Con un beso

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Autor: Haruka Eastwood

Sieglinde Sullivan Pov

La primera vez que lo vi fue hace cinco años. Ciel Phantomhive era un hombre de fría mirada y actitud sarcástica, incluso podría decir que me aterro la forma en que me miro, como si quisiera desaparecerme en ese momento, y todo porque había chocado con él, mientras salía del cuarto de aquel Hotel. Estaba de vacaciones con mi esposo, así que nos dimos el lujo de hospedarnos en el mejor, lo cual estuvo de maravilla, ya que pude tener una vista estupenda del mar y sus alrededores.

Por su porte y su actitud, a nadie se le hacía difícil adivinar que era un egocéntrico empresario, de esos que se creen superiores a todo el mundo, intimidante y peligroso, no solo en el campo laboral, sino en general. Y durante los siguientes tres días me lo tope un par de veces, meditando como alguien tan guapo podría estar de tan mal humor todo el tiempo, ahora entendía porque no estaba acompañado de nadie.

El tercer día, salí con mi esposo, íbamos a comer al restaurante del hotel cuando vi a Ciel gritándole a un chico pelirrojo, quien se veía casi tan intimidante como él. La curiosidad me pudo más y discretamente me acerque para escuchar lo que decían. Ciel gritaba que no se metiera en sus asuntos y que él regresaría al lugar donde se conocieron las veces que hicieran falta, entonces creí que comprendía su mal humor. Él había terminado con su novia, y si estaba allí era para recordarla, pero con ese carácter no se me hacia raro que ella lo hubiera dejado, es decir, cualquiera lo haría.

La noche de ese día, mi esposo prefirió quedarse en el cuarto en lugar de salir a caminar conmigo, yo solo me reía diciéndole viejo mientras me marchaba de la habitación. Pero era natural, yo tenía treinta y el estaba por cumplir los cincuenta, estaba claro que después de obligarlo a recorrer diversas tiendas estaba más que agotado, por lo que no insistí y comencé mi recorrido por la playa. El viento moviendo mi cabello era de lo mejor, pero conforme me alejaba, el sonido de las olas era más tranquilizador y así hubiese seguido, de no ser por un extraño ruido, de principio me quede paralizada, pero entonces lo volví a escuchar, dándome cuenta que era un llanto, el cual se hacía más intenso conforme pasaban los segundos.

No lo pensé y corrí, creyendo que alguien podría necesitar ayuda, entonces lo vi. Era Ciel Phantomhive al pie del acantilado, no era muy alto, pero las rocas de abajo te hacían pensar más de una vez el acercarte tanto a la orilla. Me paralice y a unos dos metros de distancia me detuve.

—¿Necesitas ayuda? —Cuestione con suavidad para no asustarlo—. Soy doctora, puedo ayudarte.

—No necesito la ayuda de nadie, así que lárgate.

—Vale, me iré, pero necesito que te alejes de ahí, es peligroso.

—¿Por qué te importa?

—Me gusta ayudar a que las personas estén bien.

—¿Tienes a alguien especial?

—Si —respondí, sintiéndome rara por la repentina pregunta.

—Y si un día dejas a esa persona, le dices las cosas más crueles que se te ocurren y le haces sentir mal. Te niegas a volver a verlo, pero después de tres años, finalmente comprendes que es un error, pero ya es demasiado tarde… —lentamente gira el rostro, observándome fijamente—. ¿Qué arias?

—Nunca es tarde.

—Hmp —regresó su vista al frente, provocándome escalofríos con la idea de que se arrojara—. Le conocí aquí y me enamore a primera vista… lo que más me gustaba eran sus enormes ojos. Fuimos felices hasta que mi padre se entero de lo nuestro, me amenazo con dañarle, y por más que lo deseara no tenía medios para protegerle. Levábamos seis meses juntos y sorprendentemente no conocía mucho de su pasado, ni de su familia, solo que su madre falleció cuando cumplió quince y que tenía una hermana… solo eso. Fue mi error, si hubiese sabido más, jamás le hubiese dicho que le odiaba, jamás le hubiese tratado como si no valiera nada, como si me diera asco.

