<<Aviso: Este capítulo no será narrado en primera persona como el resto>>.
<<NOTA IMPORTANTE: LEER LA HISTORIA CON LA CANCIÓN PUESTA EN MULTIMEDIA DE FONDO>>.
Capítulo treinta y cuatro. POV Ana.
Ana estaba somnolienta y agotada. Había perdido la cuenta del tiempo que llevaba encerrada en esas cuatro paredes y aún no se había acostumbrado al maloliente olor de cañería. No tenía una clara visión de lo que tenía alrededor, estaba tan cansada que ni si quiera era capaz de mover un brazo. Tenía la vista nublada y el ruido era distorsionado. Podía notar los sudores que corrían por su cuerpo debido a la debilidad. No había comido nada en estos días. Solo estaba cuerda en sus pensamientos y a veces dudaba de sus capacidades mentales y se cuestionaba si realmente estaba en sus cabales o había perdido el juicio que le quedaba. Cuando entraban a ofrecerle más comida, ni si quiera le prestaba atención a las personas que se la ofrecían y ellos ya estaban cansados de darle de comer a una persona que se negaba en pleno a coger cualquier cosa que le entregasen.
La única persona que conocía Ana y que ella sabía que estaba detrás de todo esto porque la había visto los primeros días cuando estaba más fuerte era Emily. Se preguntó a si misma cómo era posible que esa mujer, que se supone que se libraron de ella hace mucho tiempo, siguiese fastidiando a los demás. Sospechaba que la hermana de la susodicha también estaría detrás de aquel secuestro, después de todo son hermanas. Pero tenía ganas de saber quiénes más estaban ayudando a las hermanas del terror a querer matarla. Porque Ana lo sabía, se había mentalizado de que iba a morir. ¿Por qué sino la iban a tener aquí? Por lo menos esperaba que antes de que la matasen le dijesen el por qué la mataban y que fuese una explicación contundente.
Había perdido cualquier esperanza que tenía a que la rescatasen. El pensamiento de Dani, de Álex y de sus hijos le rondaban la cabeza. ¿Cómo iba a abandonarlos tan pronto? A Álex lo amaba con todo su corazón. Anhelaba que estuviese ahí, con ella, acariciando su pelo y prometiéndole que todo estaría bien y que saldrían de esta como siempre había hecho. Quería estar en sus brazos, que él le diese valentía y fuerzas para luchar aunque estuviese así de débil. Su marido siempre sacaba lo mejor de ella y hacía que se valorase más, que se quisiese más y que se viese con los mismos ojos que él la veía. Probablemente estuviese buscándola como un loco (y no se equivocaba) pero estaría en la periferia y no la encontraría. Quizás ya se hubiese dado por vencido y se dedicaría a cuidar a lo único que le iba a quedar siempre: sus hijos. Quería abrazarlos. Esos pequeños revoltosos que la enamoraban y le daban vida en su rutina diaria. Cuando se divorció de Álex, bueno, cuando pidieron los papeles que no llegaron a firmarse, sus hijos los motivaron a ambos a que luchasen por su amor y siguiesen juntos pasando los baches. Incluso ellos se dieron cuenta que el amor de su marido y ella y la unión que tenían era única y no podían echarla a perder por una discusión más. Haberlos adoptados fue la mejor decisión que Ana había tomado en su vida y que, claramente, habían fortalecido la relación con Álex. Es sorprendente que ella no creyese en el amor, en el matrimonio y en los hijos y, sin embargo, hubiese formado una familia tan completa y feliz como esa. Ana pensaba que eran sus dosis de felicidad que mataban su monotonía y que la hacían aislarse de cualquier problema que tuviesen.
Eso sin contar cómo se ponía Álex con esos pequeños. Mirar a la persona a la que ama por horas con sus dos alegrías era como un sueño para ella. Le producía una explosión por dentro. El amor de una madre es el mayor amor que puede existir, eso era algo que Ana no había entendido hasta que le había tocado a ella. Daría la vida por sus hijos porque sin sus hijos ella no tendría vida, ni si quiera encontraría una razón para vivir. Quería a Álex y también daría la vida por él, pero ya se sabe, el amor de una madre contra el mundo. Estaba segura de que Álex sentía lo mismo por sus hijos y que ellos estarían en las buenas y protectoras manos de su padre. Aunque fuese su final y estuviese en lo cierto que iba a morir aquí y no iba a salir de esta, estaba satisfecha con la vida que había tenido. Había pasado por muchas cosas malas, por dificultades, había derramado muchas lágrimas, pero los momentos importantes habían quedado grabados en su mente como si hubiesen estado fotografiados y la habían hecho la mujer más dichosa del mundo. ¿Quién necesita dinero teniendo amor? A su parecer, el dinero es necesario para la vida al vivir en una sociedad tan capitalista y materialista, pero sinceramente, prefería ser pobre y feliz a rico y amargado. ¿Para qué tener dinero si no tienes personas con quien compartirlo?
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Creo que me he enamorado... (Terminada).
Teen Fiction¿Os acordáis de mí? Sí, sí, soy James. Ese que era el mejor amigo de Ana y que a su vez también amigo de Álex. Ese que se enamoró de ella como un loco. Ese que siempre estaba a su lado en sus peores momentos. Ese que consiguió conquistar su corazón...