[Siento la demora. Cuestión de estudios.]
Aza por fin sintió de nuevo el calor de la esperanza en el pecho y se permitió sonreír levemente delante de las posibilidades que podía ofrecerle Shui. Confiaba en su inteligencia más que en la suya propia. A paso ligero, se dirigió hacia la puerta de la lavandería, y cuando giró el pomo no pudo arrepentirse más de haberlo hecho. El controlador de la puerta sujetaba a Shui por el brazo y ésta giró la cara aterrorizada.
— ¡Tú! — Gritó el controlador empujando a Shui y agarrando esta vez a Aza con mucha fuerza. Ella de forma instintiva intentó zafarse del agarre, pero no fue capaz. El controlador sacó la porra eléctrica de su cinto y golpeó a Aza en un costado, dejándola de rodillas— Habíais entrado para lavar vuestras camisetas y miráos, seguís con la ropa manchada.
— La lavadora no funcionaba, hemos venido a avis...— Empezó Shui, aunque su voz se vio interrumpida por el relámpago de dolor que le recorrió la columna segundos después de recibir el golpe de la porra.
— ¡Mentirosa!— Replicó él a voz de grito con la mano alzada preparado para darle otro golpe — Llevo tiempo vigilándote, sé que haces trapicheos y vendes de todo. Pensaba hacerte una visita esta misma noche. Quédate quieta, voy a cachear a la otra interna y veremos quién tenía razón.
Se dirigió hacia Aza y la tumbó boca abajo con las manos en la espalda. Se sentó encima de ella para inmovilizarla, y la chica se removió un poco por el dolor. Ese gesto pareció ser motivo suficiente para recibir otra descarga, a la cual respondió con un grito y las lágrimas empezaron a brotarle de los ojos.
Sentía que volvía a desmayarse como la vez que recibió el puñetazo pero el sonido de unas botas acercándose aprisa mantuvieron a su mente atenta de nuevo. Alzó la cabeza y vio a otro controlador.
— ¿Qué demonios está ocurriendo aquí? ¡La porra es solo por si te agreden! — Exclamó, apartando al hombre de encima de Aza. Le tendió la mano y le ayudó a levantarse de nuevo, antes de hacer lo mismo con Shui.
— Hazle un cacheo a la de los rizos y lo entenderás todo, compañero.— Sugirió el otro hombre, y el que la había ayudado procedió a registrarla. Tan solo sacó unas Monedas Doe.
— ¿Qué se supone que debo entender?— Preguntó delante de la confundida mirada de su compañero.
El hombre acabó por negar con la cabeza avergonzado y mirando al suelo. Poco después, volvió a alzar la mirada.
— Debo irme. La directora me llama.— Dijo, señalando al pinganillo que tenía en la oreja.
— Está bien. Después hablamos sobre lo ocurrido.— Contestó, dejando que el hombre se alejara de ellos.
Aza miró al chico que acababa de salvarlas de una paliza y asintió en un gesto de agradecimiento. No sentía aprecio más allá de lo que acababa de pasar por cualquiera de esos perros de la directora. Shui, sin embargo, abrazó al hombre.
— Gracias, Saúl.— Susurró en voz muy baja, pero Aza pudo escucharlo. El hombre la apartó bruscamente.
— No se os permite a las internas tocarnos. Vuelvan a las habitaciones.— Respondió, agarrando con suavidad a Shui del hombro y guiándola por el pasillo.— Nos veremos por ahí.
Saúl se marchó y ambas volvieron a quedarse solas, cerca ya de la habitación. Shui se despidió con un beso en la mejilla de Aza y se fue a su cama, lejos de la de Aza en aquella gran sala llena de literas.
Aza llegó a su cama y se tumbó pensando que no iba a conciliar el sueño, pero poco a poco fue notando como todo se volvía más y más oscuro y acabó dormida.
Unas horas después la alarma volvió a resonar por toda la sala, y Aza se levantó ignorando aquella vez el cartel. Una vez empezó a vestirse, Saúl se acercó a ella.
— Debido al malentendido de ayer la directora quiere daros la oportunidad de someteros a las pruebas como muestra de disculpa. Han despedido al hombre que os apalizó.— Dijo— Date prisa, ¿quieres?
El miedo volvió a apoderarse de Aza. Tragó saliva y notó que un sudor frío empezaba a perlarle la frente. Con la mandíbula apretada e intentando aparentar calma, acabó de ponerse el calcetín mientras pensaba en algún plan de escape. Sus ojos recorrieron las ventanas de la sala, que estaban a una altura considerable. No. Tenía que buscar otra manera.
Saúl, que la observaba, la sujetó de la muñeca y le apretó ligeramente
— Escucha, no tienes nada que temer, ¿está claro?— Abrió más los ojos muy rápidamente buscando complicidad— Nada que temer— Repitió, volviendo a hacer el mismo gesto.— Seguro que te saldrán muy bien.
Empezó a caminar dirección a la puerta y Aza, confundida, le siguió. Shui se incorporó a ellos y le ofreció la mano a la chica para que se la sujetase. Ella también parecía algo nerviosa, aunque desde luego iba más segura. Siguieron a Saúl durante bastante rato en dirección a la sala de pruebas, pero en un momento dado el chico se desvió y fue hacia los jardines de la entrada del centro.
— Eh, compañero, ¿qué haces aquí? La directora te va a echar una buena bronca. Aquí no pueden venir los internos.— Le dijo el controlador que vigilaba aquella zona, acercándose a él.
Una vez estuvo al lado de Saúl, él le golpeó con la culata del arma en la cara, tirándolo al suelo. Después de aquel gesto todo fue frenético. Shui apretó más fuerte la mano de Aza para que no entrase en pánico dada la confusión que estaba pasando en aquellos momentos. Ella se había quedado quieta y muda, intentando entender que estaba ocurriendo. Pero salió de aquel estado en cuanto Shui la estiró del brazo y la llevó dirección a la verja de salida, la cual Saúl estaba abriendo con las llaves del controlador. Corrieron ambas chicas para huir pero el chico que las estaba liberando las detuvo un momento. Le tendió la mano con un papel entregándoselo a Aza y ella lo cogió guardándoselo en el bolsillo. Shui volvió a abrazarle y ambos se miraron durante unos segundos antes de unirse en un beso.
— ¡No!— Gritó Aza al ver que el otro controlador se había incorporado y miraba a ambos con el arma en la mano.
Pero ya era demasiado tarde. Un arpón de aspecto afilado y cruel seguido de una cuerda salió disparado y atravesó a Saúl y Shui por el vientre. La chica tosió y llenó la cara de Saúl de sangre mientras él la miraba desesperado, aunque de su boca también brotaban espumarajos carmesí. Giró como pudo la cabeza hacia Aza y ella pudo leer lo que sus ojos decían: Huye
En medio de todo aquello, los pies de la muchacha respondieron por si solos. Se giró y empezó a correr por aquel sendero de tierra como si el alma le fuese en ello, apreciando el tiempo que Saúl y Shui le habían ofrecido y que jamás iba a poder devolverles.
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Cuando los muertos hablan.
De TodoUn susurro en tu oído. Un leve suspiro que rompe el silencio nocturno. Sentir que te flaquean las piernas. Que toda ilusión, alegría, sueño, esperanza, se vean drenadas por una continua tristeza. El anhelo de una felicidad que ni siquiera recuerdas...