Prólogo: Hazz y Lou.

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Louis salió de casa como cada mañana lo hacía: sus manos alrededor de las correas de su mochila, la cual parecía demasiado grande y pesada en comparación con su pequeño cuerpo, sujetándola, un beanie de color gris en su cabeza y una gran sonrisa. Todas las mañanas, aunque supiese que su día iba a ser horrible o aunque no hubiese dormido nada a causa de los gritos de su madre, él salía a la calle sonriendo.

Era un día lluvioso y el pequeño de nueve años se lamentó de haber estrenado sus nuevas zapatillas rosas aquel día, porque se llenarían de tierra y agua.

–¡Louis! –se escuchó una voz aniñada, emocionada, detrás de él.

Se giró con alegría y abrió los brazos para acojer en ellos a Harry; su mejor amigo del mundo entero. Harry tenía siete años, y eso no le gustaba a Louis porque no podían ir a la misma clase, y él siempre se sentaba solo. Sin embargo Harry tenía muchos amigos, y por esa razón Louis se sentía especial cuando Harry dejaba atrás a sus amigos para irse con él en los recesos.

–¡Hazz! –le dijo cuando se separaron– Mira mis nuevas zapatillas. Me las compré ayer con todo el dinero que tenía ahorrado. ¡Pero se van a manchar de barro! –exclamó mientras hacía un adorable puchero.

Harry miró las zapatillas, orgulloso de que Louis se las hubiera comprado con su propio dinero y que las hubiera elegido él; porque Louis era más mayor que él y tomaba sus propias decisiones, como los mayores. Eran muy bonitas, rosas como las que llevan las niñas, pero Harry pensó que eran ideales para Louis. Después sintió pena al notar que se estaban mojando con los charcos, y tuvo una genial idea.

–¿Y si te llevo yo, Lou? Así no se te ensucian.

–No hace...

Pero Harry ya lo había cogido cual princesa, y Louis no pudo hacer más que reir y enredar sus brazos alrededor del cuello de Harry para no caerse.

–Bebé, no pesas nada.

Louis se ruborizó al escuchar aquel apodo por el que siempre lo llamaba su amigo, y enterró su rostro en el cuello del otro.

–¡Vamos a llegar tarde!

Harry comenzó a correr bajo la lluvia, salteando los charcos, escuchando cómo Louis se le aferraba con fuerza y chillaba con vocecita aguda:

–¡Más rápido!

Harry se sentía completo teniendo a Louis en brazos. Desde el día que lo conoció supo que jamás lo dejaría solo y siempre lo protegería, a pesar de que Louis era dos años mayor. Harry siempre se fijaba en que el ojiazul no tenía amigos y que a veces lloraba porque se sentía solo y triste. Desde que lo conoció, le aseguró que nunca volvería a llorar; al menos, no por sentirse solo y triste.

Cuando llegaron a la entrada del colegio Louis se bajó a suelo y se miró las zapatillas, formando una enorme sonrisa hacia Harry. Después le dio un beso en la mejilla y se despidió de él, entrando a su clase. Se sentia radiante de felicidad al saber que al ojiverde le habían gustado sus zapatillas. Louis se había sentido tan protegido en sus brazos...

Varias risas y comentarios hacia él llenaron el aula cuando Louis entró, al parecer sus zapatillas rosas no agradaban a sus compañeros. ¿Y qué? A él le encantaban y eso era suficiente.

–¡Marica!

Los niños de su clase usaban esa palabra todo el rato, y Louis la odiaba porque le hacía sentirse difernte, en un mal sentido. Harry siempre lo denfendía ante eso, pero para su mala suerte Harry no siempre podía estar a su lado.

***

–Hazz... –susurró Louis, de vuelta a casa. Siempre volvían juntos porque vivían en la misma calle. Harry lo miró, alzando las cejas, instándole a que continuase–. ¿Te gustan mis zapatillas? Digo, a nadie le gustaron y a lo mejor me equivoqué y debí haber elegido otro color...

Harry lo detuvo, cogiéndolo del brazo y volteándolo con suavidad hasta que quedaron cara a cara.

–¿Por qué? Amas el rosa. Yo también amo el rosa. ¿Qué hay de malo en eso?

Y Harry no mentía; a él le encantaba lo mismo que a Louis, solo que él no lo demostraba, solo con su mejor amigo, que era el único que lo entendía. Harry siempre supo que en realidad Louis era más fuerte que él, porque no tenía miedo de ser tal y como era. Harry, en cambio, lo ocultaba a veces.

–Pero siempre se ríen... –dijo el ojiazul suavemente, triste– Y no se siente bien.

–No hagas caso de los tontos de tu clase, ¿vale? –le pidió Harry, apretándole la mano– Nadie puede hacerte sentir mal, ¿de acuerdo? Nadie vale más que tú, y creo que tus zapatillas son hermosas, así, como tú.

Louis se tapó la cara con las manos, sonrojado, Harry siempre le decia cosas bonitas y aunque el ojiazul pensaba que eran por lástima, conseguían hacerle un poco más feliz. Le dio un beso en la mejilla a Harry y siguieron caminando, cogidos de la mano porque ambos amaban sentir al otro tan cerca.

***

–¡Te vas a enterar! –gritó Louis con fuerza mientras se tiraba sobre Harry.

La habitación estaba hecha un desastre, la mamá del rizado había invitado a Louis a merendar y todos los envoltorios de chocolatinas adornaban el suelo y el escritorio. Además, habían muchos juguetes de acción con los que ambos niños entablaban una importante batalla.

Louis chocó su muñeco con el de Harry, que tenía un dinosaurio en las manos y este salió volando.

–¡Bien! ¡Maté al dragón! –exclamó el ojiazul con orgullo mientras acariciaba el pelo de su muñeca.

–Parece que esta vez no fue el príncipe el que rescató a la princesa, ¿uh? –le dijo Harry, acomodando su cabello y dejándose caer sobre la cama. Después estiró el brazo y agarró a Louis para que éste cayera a su lado, y lo abrazó con fuerza– No quiero irme Lou...

A Louis se le hizo un nudo en la garganta, y se hundió en los brazos de Harry, negando con la cabeza.

–N-no hables de eso ahora.

Se quedaron callados, envueltos en un cómodo silencio cargado de cosas que no se querían decir por miedo a lo que diría el otro. Harry se iría por quién sabe cúanto tiempo en una semana, ¿cómo se suponía que Louis sobreviviría sin él? ¿Y cómo lo haría el ojiverde, sin poder abrazar al castaño?

Se quedaron dormidos, entre algo que mezclaba la felicidad con la melancolía. Anne los vio juntos y llamó a la madre de Louis, y esta aceptó que Louis se quedase allí a dormir, por una noche. Ellos despertaron a la una de la mañana, habían dormido muchas horas y ninguno se sintió con sueño suficiente para seguir durmiendo. Se escuchaba la respiración de la madre de Harry en la habitación de al lado, señalando que estaba dormida.

Ambos niños se escabulleron de la cama y, entre risas infantiles, subieron a la azotea. No hacía ni frío ni calor, y se tumbaron muy juntos, mirando las estrellas.

–Cuando te vayas, y mires el cielo, yo también estaré mirando –murmuró Louis, emocionado–. Y aunque no estemos juntos, miraremos las mismas estrellas, ¿no es genial?

Harry asintió, tomando la mano de su amigo.

–Es perfecto.

Después de un rato, Harry notó que Louis se había quedado dormido. Se giró, olvidando las estrellas y fijando su mirada en algo mucho más hermoso. La cara suave y perfilada de Louis se veía hermosa bajo la luz de la Luna, y a Harry le asustó sentir algo tan fuerte por alguien.

Con suavidad, rozó las yemas de sus dedos sobre los finos labios del castaño, y después llevó sus propios labios hasta ellos. Los acarició, jugando a un juego que estaba volviéndolo loco. Louis abrió los ojos lentamente y, al ver a Harry con los ojos cerrados, apunto de besarlo pero sin llegar a hacerlo, lo sorprendió uniendo sus bocas con timidez.

Fue corto, pero cargado de un sentimiento indescriptible que hizo que ambos niños sintieran cientos de mariposas en el estómago. Pero, a su vez, aquel beso significó para ellos una despedida.

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Bueeeeeno, el prólogo está listo y, tengo 28732642432 ideas para esto y amaría que alguien lo leyese y disfrutase al igual que yo hago escribiéndolo

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⏰ Última actualización: Sep 12, 2016 ⏰

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