Capítulo XX La caída. Parte I

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Era de noche, Atlantis dormía pacíficamente. Habían sido días de gran agite desde que el Líder Achim Lenuke había desterrado a la princesa de Atlantis.

Los atlantes no habían parado de protestar desde que la habían sacado a arrastras de sus tierras. Ésta era la primera noche que Atlantis estaba en calma, desde entonces Achim Lenuke y su nieta, quien no quería ni verlo, habían dormido arrullados por los incesantes gritos y golpes de protesta del pueblo.

Achim veía desde el balcón de su habitación toda la ciudad. Todos dormían, no se escuchaba ni se veía a nadie por las calles.

Perfecto, así todo les vendrá por sorpresa. Pensó él. No sabrán qué los golpeó.

― Líder Lenuke. Los ejércitos aliados están en la barrera. ¿Qué debo hacer? ―preguntó uno de sus centinelas.

― Déjalos que vengan a mí ―dijo sonriendo entre las sombras nocturnas. El centinela confundido corrió a alertar a sus superiores.

El cielo poco a poco empezó a iluminarse con una luz plateada, estaban forzando la barrera. Poco a poco, pequeñas grietas se dibujaban en la barrera que cubría a toda Atlantis. Las grietas fueron creciendo más y más hasta que todas se unieron y la barrera con un fuerte estallido agudo, cedió.

Un cuerno sonó entre todo el silencio, alertando a los atlantes que asustados empezaban a salir de sus casas para admirar con terror en sus ojos como eran invadidos por los demonios.

El caos se extendía por todo el lugar. Los demonios arrasaban con todo a su paso. Mataban, destruían y quemaban todo a su paso.

El ambiente se inundó con el ácido olor a demonio y gritos de inocentes. Achim en su misma posición contemplaba todo desde lo alto. Un grupo grande de atlantes se reunía alrededor del palacio donde vivía Lenuke y lo miraban y gritaban pidiéndole su auxilio.

― Es bueno verte de nuevo. Achim, gracias por tu lealtad. Pronto todo lo que ves será nuestro ―dijo una sombra detrás de él.

Girándose contempló a su amo. Caminó hasta él y arrodillándose besó su mano.

― Amo, todo va de acuerdo al plan. Atlantis es tuya. Tu nueva gente espera por ti.

La sombra se acercó a paso tranquilo hasta el balcón. Observó como todo el firmamento se Atlantis se hacía suyo.

― Pueblo de Atlantis, su gran imperio ha caído. Ya no están bajo las órdenes y el amparo de los ángeles. Atlantis es mía y ustedes me pertenecen. Desde ahora y siempre seré su líder. Yo, Lumian Tenebres me proclamo, líder de Atlantis ― dijo con voz alta y potente mientras se descubría la cabeza, los largos mechones de cabello plateado volaron con la fría brisa.

Los demonios empezaron a aullar y a rugir vitoreando a su líder. Se escucharon tambores y trompetas de guerra.

― Arrodíllense ante mí. Cualquiera que intente levantarse en mí contra, le espera el peor castigo que puedan pensar.

Esperó a que la multitud cediera pero ellos no lo hicieron. Las cuatro tropas llegaban al centro de la ciudad para defender a su pueblo.

― Que así sea.

...

Caminé por las oscuras calles para llegar a mi casa. Hoy era el último día que mi padre había tenido aquí en el mundo humano con nosotras. Había decidido pasar todo el día fuera, mientras él se quedaba en casa con Cara y mamá. A pesar de que no lo queríamos ahí, el se había mantenido firme.

Me abrigué más con mi chaqueta y caminé a paso apresurado, me faltaba solo una calle cuando un olor putrefacto me inundó las fosas nasales. Me detuve, mirando a todos lados. Me sentía observada.

Sacudí mi cabeza y apresuré el paso hasta llegar a mi casa. Abrí la puerta y entré cerrándola de golpe.

