8: Lealtad

6.7K 740 179
                                    

Chad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Chad

Llegué antes a la hora del desayuno. Pero raramente no había casi nadie en las mesas, y sinceramente no le quise tomar importancia.

Tomé mi comida, y me dispuse a comer. Ya estaba acostumbrado a que Mery venía a comer después de mí, para evadirme.

Un par de guardias se acercaron asechadores, mirándome muy fijamente. Seguí comiendo, pues, yo no tenía ahora nada de qué pagar.

Sus miradas se hicieron nocivas, y me estaban molestando.

—¡Número Seis! —medio gritó uno, tomándome por sorpresa.

Levanté el rostro mirando con incredulidad.

—¿Sí?

Este no dijo nada, se acercó y me tomó con fuerza, provocando que me quisiera jalonear y así tirando mi charola con comida al suelo, forcejamos, y este soltó un puño en mi rostro, provocando un dolor infernal en mi labio y mejilla, ya que llevaba un par de anillos gordos en los dedos.

—Cálmate niño —añadió, tomando mi rostro con su mano, mientras el otro agarró mis manos por detrás de mí.

Pronto todas las miradas estaban encima de nosotros, y esta vez, de verdad, no sabía qué había hecho.

—¿Qué demonios? —inquirí cuando llegó otro y me tomó rápidamente, arrastrándome con fuerza del lugar.

En mi cabeza repase varias veces todo lo que había hecho esta semana, pero nada me hacía sentir como si fuese malo.

—¿Qué hice? —pregunté al final, mas burlón que temeroso, porqué ya hasta me daba un poco de risa la situación.

No respondieron, seguían arrastrándome por los pasillos largos y oscuros.

En ese momento mi cabeza solo pudo pensar en Mery y que ni siquiera nos hablábamos hace tiempo, si algo me pasaba, no quería que se sintiera culpable de algún modo.

Me tiraron al borde de una habitación sin casi nada de luz, cuando caí al suelo me lastimé porque no supe como sostenerme.

Me giré, mirando a los guardias frente a mí, mentalizándome para la golpiza que recibiría en ese momento. Quizá sí estaba acostumbrado, pero definitivo no era agradable.

—¡Habla! —gritó uno, tomándome fuerte de mi ropa, levantándome del suelo.

—¿Qué? —pregunté cada vez más confundido.

El guardia me agitó, tomándome con más fuerza, y pude sentir que mi ropa tronaba rompiéndose.

—¿Fue ella? —inquirió de nuevo.

La confusión se apoderó de mí, más fuerte, y al escuchar eso me asusté, hablaba de Mery, y yo últimamente no sabía que era de sus asuntos, aunque dudaba con todas mis fuerzas que ella se metiera en líos. No era capaz para nada, siempre era sumamente correcta.

La pruebaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora