The Commander

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Capitulo dos: The Commander

La vida de la Comandante Woods había sido regida por dos valores fundamentales: el amor a su país y el sacrificio. No estaba segura cuantas generaciones de Woods habían dedicado su vida al servicio de su país, no sabía si su decisión a los diecisiete años de ir West Point, había sido suya o simplemente lo que tenía que hacer, lo que se esperaba de ella, para lo que había nacido.

En la vida de Lexa Woods nunca hubo demasiado lugar para elegir.

Recordaba su infancia carente de juegos y excedida de entrenamientos, su padre, el General Gustus Woods había implantado una ley marcial en su hogar y la pérdida temprana de su madre no hizo más que intensificar aquello. Aun recordaba la dulzura de su madre, como gustaba de hornear pastelillos para que comieran luego de llegar de la escuela, como era la única que era capaz de enfrentarse a su padre y discutirle la firmeza con la que la trataba a ella y su pequeño hermano Aden, pensando en él lamentaba lo poco que alcanzó a disfrutar de su madre, lo demasiado joven que ambos eran cuando el cáncer extinguió su vida.

Giró la cabeza en negación, no quería llenar su cabeza de recuerdos que le produjeran tristeza, se levantó de su cama demasiado temprano, era la costumbre, cuando estaba en servicio no dormía más de tres o cuatro horas en una noche "tranquila", y ni ahora que estaba de vuelta en su país podía abandonar sus costumbres tan arraigadas. Se puso un chándal, un buzo con las palabras "army" y salió de su pequeña casa para ir a correr, quemar algo de energía le haría bien.

Aún el cielo no estaba claro cuando Lexa ya llevaba la mitad del tiempo que solía correr, ese silencio le era totalmente ajeno, esa tranquilidad con las que se movían las personas a su alrededor, algunas saliendo a buscar el periódico afuera de sus casas otras haciendo ejercicio como ella, si supieran todas las vidas que se sacrificaban en la guerra para que ellos tuviesen esa tranquilidad, pensó.

Dio la vuelta para volver al lugar donde vivía que aunque lo intentaba aún no se sentía como un hogar, acelero, hizo piques, sentadillas, flexionó sus piernas, gastó hasta la última gota de energía o lo intentó por lo menos, su cuerpo estaba acostumbrado al desgaste y sabía que era muy difícil llegar a su límite con sólo un entrenamiento. Entró yendo directamente hasta la cocina, bebió sin parar un vaso de jugo de naranja, luego se sirvió otro dándose un pequeño gusto, si un gusto, porque de donde venía hasta el agua era un gusto, todo estaba debidamente racionalizado para que no les faltara a las tropas.

Alepo, Siria, ese era el lugar donde había estado cumpliendo su último servicio, antes había pasado por Irak, Afganistán, África, había pasado por demasiados lugares horribles para recordarlos todos. Había dejado demasiado de si en cada uno de ellos.

Recordaba el día en que su vida había cambiado, iban con su unidad de Marines siguiendo el rastro de una célula terrorista que se habían asentado en el poblado donde estaban destinados, habían intervenido sus comunicaciones y como la unidad de elite que eran, recaía en ellos capturarlos a todos, vivos o muertos. Pero a medida que iban avanzado a pie después de bajarse del tanque, se dieron cuenta que estaban entrando a una escuela primaria de las pocas que quedaban funcionando. Lexa nunca olvidaría sus ojos, los oscuros ojos de ese niño de no más de quince años que sin una pisca de duda se había hecho explotar. Lo siguiente no lo recordaba con claridad, sólo que casi toda su unidad había sido asesinada y que ella avanzó y sacó a todos los niños que pudo de ese lugar antes que lo que quedaba de estructura se viniera abajo.

Sacó a la mayoría, pero la mayoría no eran todos y eso la atormentaría por el resto de su vida, aún en sus sueños la perseguían aquellos gritos desgarradores, aquellas imágenes que se habían grabado con sangre inocente en su cabeza.

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