Estaba todo incómodamente silencioso. Las luces estaban apagadas, era extraño. ¿Dónde estaban mamá y Cara? Normalmente no salían a tan altas horas de la noche.

Dejé mi abrigo y mis llaves en la pequeña mesita cerca de la puerta y caminé por el pasillo en tinieblas. De repente la luz de la cocina se encendió.

― ¿Mamá? ―dije en voz alta― ¿Estás en casa?

― Si hija, estoy en la cocina. ¿Cómo te ha ido?

Exhalé aliviada y caminé hasta la cocina. Ahí estaba ella frente a la cocina moviendo la cuchara de madera dentro de una olla que soltaba vapor.

― Bien, he caminado lo suficiente.

Caminé tomando un vaso de la encimera y me acerqué al refrigerador para tomar agua.

― ¿Sabes? Mañana podríamos ir al teatro, Cara quiere desde hace días ver una de las obras que presentan ahí. Necesitamos un respiro de todo lo que nos ha pasado.

― Me parece bien ―la voz de mamá sonaba extraña, como estrangulada. Un fuerte sonido se escuchó en el piso de arriba― ¿Qué fue eso?

― No es nada, es tu hermana. Está practicando sus entrenamientos ―su voz se escuchaba cada vez más gruesa a mis espaldas. ¿Cara practicando? Ella odiaba los entrenamientos y nunca los hacía.

El olor putrefacto empezó a hacerse más y más fuerte. Dos, tres y cuatro golpes. Esa no era Cara practicando.

― Iré a ver si está bien ―dije cerrando las puertas del refrigerador.

― No, no lo harás.

Antes de que pudiera voltearme una mano me tomó del cabello y me golpeó fuertemente al refrigerador. Mi vista se nubló y sentí un hilo de líquido caliente caer desde mi frente hasta la esquina de mis labios, apoyé mis manos en el refrigerador alejándome de él. Lo que corría por mi frente era sangre.

Tomé la mano que sostenía mi nuca con fuerza en cuestión de segundos. Y volteándome me di cuenta de que no era mi madre. Era un demonio.

Grité alarmada mientras le propinaba una patada en el pecho, el demonio aterrizó en la estufa y empezaba a quemarse. Chillaba y aullaba de manera desesperante. Lo tomé del cuello metiéndole la cara completamente en la hornilla encendida mientras tomaba un hacha de cocina y de un golpe le corté la cabeza manchando de sangre negra y corrosiva toda la cocina.

Mamá me matará por arruinar su cocina.

Me alejé con brusquedad del cuerpo del demonio y corrí escaleras arriba. Me detuve a medio camino al ver como más demonios bajaban intentando atraparme. Corrí desorientada por el anterior golpe desde la sala hasta el jardín sin cerciorarme de que las puertas de vidrio estaban cerradas. Atravesé las puertas cerradas llevándomelas por el medio y rompiéndolas, como si fuera poco caí por las pequeñas escaleras que daban al jardín.

Aterricé en el césped. Mareada, cortada y llena de vidrios rotos. Los demonios me rodearon. Aún con el hacha de cocina intentaba, inútilmente y con las pocas fuerzas que me quedaban, defenderme blandiendo el hacha como lo haría con mi espada.

Antes de que pudiera dar un paso caí de cara al suelo haciendo que el hacha volara de mis manos fuera de mí alcance. Todo me daba vueltas cuando intenté pararme nuevamente, eran demasiados demonios contra mí. Rápidamente alguien me tapó la cabeza con un saco negro y me desmayé.

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¡HEY HEY HEEEY! ¿Cómo la pasan? Espero que bien. ¿Que creen que le pasará a Perry? Ya la capturaron los demonios, así que es más que obvio que nada bueno... Puedo saborear cada vez más cerca EL GRAN FINAAAAL. ¿Que les ha parecido hasta ahora la historia? ¿Cuál ha sido su parte favorita? 

La Guardiana de Atlantis | INLUSTREM #1 Copyright ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora