Todo tiene un final...

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Narrado por Hiccup.

¿Cómo había podido abandonar de aquella manera a Berk?

Chimuelo debajo de mí parecía presentir que algo no iba bien porque mientras más nos acercábamos a Berk sentía que él comenzaba a tensarse de manera más visible y aquello solo me indicaba que algo andaba muy mal.

Merida agarraba con fuerza el borde de mi playera con fuerza pero se negaba a acercarse a mí, llevaba uno de sus arcos y podía ver en sus ojos que esta vez no dudaría ni un segundo en atacar...pero aquello no me preocupaba...¿Sería capaz de quitarle la vida a alguien?

Traté de mirarla de reojo, cerraba los ojos con fuerza y toda ella estaba tensa por supuesto yo ya me había acostumbrado a las alturas, sin embargo, ella aún debía de aprender a controlar los mareos que la primera vez provocaba, la verdad es que lo estaba tomando muy bien...la primera vez...la primera vez...Yo había sido el primer beso de Merida, aquello me seguía pareciendo demasiado irreal, ella era hermosa aunque...era cierto, me había costado ganarme su confianza al principio, casi me acuchillaba y me atravesaba con una flecha, si, la mayoría de los chicos se irían corriendo al instante.

Sonreí un poco al recordar nuestro primer encuentro.

Inmediatamente Merida abrió los ojos y me descubrió mirándola, se sonrojó visiblemente y apartó su mirada de la mía.

-¿Te parece gracioso?-me preguntó muy seria.

Mi sonrisa se desvaneció al escuchar los gritos de las personas a lo lejos, Chimuelo también los habrá escuchado ya que sus pequeñas orejas se levantaron poniéndose inmediatamente alerta, aquello era grave.

Tal vez no debí haber dejado que ella viniera.

Miré a Merida. ¿Sería lo suficientemente valiente?

Ella intercambió una mirada conmigo cuando ella logró escuchar también los gritos.

Si. Ella lo era todo.

Asintió como si entendiera mis miradas y yo le devolví el gesto haciendo que Chimuelo se inclinara un poco para poder aterrizar en una roca lo suficientemene plana para poder bajar sanos y salvos y poder evaluar la situación.

Chimuelo encontró un lugar y en el momento en que él tocó el suelo yo bajé de su lomo y miré a Astrid que aún continuaba patrullando por los cielos, su dragón lanzaba halos de fuego que incendiaban las embarcaciones que se encontraban cerca de Berk, al menos los teníamos acorralados, ya no podrían salir.

Fruncí el ceño.

-Debo de encontrar a mi padre-dije mirando a Merida-Necesito que te quedes con Chimuelo por si esto se pone feo, será nuestro único plan de ataque.

Ella me miró pero no hizo ninguna señal de haber entendido.

-MERIDA-grité para que me respondiera pero lo único que hizo fue asentir débilmente-Regresaré enseguida y te llevaré de vuelta a casa, no te muevas de aquí, solo serías una carga.

Su cara tomó una expresión dolida y sentí que mi corazón se encogía al verla, sabía que aquello había sido demasiado pero si no la convencía de que la necesitaba en aquel lugar podría meterse en problemas. No podía cuidar de ella ahí afuera si apenas podía cuidar de mí mismo.

Corrí hacia donde los gritos y las cenizas me guiaban y me encontré con un mar de cuerpos entre las nubes de humo combinados con las de niebla.

Sentí un escalofrío.

Había cientos de dragones con grandes heridas en su cuerpo, unos incluso no tenían algunas partes de sus cuerpos, aquella imagen me dio arcadas. Tenía que encontrar a mi padre y sacar a Merida y a Chimuelo lo más rápido posible. Corrí esquivando distintos golpes entonces llegué al centro de todo aquello. En el corazón de Berk se encontraban cientos de nuestros guerreros vikingos peleando contra hombres que parecían ser visiblemente más altos y robustos que los nuestros y que aparte llevaban en medio de sus pechos un escudo.

Me adentré a la pelea e inmediatamente tomé por el mango a mi espada y la desenfundé, tenía que encontrar a mi padre.

Uno de aquellos hombres trató de desarmarme con su propia espada pero yo logré detectar su movimiento y aquello me permitió contraatacar a tiempo para arrebatarle su espada. Y así fue como el campo de batalla poco a poco me fue consumiendo, no podía ver las caras de los hombres que se encontraban a mi alrededor, todo estaba pasando demasiado rápido. Astrid continuaba en los aires lanzando bolas de fuego a  distintas partes de la aldea para intentar alejar a nuestros atacantes.

Sentí otro temblor en mi cuerpo, escuché un gran estruendo que hizo de pronto que algunos de los nuestros nos detuviéramos y miráramos hacia el lugar de donde provenía el estruendo. Entonces pude verlo, el dragón de Astrid había caído, muchas flechas habían sido clavadas en su pecho y en la cabeza del dragón y a pesar de que Astrid seguía montada en el lomo de su dragón antes de que ella tocara la superficie del agua ella había saltado para que el pesado cuerpo del dragón no lograra aplastarla.

Sentí un miedo creciendo en la boca de mi estómago.

Aquello me distrajo por lo que un hombre logró ponerme el pie y tirarme al suelo. Me volví rápidamente para poder esquivar el golpe de su espada y el encuentro de ambos metales hizo que mi piel se erizara.

Alguien aprovechó que tenía mi arma ocupada y logró hacerme un gran corte en el costado.

Entonces vi a mi padre.

La mayoría de nuestros guerreros habían caído y los atacantes simplemente empezaban a buscar maniobras para su escape pero aún quedábamos los suficientes vikingos para continuar la lucha.

Mi padre luchaba con el jefe de todos ellos, una lucha de ambos poderes y yo sabía lo que significaba aquello. Alguien moriría y el otro se quedaría con todo. Comencé a forcejear para zafarme de aquellos hombres que trataban de atacarme, muchos trataban de llegar hasta mi padre pero el otro hombre les arrebataba la vida de un solo corte. Había sangre a su al rededor y en su espada pero al jefe del clan atacante no parecía importarle.

Logré deshacerme de uno de los hombres pero el otro luchaba y la posición en la que estaba era incómoda y no podía hacer mucho recostado en el suelo y simplemente bloqueando ataques.

Entonces escuché un grito y al mirar a mi padre pude notar que se encontraba en el suelo, sentí que mi corazón se aceleraba de manera que en mi pecho sentía un gran dolor. Traté de luchar de nuevo pero fue imposible.

Mi padre se encontraba en el suelo y nuestras miradas se cruzaron, aquel iba a ser el final. El guerrero líder levantó su espada para poder clavarla en el corazón de mi padre y yo sentí que el miedo me tomaba por completo.

Los ojos pequeños de mi padre no miraban a la muerte, me miraban a mí como si se estuviera disculpando, sentí un nudo en mi garganta. "Esta bien" dije mentalmente mientras trataba de mantener su mirada mientras aquella espada bajaba para atravesar su pecho.

De pronto pude ver que todo se detenía, todos pararon de pelear, un sonido cortó el aire.

Aquello era una flecha.

Entonces dio directamente en la garganta del líder de los atacantes haciéndolo caer de inmediato. Todo se quedó en silencio, incluso el hombre que peleaba conmigo había dejado de forcejear y ahora miraba a un punto lejano, cuando miré a mi padre y también miraba hacia el otro lado.

Me volví para mirarlo.

Una chica.

Una chica de rizos rojos, piel clara y ojos feroces sostenía un arco en alto.

Merida.

Ella tenía una mirada que nunca había visto en ella, era salvaje y...decidida, valiente. No sabía como describirla pero pude sentir que un miedo hacia ella crecía mientras los minutos pasaban, su rostro era muy serio y frío. La calidez simplemente se había desvanecido de su ser.

Sentí que me encogía.

Ella apretaba con tanta fuerza el arco que sus nudillos se habían puesto blancos.

Pero de pronto aquella fuerza se desvaneció por completo al ver al atacante de mi padre, ella pareció destrozada. De un momento a otro todo había desaparecido.

Entonces lo entendí cuando al caer vi la cara del atacante de mi padre.

Era el rey Fergus.

El padre de Merida.



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