Dolor.

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Narrado por Hiccup.

Aquella chica de rizos rojizos se encontraba sentada en la cama de mi habitación, miraba al frente y parecía que hubiera entrado en un estado de shock, miraba sin mirar, escuchaba sin oír y respiraba sin querer hacerlo.  Sus ojos ya no brillaban y su rostro se mostraba inexpresivo.

-Hiccup-gritó mi padre a mi lado- ¿Qué hacía ella aquí?

Merida realmente parecía no estar escuchando nuestra charla a pesar de que nos encontrábamos frente a ella, sus mejillas habían perdido todo su color y sus labios habían palidecido y agrietado, era como ver a una rosa morir lentamente.

La miré directamente a los ojos, por primera vez ella no me correspondió.

-La traje conmigo, ya te lo dije. Ella no sabía nada acerca del ataque a Berk-dije sin ninguna emoción.

-¿Qué hacías con ella?-dijo él mirándome de manera sospechosa.

Sabía lo que mi padre pensaba. Él tenía en mente asesinar a Merida a pesar de que ella lo había salvado pero al final seguía siendo el enemigo...me estremecí al escuchar mis pensamientos y ver a donde se dirigían...Mi padre también pensaba que yo había ayudado a la invasión a Berk.

-Le había prometido que volvería-dije.

-¿Le dijiste que volarías sobre Chimuelo?-preguntó obligándome a mirarlo-Hiccup, ellos parecían prevenidos a los ataques de dragón...le dijiste sobre los dragones a Merida-dijo él pero esta vez había dejado de ser una pregunta.

-Si-dije asintiendo.

Entonces me miró, deseé que nunca lo hubiera hecho.

Sus ojos reflejaban su enojo y su decepción, lo sabía. Lo había decepcionado pero en aquel momento no me importaba lo que mi padre pensara de mí, extrañamente su mirada solo me había provocado un estremecimiento, por quien realmente me sentía afectado era por Merida, ella había matado a su padre solo para salvar al mío, ninguna persona hubiese hecho eso. Ningún enemigo hubiese desaprovechado la oportunidad de acabarlo todo de una vez y ella no lo había hecho porque no era nuestro enemigo.

Mi padre salió de la habitación azotando la puerta tan fuerte que el suelo tembló con su estruendo. Ni si quiera me molesté en volverme hacia él.

Entonces fue cuando poco a poco me acerqué  a Merida.

-Merida-dije pero ella no movió ni un músculo.

Ella comenzó reírse y me miró.

-Dios, creí que él nunca se iría-dijo ella y de pronto su voz me pareció distinta, como si otra persona hablara a través de Merida-Ese hombre realmente sabe como gritar, aparte hace eso con su nariz cada vez que se molesta y estaba harta de oír lo decepcionado que estaba de ti.

La miré.

-¿Merida?-pregunté.

Ella me miró con...¿Malicia? Ella nunca me había mirado de aquella manera, aquella mirada no correspondía.

-Casi mueres y él solo te grita, gran forma de agradecer que lo ayudaras-dijo ella poniendo sus ojos en blanco...

-Merida-dije sorprendido-¿Estás bien?

Ella me miró extrañada.

-¿Por qué no lo estaría?-dijo ella levantándose.

No podía decírselo tal cual por lo que permanecí callado.

-Merida-dije acercándome poco a poco a ella como si temiera que huyera-Yo...

Ella me miró furiosa y sonrió como si tratara de no explotar.

-Mira-dijo ella retrocediendo asqueada-No se quién eres y no me importa pero deja de llamarme Merida.

La miré extrañado.

-Pero...-empecé.

Comenzó a formarse una sonrisa burlona que no pareció llegar hasta sus ojos.

-Aw-dijo ella lamiendo sus labios...¿Quién era ella?-¿El gato te ha comido la lengua?

Entonces de un momento a otro se volvió hacia la puerta exasperada.

-Patético-susurró ella mientras salía de la habitación y con un estruendo cerraba la puerta detrás de ella.

Ahí fue cuando me di cuenta de que Merida había desaparecido.



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