece?

-Está bien -se levantó de su asiento-. Hablamos entonces -sonrió, y comenzó a marcharse.

Admiré su espalda, y su trasero también, ¿porqué no? Tenía bonito trasero.
De repente se giró, interrumpiendo mi escaneo descarado. Instantáneamente me sentí avergonzada de que me descubriera.

-Por cierto Mandy, te ves bonita -me guiñó un ojo, y se fue.

Sonreí como tonta, dejándome llevar por esa sensación de halago, llevando mi mirada perdida hacia las chicas, que estaban haciendo su estiramiento final.

Lana se acercó anciosa. Seguramente quería saber que había pasado con Alexander. Hice un gesto con la mano, acallando cualquier pregunta del tema.

-Déjame procesarlo primero, luego te cuento -mencioné con una sonrisa.

-¿Te invitó a salir? -me ignoró.

-No exactamente -me reí.

-¿Ya te invitó a tener sexo? -fingió asombro, ocultando una risotada.

-Ni te imaginas -le seguí el chiste.

Y entre risas llegamos a mi casa. Mientras ella se bañaba, yo me acomodé en mis pantalones de hacer deporte, y alcé mi pelo en un moño desordenado. Estando con ella no tenía de que preocuparme, era simplemente yo.

Conseguí un bowl con nachos y queso, que mi madre había preparado. Subi junto con eso unos vasos y refresco. Quizas más tarde se nos diera por embriagarnos un poco.
En mi cuarto Lana se estaba secando el pelo con la toalla, mientras se miraba en el espejo del tocador.

Lana era alta, con piernas largas y de piel lustrosa. Su cabello rubio caía por su espalda hasta la altura de su cintura, con algunas ondas. Sus ojos eran de un marrón rojizo, decorados con largas pestañas. Según mi madre Lana se asemejaba mucho a la muñeca Barbie, y no parecía tan errada.

Lo que a mi me gustaba de Lana es que no se dejaba llevar por todos esos comentarios sobre ella. Media escuela podía decirle que era la chica más hermosa, pero Lana seguía siendo la misma. Hay chicas que no es así, que a fin de cuenta se toman muy a pecho lo que les dicen, y dependen de ello, hasta lo exageran.
Pero Lana, mi querida Lany, no era así. Lo que la hacía mucho mas hermosa, y mucho mas interesante. Me sentía feliz de tener a alguien así en mi vida.

-Me estás mirando como si fueras a besarme -me habló con cara de asco, sacándome de mi ensimismamiento.

-No puedo resistirme a tus encantos querida, lo siento -me disculpe, riendo un poco.

*Toc Toc*

-Si es Dylan, me debes veinte, no te olvides -le advertí.

Lana abrió, y cuando salió una maldición de su boca, una pequeña sensación de victoria recorrió mi cuerpo.

-Imaginé que no podrían estar divirtiéndose sin mi, así que vengo a alegrarle la noche, señoritas.

Se metió antes que lo invitaramos a pasar a la habitación, y se apoderó de mi cama como si fuera suya. Tenía una sonrisa poco usual en su rostro.

-¿Qué traes entre manos, Dylan? -pregunté

-Oye Lana, ¿por esas casualidades sabías que Mand disfruta de mirar traseros de niños inocentes? -Rió.

Maldito seas, Dylan.

Escondí mi rostro entre mis manos, intentando que no vieran cuan avergonzada me sentía. Dylan reía, disfrutando de mi reacción, y Lana simplemente no entendía de que iba la cosa realmente.

-Espera un segundo, la versión que tengo yo es al revés. Alex quería aprovrcharse de la dulce Mandy... -siguió la broma.

Con amigos así, ¿Quién necesitaba enemigos?

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