33: Primer punto de inflexión.

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♫ capítulo con playlist.



Han nunca comprendió el concepto de amistad que tenía su padre. De hecho, no estaba seguro de si verdaderamente podía llamar a eso amistad. ¿Reunirse alrededor de una mesa a debatir sobre trabajo por cuatro horas seguidas era algo que hacían los amigos? ¿Iría él mismo a convertirse en alguien tan unidimensional en un futuro? Esperaba que no.

En la superficie de la ventanilla explotaron una serie de gotas de llovizna, pequeñas y sin fuerza, pero constantes. Han bostezó, dirigió una mirada al frente, donde sus padres conversaban sobre algún detalle de la aburrida cena en tono ligero, luego cerró los ojos y se inclinó contra el reposacabezas, cayendo muy pronto en un sueño tranquilo.

A veces dudaba de si en realidad había dormido en algún punto. Quizá solo se había quedado en medio de la vigilia y el sueño, y por eso el susurro bajo; tan bajo que se mezclaba con el siseo de lo que ya no era una simple llovizna, sino una lluvia de gotas gruesas y pesadas repiqueteando contra la carrocería, consiguió captar su atención.

―Debiste haber hablado conmigo antes que con nadie más ―reprochaba su madre, su voz en un furioso murmullo. Han mantuvo los ojos cerrados, sin mostrar su extrañamiento ante su molestia. Su madre muy pocas veces se molestaba.

―La decisión fue tomada en el momento en el que me llegó la oferta ―fue la respuesta de su padre―. Creí que estarías feliz por ello. ¿No extrañas nuestro hogar?

―Nuestro hogar ha sido Seúl durante cinco años. ¿Esperas que empuje todo dentro de una maleta de un día para otro y lo deje atrás sin más?

―Por eso te dije que no debíamos acomodarnos demasiado.

―Dijiste también que solo nos quedaríamos un par de años.

―Lo sé. No debí aceptar cuando me propusieron quedarnos más tiempo. Ha sido un error ―suspiró―. Pero ahora tenemos la oportunidad de regresar, Yangmi, de volver a casa por fin.

―¿Y qué pasa con Han? ―preguntó ella, cambiando la molestia por preocupación―. Yo voy a estar bien. Pero, ¿qué pasa con Hannie?

―Lo aceptará.

―No lo sabes. No has hablado con él. Cinco años para nosotros no es demasiado tiempo. Para él es un tercio de vida ―discutió―. Le gusta su escuela, adora el jardín que hemos construido. Tiene a sus compañeros, a sus amigos...

―Hará más amigos en Beijing ―respondió él, lacónico―. Verás que es lo mejor a la larga. Es momento de que se separe un poco del muchacho de los Oh.

Hubo una pausa. Llena de desaprobación, ella preguntó:

―¿Aún sigues con eso?

―Eres demasiado permisiva. Debimos haberlo cambiado de instituto cuando pasó a la escuela media.

―Los hijos de los Oh no han hecho más que ser atentos y cuidar de Han como si también fuera parte de su familia. No puedes seguir actuando de esta manera solo por unos cuantos rumores en boca de otros. Ya lo has regañado antes por esta tontería, ¿por qué vuelves a traer el tema? Son un par de chicos, Zheng, por amor a Dios.

―Ahora, Yangmi ―respondió―. Pero hay límites que uno debe dejar en claro. Somos los padres quienes debemos enseñarles a diferenciar entre lo bueno y lo malo, y guiarlos por el camino correcto cuando se equivocan.

Ella negó con la cabeza.―Estás siendo irracional.

―Y tú estás ciega. Tienes las señales en frente tuyo y no llegas a verlas.

Toska «hunhan»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora