Conociendo a Mikael.

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Narrado por Helena.

La reina Elinor tenía una familia, sin embargo, yo nunca la había visto. Nos manteníamos alejadas para que nadie supiera realmente de nuestra conexión, tenía una cabaña a las afueras del bosque, tan oculta que solo yo podría encontrarla. Era pequeña pero a pesar de eso estaba muy lejos de aquella aldea en la que me habían tratado como un monstruo, incluso ahora que ninguno de ellos me reconocía por mi nueva apariencia seguía escuchando sus palabras y recordando sus rostros llenos de asco y horror.

Me estremecí al recordarlo.

Ahora cada mañana salía y miraba por mucho tiempo el cielo sin sentir que debía de ocultarme, incluso había descubierto que yo podía sacar un poco de mi energía y controlarla a través de mis manos, emitía pequeños destellos azules y se formaba una especie de bola de fuego de un color azul eléctrico. Estaba casi segura de que mi madre también podía hacer aquello, tal vez era hereditario, sin embargo, había veces en que dudaba haber tenido alguna madre pero entonces me recordaba a mí misma que una mujer me había cuidado mis primeros años de vida y la reina Elinor me había hablado acerca de ella. No mucho solo que su nombre no era bien visto en la aldea pero aquello yo lo sabía antes de que ella me lo dijera.

Miré mis manos, también había aprendido a hacer otras cosas como mover las cosas sin si quiera tocarlas y podía sentir que mi poder crecía con el tiempo, ahora era más fuerte y más ágil.

Escuché que alguien tocaba mi puerta y por un momento me tensé, luego recordé que hoy era el día en que yo iba a cumplir mi promesa con la reina Elinor, la iba a ayudar y luego sería totalmente libre.

Al parecer uno de sus aliados había estado planeado traicionarla y ahora ella y su clan corrían peligro, ella necesitaba mi ayuda para poder hacer algo para detenerlos.

La reina entró en mi pequeña cabaña y me miró por un momento de un modo maternal, no estaba acostumbrada a aquello por lo que hice una mueca y me acerqué a ella lentamente.

-¿Estas lista?-me preguntó, llevaba meses preparándome para esto, lo tenía todo planeado por lo que yo sabía que nada podía sorprenderme ahora.

Asentí.

Ella me sonrió.

-Gracias-susurró cerca de mi oído y sentí que mis mejillas se teñían de un rosado a causa de la vergüenza, nadie me había agradecido por nada en toda mi vida- Estaré en deuda contigo el resto de mi vida, Helena.

-Estamos a mano-dije evitando su mirada y saliendo de la cabaña.

Ella asintió.

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Me encontraba caminando, había llevado conmigo una capucha para cubrirme ya que el lugar a donde iba a ir era la parte más oscura del bosque. Mientras caminaba hacia allá podía verse como todo a mi al rededor iba perdiendo vida, las plantas poco a poco se secaban y el camino se llenaba de una leve neblina, era como la entrada al inframundo, podía escuchar a los cuervos entonar macabras melodías o tal vez se comunicaban entre ellos, ya no lo sabía. El caso es que cada vez que daba un paso podía oír como las ramas se partían bajo mi peso, sin embargo, mi mente transformaba esas ramas en huesos y aquello me mantenía totalmente alerta.

Lo único que tenía que hacer era entrar a escondidas al castillo y hacer un poco de mi magia con ellos para asustarlos. Era algo fácil. Sabía el camino de memoria ya que había tenido mese para aprenderlo y era imposible que me perdiera.

Escuché de nuevo el graznido del cuervo que se encontraba a mi lado, me miraba con aquellos ojos tan negros como el mismo abismo pero cuando yo le devolví la mirada pude sentir que uno de mis pies era atrapado por el suelo mismo. Por un momento aquello me desconcertó y de hecho en pocos segundos me encontraba con todo mi cuerpo hundido en aquella zanja que se había llenado de una espesa substancia compuesta por lodo. Comencé a luchar pero mis pies no tenían de donde poder empujar, traté de usar mis poderes pero no podía concentrarme...no podía respirar.

Comencé a gritar sabiendo que aquello no serviría de nada. Un poco de lodo entró a mi boca y evitó que continuara gritando, entonces sentí como poco a poco me hundía. Trataba de liberarme pero no había nada que pudiera ayudarme a salir de aquel lugar, el lodo se encontraba en todo mi cuerpo, podía sentir la pesada substancia en mis brazos y jalando mis piernas...entonces por un momento me pregunté si aquel sería el final...un patético final.

Traté de concentrarme pero al dejar de luchar solo conseguí hundierme más hasta que me encontré totalmente sumergida en la zanja. Entonces pude sentir la tierra moverse, ya no respiraba para evitar que el lodo se introdujera a mis fosas nasales, si lo hacía aquel sería realmente el final. La tierra continuaba temblando, no recuerdo lo que pasó, solo el sonido de el trote de un caballo que se dirigía hasta mí.

-Demonios-pude escuchar la voz de un chico y sentir unos fuertes brazos sacarme de mi prisión.

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Abrí poco a poco mis ojos sintiéndome muy pesada como si por un momento hubiera perdido el control de mi cuerpo. Comencé a toser y con horror pude darme cuenta de que tosía el lodo de aquella zanja.

-No fue una decisión inteligente meterte ahí-dijo la misma voz del chico que me había sacado de la zanja.

Bajé mi mirada y fruncí el ceño.

-Chico listo-dije poniendo los ojos en blanco y levantando mi mirada pude encontrarme con unos profundos ojos marrones-¿Acaso tienes otra recomendación para mí?

Él me sonrió, creo que nunca un chico me había sonreído antes...o si quiera haberme mirado, usualmente trataban de evitarme incluso cuando era solo una niña.

Era alto, su cabello negro azabache revuelto y un poco largo ya que llegaba hasta sus hombros, su piel era clara y ridículamente contrastaba con la oscuridad de aquel lugar y de su negra armadura, su sonrisa era relajada y me provocó un estremecimiento, sus ojos marrones me miraban divertidos y bajo ellos se encontraba una cicatriz que parecía haber estado ahí desde hacía años ya que casi era transparente.

-Si-dijo él riendo y pasando una de sus manos por su cabello- No camines en medio de un bosque desconocido sola.

Fruncí mi ceño pero inmediatamente mi mirada fue directamente a la espada que se posaba en su mano, él la tomaba con fuerza y a pesar de que no parecía dispuesta a usarla mis experiencias me decían que era mejor estar alerta.

Me llevé mi mano a la capucha y rápidamente me levanté para poder apuntarle con la pequeña daga pero al parecer él ya lo esperaba ya que únicamente se rió de mí.

-Que chica tan curiosa-dijo él enfundando su espada e ignorándome-Primer: Baja esa daga, te vas a temrinar haciendo dañoa ti misma. Segundo: No crees que sería una tontería haberte sacado de aquella zanja simplemente para matarte. Tercero: Yo que tú llevaría algo más que una simple daga por este bosque. Eso-dijo él señalando mi daga- no te servirá de nada.

Él se recargó en el caballo negro que se encontraba cerca de nosotros.

Por primera vez le sonreí a pesar de que sabía que yo en aquel momento me veía más ridícula cubierta de lodo.

-No necesito más que una daga-dije bajando mi daga pero sin enfundarla.

Él me miró a mis ojos y por un momento pude ver que una de sus comisuras de sus labios se levantaba levemente, cuando nuestras miradas se cruzaron ambos nos mantuvimos un momento así, él parecía explorarme poco a poco mientras yo solo echaba un vistazo a lo que tenía frente a mí, sentí que mis mejillas se encendían y de pronto me sentí agradecida de estar cubierta de lodo.

-De eso estoy seguro-dijo tratando de sonar serio pero sin lograrlo.

-¿Crees que no sobreviviría aquí sola?-pregunté alzando una ceja, retándolo.

Él negó lentamente con su cabeza sin apartar la mirada.

-No-dijo él-Estoy seguro que durarías mucho más que algunos.

I just need an answerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora