One-shot

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Una sonrisa fría y mecánica, movimientos exactos y calculados perfectamente. Su cuerpo era una cáscara, un mero recipiente sin sentimientos, sin emociones y, lo peor de todo, sin libre decisión sobre sus acciones. No tenía libertad.

Era un títere y, como tal, se limitaba a seguir órdenes y cumplir los deseos de su amo, le gustase o no. Se tomó su tiempo para construir sus propias barreras contra el dolor y la impotencia; aunque con el tiempo todo había dejado de importarle, seguía sintiéndose vacío y miserable. JongDae levantó unos muros tan altos y sólidos, se encerró tan adentro de sí mismo, donde solo era él, que terminó perdiéndose sin saber realmente quién era. Dejó de existir. Había perdido todo el brillo que años atrás había cegado e iluminado a tantos. Sus cuerdas vocales dejaron de vibrar, su canto se perdió en el tiempo y, como un pájaro perdido, se dejó abandonar sin esperanza. Dejó de luchar contra la corriente y simplemente la siguió, como una máquina, no cuestionó nunca nada más. Se acomodó y se conformó con todo lo que le viniese, guardó sus armas de caballero de brillante armadura y cavó su propio panteón.

Aunque se pinchara, no saldría ni una gota de sangre.

Una belleza inmaculada, con proporciones doradas de ensueño.

Así era él, un muñeco andante que caminaba solitario por los amplios y luminosos pasillos de la Universidad de Seúl, sin compañía, sin sonrisa, sin nada y, lo peor de todo, roto. Unos años atrás habría estado rodeado de personas, con una cálida y sincera sonrisa en sus labios, seguramente contaría unos cuantos chistes malos antes de comenzar a hacer bromas locas sobre las marcadas ojeras de Zitao o las orejas enormes de ChanYeol o, incluso, de sí mismo. Porque él era sencillo, brillante y, bajo toda esa burla, humilde y humano. Estaba vivo y él lo sabía. Todos lo sabían y lo amaban, era tan brillante que nadie podía dejar de admirarlo, tan hermoso que parecía salido de algún relato de un fuerte y apuesto dios del Olimpo. Sus pómulos perfectos y delineados le daban un toque sensual y por no hablar de la ligera curvatura en las comisuras de sus labios. Sin embargo, tras el accidente del que nadie hablaba, todo cambió. Él cambió.

JoonMyun caminaba como cada día de su pacífica existencia por los pasillos de la Universidad de Seúl, había llegado tarde a la primera hora y no es que hubiese sido echado, pero ese profesor era muy estricto y era casi mejor no asistir que entrar en mitad de la lección; así que decidió deambular por los pasillos hasta la cafetería. Entró en el amplio lugar con una amable sonrisa en su rostro, era el típico chico rico y amable que aparecía en los doramas en contraposición al rico y arrogante donde ambos luchaban por la chica protagonista. Se detuvo durante unos escasos segundos algo desconcertado y buscó con la mirada a alguno de sus amigos, sin embargo, no vio a nadie conocido. JoonMyun se encogió de hombros y siguió su camino hasta la barra de la cafetería, allí pidió una hamburguesa de queso y una cola, no había tenido tiempo de desayunar en su casa con las prisas. Bufó exasperado, intentaría no caer en la tentación de nuevo y pasarse toda la noche jugando al ordenador con su grupo de amigos, aunque seguramente ellos estarían peor que él. Rio por ello y se encaminó a algún asiento vacío, se sentó tarareando una simple melodía de algún estúpido anuncio televisivo y abrió la lata de cola, bebiendo luego un largo buche. Tenía una sed horrible y la boca pastosa, ni si quiera le había dado tiempo de limpiarse los dientes, ¿estaría dando olor?

Rápidamente desechó esa idea con un ligero movimiento de cabeza y se dispuso a dar el primer mordisco a su hamburguesa, mientras masticaba alzó la cabeza y vio en la mesa de frente a JongDae, aquel chico del que todos hablaban, pero al que nadie hablaba. JoonMyun dejó de masticar y observó su perfecto rostro, tan blanco como la porcelana, sin ninguna imperfección aparente, con finas y huesudas manos, las comisuras de sus labios grácilmente elevadas como si hubiesen sido dibujadas con un fino pincel, cejas rectas y bien pobladas, mejillas prominentes y mandíbula cuadrada. JoonMyun estudiaba Historia del Arte, por lo tanto, podía juzgar y reafirmar una y otra vez que la belleza del chico era tan dolorosamente perfecta, tanto que muchas veces se preguntaba si era real. JongDae alzó la mirada al sentirse observado y analizado, ladeó suavemente la cabeza para mirar a JoonMyun, su rostro no denotaba ninguna expresión ni emoción aparentemente, sin embargo, sus labios se estiraron en un intento de sonrisa. El estudiante de arte frunció el entrecejo, no le gustaba esa sonrisa, no quería ver una sonrisa muerta y fría. Quería ver al verdadero JongDae, sus antiguos amigos ahora eran los suyos y, a veces, cuando bebían tanto que no podían ni sostenerse en pie, comenzaban a contar viejas aventuras junto con el chico mecánico. Era tan fascinantes y divertidas, que deseaba con todas sus fuerzas haber conocido a todos en esa época. Quería conocer a JongDae, más bien, a Chen, al que sus amigos recordaban con tanto anhelo y nostalgia. Se sostuvieron la mirada sin mostrar ningún síntoma de incomodidad, es más, más que verlo, JoonMyun estaba perdido en sus pensamientos, cuestionándose cualquier cosa sobre el muchacho que estaba delante de él, observándolo fríamente, aunque con algo de curiosidad.

MACHINE [SuChen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora