Capítulo 1.0

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Antes de nada: ¡Mil gracias por darme una oportunidad! 

No voy a enrollarme mucho así que esta es la historia de Riza, la primera Elizabeth, casi tres mil años antes de Nanatsu no Taizai. Va a haber romance, va a haber drama y van a haber demonios, diosas y muchas preguntas cuyas respuestas llegarán a su debido tiempo.


Hacen falta cinco espadas para matar a un demonio rojo. En teoría una pareja de humanos y un buen arsenal debería ser suficiente. ¿En la práctica? Se necesitan casi treinta caballeros. Y si no los tienes, que es nuestro caso, la única opción sensata es huir.

Recuerdo que, cuando yo nací, la guerra era algo que contaban los viajeros y a lo que nadie prestaba mucha atención. No es que fuésemos inocentes, sabíamos que los demonios se acercaban, pero incluso los más ancianos se habían criado oyendo hablar de la guerra. Los niños asumíamos que nunca iban a llegar a nuestra aldea. Si alguien sugería huir la respuesta era siempre "¿Y adonde?" y se zanjaba el tema.

No toqué una espada hasta cerca de cumplir los doce años y no fue por voluntad propia. Cuando padre, soldado, dejó de regresar al pueblo para la cosecha, mi madre desempolvó dos sables viejos y nos llevó a mí y a mi hermana a aprender del único vecino capaz de defenderse con ellos. A Roxy el interés le duró dos semanas pero para mí fue como si me hubieran abierto las puertas a una nueva vida.

Seis años después se combinaron la llegada de un caballero sagrado y mis sueños infantiles de encontrar a mi padre y traerlo a casa. Súmale tres años más, una diosa y varias muertes en combate y nos encontramos a trece de mayo.

Zariel flotó a mi lado un instante y tuve que tragarme un suspiro. Nunca estaba preparada para estas cosas.

-Si esperamos más el demonio verá a esos humanos que tanto quieres salvar.

-No voy a dejarlos morir, Zariel. –Le dije, y la etérea diosa chirrió algo que parecía una risa. No esperé a que me respondiera y desenvainé una de las cinco espadas que había tomado prestadas de la herrería. Llevar tantas armas era incómodo, ridículo y me hacía parecer un puercoespín. Lo malo es que funcionaba y sí, yo sola no podía matar un demonio de ese calibre, pero desde que contaba con Zariel sí podía ganar unos minutos.

Por si alguna vez os sirve, el mayor problema de tratar con demonios gigantes no es atravesarlos sino llegar a la altura suficiente como para hacerlo.

-Vamos a atravesar el pueblo. –Ordené, echando a correr hacia el monstruo y saltando escombros a cada paso. Esa cosa debía medir al menos veinte metros. ¿Dónde había un templo con torrecillas cuando lo necesitabas? Muy probablemente en ruinas y esa corazonada mía se confirmó en cuanto llegué a la plaza mayor. Zariel estaba provocando al demonio y alejaba sus golpes de mi posición pero me quedaba poco tiempo antes de que al ser se le escapara un pisotón. Me conformaba con subir a un tejado y en cuanto localicé un balcón intacto empecé a trepar por lo que quedaba de la fachada.

Por lo visto habían abandonado el pueblo no hacía mucho, probablemente el día anterior. Y aunque me habría gustado cotillear las pocas casas intactas, el chirrido de Zariel me obligó a darme prisa y dejarme de fantasías. Para bien o para mal el demonio se fijó en mi incluso antes de lo que debía y me vino el tiempo muy justo para esquivar su zarpa, saltar sobre su brazo y concentrar mi poder en la mano que tenía libre. Zariel lanzó una ráfaga de energía a los ojos del demonio y yo tomé esa distracción como si fuera un náufrago ante una madera flotante: salté contra el pecho del demonio, hundí la espada en su torso para frenar la caída y en cuanto bajé al sitio donde debía haber uno de sus corazones apoyé la palma izquierda y solté toda la energía almacenada.

Mi poder no me falló y mientras caía pude oír, no sin cierta satisfacción, cómo el demonio caía hacia atrás e intentaba regenerar la carne consumida por mi hechizo. Tenía uno o dos segundos hasta que se levantara de nuevo y pensaba aprovecharlos bien.

Ya había desenvainado una segunda espada (la otra había quedado inservible) cuando percibí, a través de mi lazo telepático con Zariel, que algo poderosos se estaba acercando. No tenía la habilidad de la diosa ni mucho menos control sobre lo que ella me mostraba pero cuando quise darme cuenta tenía los pelos de gallina. Teníamos que darle otro golpe al demonio, y rápido, así que me preparé para saltar y esperé la confirmación de Zariel.

Cuando me giré y vi que la diosa no estaba por ningún lado no me paré a pensar. Le clavé otra espada al demonio y eché a correr hacia el bosque. Fuera lo que fuera lo que estaba viniendo, si podía asustar de tal manera a una diosa, a mí no me iba a pillar esperando. Zariel podía encontrarme a través del vínculo telepático.

Bien pensado, esa fue la primera y la única vez que Zariel faltó a su promesa. 


Y con esto finaliza la primera parte de La Guerra de los Clanes. ¿Cuando habrá actualización? Pronto, y con ella vendrá la segunda parte de este capítulo. 

Nanatsu no Taizai: La guerra de los clanesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora