Parte 2

4 0 0
                                    

Una mañana me desperté y le hablé despacito, como siempre, pero ella no respondía. La abracé con cuidado y la llamé por su nombre, despacio de nuevo. Finalmente abrió los ojos...pero estaba distinta. Constantemente se quejaba de que su respiración era decadente y que no podía respirar. Movía sus brazos en signo de preocupación. Así que rápidamente y sin dudar la agarré entre mis brazos y la lleve hasta al auto.

Llegamos al hospital y nos atendieron al instante. Enfermeras corriendo, caras tristes, la llegada de sus padres. Todos mis recuerdos sobre ese momento son confusos y borrosos. Solo recuerdo una tormenta. Una tormenta detrás de algo demasiado bueno.

El doctor salió a decirnos lo que ella tenía. Lily me miró con esos ojos despreocupados pero podía ver a través de ellos. Tanto sufrimiento, tanto miedo. Siempre habíamos sido fumadores pero hubo peores que nosotros. Y no era justo. No era justo.

Para cuando supimos acerca de esto ya era demasiado tarde. No había nada que hacer. La enfermedad se abría paso entre sus pulmones y yo no podía hacer nada más que abrazarla. Las comidas a la noche se convirtieron en corridas al hospital por unos de sus ataques, en los que no puede respirar bien y no puede. No puede... Mis horas de sueño fueron disminuyendo hasta tres horas dispersadas en veinticuatro al azar. Solo cuando estaba dormida y había enfermeras alrededor podía intentar cerrar los ojos. Aún así mis sueños eran agitados y tristes, casi más que la realidad, así que decidí quedarme en la vida real porque por lo menos ahí podía sentirla cerca de mí y ayudarla siempre que me lo pidiese.

El 21 de Septiembre a la tarde, agarré su mano y acaricié su cara. Y entre lagrimas le recordé todos nuestros momentos juntos. Esos amaneceres en Phoenix Park, Marlboro y sus historias comiquísimas acerca de sus peleas con sus seis hermanos, esas noches en el pub. "¡Cuánto amábamos ese pub!" ella me dijo con una sonrisa. Notaba todos sus músculos de la cara tensos mientras lo hacía. Lo hacía por mí. Tanto esfuerzo por mí. Y no podía parar de llorar. Ni ella, ni yo.

"¿Te acordás, Lily, aquella vez cuando corrimos por Ashington Ave, a las dos de la mañana bajo la lluvia?"

"Nunca lo olvidaría"

"¿Te acordás lo que me dijiste?"

"'No dejes de ser'"

"Así es. Lily, no dejes de ser"

"Jamás. Por siempre eternos."

En ese momento agarró tan fuerte mi mano y tensó tanto su cuello. Su pierna derecha no paraba de temblar. Y su cara hacia muecas de dolor. Sabía lo que significaba.

Me acerqué más a ella y la abracé más fuerte.

"Lily, siempre vamos a ser eternos. Siempre vas a serlo. Y hay mil maneras de ser eterno, solo no te aferres a una."

Lily me miró fijamente a los ojos, dibujó en su cara una sonrisa pero esta vez sin tensar ningún musculo, y dijo "Te lo prometo". Su respiración empezó a desacelerar, y su cuerpo dejó de temblar. Todo pareció detenerse, y su corazón también.

Mis llantos fueron tan fuertes que quizá podrían haberla traído de nuevo a mí. Pero no. Lily, mi Lily había encontrado una nueva manera de ser eterna, y esa era la mejor para ella.

Debo decir que el banco donde nos sentábamos en Phoenix Park es un poco frio y largo sin Lily a mi lado, pero cuando sale el sol, e ilumina mi cara, ese calor y esa luz rojiza es lo más parecido a Lily que puedo conseguir. Es mi manera de mantener a Lily eterna, dentro de mí.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 11, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Amanecer en Phoenix ParkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora