Fantasía, Sueño o Realidad

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Ya las luces en la calle comenzaban a encenderse, era de noche, pero no lo suficiente como para que dos chicas traviesas fueran a la cama. Se trataban de Alexia y Marina, dos amigas y vecinas que habían quedado para hacer un proyecto de escuela juntas, Alexia le ayudaría a Marina, pero al final las cosas se prolongaron y Marina se quedó a dormir en casa de Alexia.

Las risas y los cotilleos femeninos se escuchaban por toda la habitación.

-Shhhh Marina, que la gente ya estará descansando -dijo Alexia, aunque la realidad era que no quería dejar de oír a la contraria. Su risa era como la de un ángel, la más hermosa de las melodías. Marina tan sólo sonrío como respuesta.

-Lo intento... Lo intento. De verdad, lo siento -logró decir sin echar a reír. ¿La razón? Cualquier tontería de jovencitas, burlarse de algún chico o chica del instituto; un recuerdo gracioso de la infancia, el motivo era lo de menos. Ambas eran jóvenes, adolescentes haciéndose mayor, dieciocho años recién cumplidos en la menor, Marina, y en la mayor veinte, Alexia. Y aunque ya eran chicas de universidad, cuando se juntaban parecían quinceañeras haciendo pequeños juegos, como: "verdad o mentira".

Por un momento, todo se quedó en silencio. Marina dejó de reír y miró a Alexia.

-¿Pasa algo? -preguntó la menor. Pero Alexia parecía estar perdida, tan sólo se quedaba embobada mirando al frente... mirando a Marina.

-Nada... -pudo decir y después suspiró. Claro, había mentido, porque sí que pasaba algo y pasaba mucho. Alexia no dejaba de mirar a Marina, le fascinaba todo de ella, sus labios, sus ojos azul marino, su cabello largo y rubio. Todo, pero incluso todo era poco decir. Alexia estaba loca por Marina, no solo por su físico, también por su forma de ser, tan cálida, tan dulce. Y aunque no lo dijera, ella notaba hasta el más mínimo detalle, y ya se había dado cuenta de que la pequeña había abandonado su cuerpo de niña, sus pechos ya habían crecido y mucho, pero también sus caderas; sus piernas, todo se había torneado de una manera tan... deliciosa.

-Tienes mirada de boba -dijo Marina completando la frase con una risilla, la menor no veía con maldad la mirada de su amiga y no tenía motivo. Su amiga admiraba su belleza, no la pervertía.

Alexia reaccionó y agitó levemente la cabeza.

-Nada de eso, tonta. Anda, mejor vamos a dormir que mañana hay escuela.

-¡Oh! Es verdad, con tanta risa y charla por un momento olvidé el "Uni" -así era como le decían de manera corta a la universidad-. Sabes, imaginé que me quedaría durmiendo en tu casa, como tantas otras veces -confesó y rió tiernamente-, así que en esta ocasión he traído mi piyama.

-Vaya, que mala suerte, entonces, hoy no te pondrás mi ropa para dormir.

-Jajaja no, creo que ya he molestado mucho.

-Sabes que no es molestia -aclaró Alexia y se colocó de pie. Ambas habían estado sentadas en el suelo. Al ver que ella se colocaba de pie, Marina le imitó. Una vez ambas estuvieron incorporadas, la mayor se acercó, rodeó la cintura de la contraría y le proporcionó un sonoro beso en la mejilla. Marina soltó su tierna risilla que tanto la caracterizaba.

-Iré a cambiarme.

-Sí, claro -Alexia soltó a Marina y esta se metió al baño. Una vez que la puerta se cerró, la mayor respiró profundo y suspiró. Ella también hizo lo mismo, tomó un par de prendas de una cómoda, se despojó de su ropa y se puso sus prendas para dormir: una playera floja y un short de algodón. Algo bastante sencillo.

Mientras tanto en el baño, Marina tomaba sus prendas de una pequeña maletita color rosa. Su delgada y estilizada mano sacó dos prendas, una era un pequeño camisón rosado semi transparente, la otra era la parte inferior, un pequeño calzón también semi transparente y color rosa. Las colocó a un lado y prosiguió a desnudarse para cambiarse. Comenzó quitándose el amarre de su cabello, luego tiró del listón y una vez que su cabello rubio y largo quedó suelto prosiguió con la camiseta, una de color blanco y tirantes. La tomó por la parte inferior y lentamente la deslizó hacia arriba, dejando ver poco a poco su tersa piel. La cual, al quedar expuesta, se erizó y un leve sonrojo apareció en las mejillas de la menor. Posteriormente se desabrochó su falda y la deslizó por sus largas y bien torneadas piernas. Una vez más subió sus manos, pero esta vez para desabrochar el sostén; al separar el broche, sus dedos bajaron los tirantes para retirar por completo la prenda, esto hizo que sus rosados botones se abultaran. Sin demora tomó sus pantaletas y también las deslizó quedando completamente desnuda. En seguida, pero sin prisa, comenzó a vestirse, se colocó el camisón, el cual era corto, llegando hasta la mitad de su trasero, y estaba abierto por la parte de adelante desde arriba hasta abajo, pero en la parte superior eran dos listones entrecruzados los que mantenían la prenda unida, a modo de corsé únicamente en la parte de los senos. Cruzó aquellos lazos y por último se colocó el calzón.

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