—Debes explicarle lo que paso, estoy segura que te escuchara, solo… solo no saltes.

Lentamente giró hacia mí, sonriendo con melancolía. Me quede inmóvil, sabiendo que un paso más y caería por el acantilado y seria su fin, tampoco podía moverme a pedir ayuda. Y lo que dijo a continuación me helo la sangre, sabiendo que no habría nada que pudiera hacer, porque él saltaría.

—Los muertos no escuchan…

Es como si lo viera en cámara lenta, su cuerpo caía hacia el acantilado, mientras cerraba los ojos, quise dar un paso con la intención de ir a sujetarlo, en ese momento algo paso a mi lado. Fue como una ráfaga de viento que agito mi cabello y corrió hacia Ciel, sujetándolo antes de que sus pies dejaran de tocar el borde, jalándolo tan fuerte que le escuche soltar un gritillo antes de caer sobre esa persona.

El cielo nocturno estaba tan despejado, que logre verlo bien. Era un hombre sumamente alto, tal vez mida más de un metro noventa, cabello azabache y enormes ojos borgoña. Portaba unos vaqueros y una cazadora que le daba un aire más juvenil y relajado, a pesar de que probablemente tenga como treinta y cinco años.

—¡¡¿Qué mierda te pasa?!! —Bramó, tomando a Ciel de los hombros, sacudiéndolo con violencia, es entonces que me sorprendí por la actitud tan sumisa que tenía, incluso me atrevo a decir que entre sus brazos parecía indefenso y pequeño—. Pudiste morir, estúpido Phantomhive.

—Sebastián… tu… Beast me dijo que tu…

Las manos del azabache tomaron las de Ciel, guiándolas hasta su rostro, dejando que lo acariciara. Y entonces le beso como si no hubiera un mañana. Estaba sorprendida y al mismo tiempo me sentía en una película romántica, viéndolos besarse bajo esta hermosa luz de luna, sonriendo para mis adentros, al ver que aquel chico que me asesinaba con la mirada, parecía toda una damisela en los brazos de aquel azabache.

—Mi hermana está loca. ¡No sé como mierda pudiste creerle!

—¡Me dijo que estabas muerto y que todo era mi culpa! —De no ser por los labios de Sebastián que le callaron, estoy segura que Ciel hubiese seguido gritándole por horas. Tal vez lo mejor era irme y dejarlos solos, pero vamos, no todos los días vez a dos chicos guapos besándose bajo la luna en una preciosa playa.

—¿Quieres que te demuestre que estoy muy vivo?

—Idiota… —le aparto sutilmente—. ¿Me odias?

—No pero… sigo sin creer que estuviste a punto de matarte.

—Nada importaba si tú no estabas a mi lado…

•••

—Deja de decir tantas estupideces, Sullivan —Ciel me golpeó con la servilleta, mirándome como si quisiera matarme de la forma más dolorosa que existe, es curioso, pero desde aquel día, me hice amiga de ellos dos, pero Ciel me sigue reprimiendo cada que Sebastián me pide que le cuente la historia de cómo conocí a su amargado Phantomhive, aunque presiento que lo hace para molestarlo, ya que queda como tomate, sobre todo cuando llego a la parte romántica—. Nada de eso paso.

—Ciel-kun, te agradecería que no golpearas a mi esposa.

—Hazle caso a Wolfram, amor, ya sabes que no debes molestar a Sullivan —Sebastián le reprendió mientras le abrazaba de la cintura, logrando que Ciel se sonrojara—. Y ella dice la verdad, incluso le falto la parte en donde me decías todas esas cosas cursis que tanto me gustan…

—¡Claro que no…!

Como siempre, Sebastián le calló con un beso. Han pasado cinco años y me sigue sorprendiendo la facilidad que tiene ese Michaelis para cambiar el estado de humor de alguien tan huraño como Ciel, y todo con un beso.

—¿Estas mejor? —cuestionó Sebastián de manera seductora.

—No sé —sonrió ladinamente—. Y si me das otro, solo para comprobar…

~ * o0O0o ♦ o0O0o * ~

Fin

Con un besoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora