[Parte 1/2]

41 2 0
                                    


Se había levantado temprano como venía siendo costumbre desde hacía unos meses atrás. Se acostaba tarde y se levantaba temprano, a penas lograba dormir unas cinco horas en total y, si lo lograba, era todo un milagro. Estaba cansado, no solo físicamente si no de todo. Estaba harto de no poder escribir la música que quería, que él deseaba. Quería cumplir su sueño y no trabajar de esa forma, no quería ser obligado o forzado a escribir canciones, no quería dejarse llevar por la marea comercial y capitalista.

No. Él era más que eso. Él era Min YoonGi, un chico que ponía sus sentimientos e ideas en rimas. Él escribía y ordenaba su mundo, él le daba color y movimiento al rimar comer con beber o amar con odiar. Él podía rimar cualquier cosa, él podía pensar en cualquier idea, en cualquier estrofa en menos de cinco segundos e improvisar porque Min YoonGi había nacido para dar sentido a las letras, darles forma. Sin embargo, había una cosa, más bien persona, que no podía rimar. No podía rimar nada con Park Jimin, ni si quiera un simple verso con el que meterse con su altura, aunque entre ambos chicos solo existiese un centímetro de diferencia. Aún así, no lo lograba y eso lo frustraba. Se añadía a su lista de pesos pesados en su espalda y ocupaba la mitad de sus pensamientos. Seguía metiéndose con el menor, pero no podía evitar abrigarlo bien cuando este se quedaba dormido en el sillón jugando a la play o cuando fingía no tener sed en los ensayos para dejarle más agua, o también cuando cedía con algún capricho al cual al principio se había negado a comprarle. Realmente le gustaba la vitalidad y sonrisa del menor, llegaba a ser contagiosa si se despistaba.

Suspiró fuertemente en la entrada del apartamento que compartía con los demás miembros y se puso unas botas marrones, esas que tanto le gustaban al menor y que Jin les había comprado a todos por regalo de Navidad. Negó con la cabeza suavemente y ahí estaban sus pensamientos: torturándolo sin descanso. Chasqueó la lengua terminando de atarse los cordones y se levantó con pesadez mirando la hora en su móvil. Como cada día que no podía volver a dormir, iba a la pequeña cueva de Bangtan, a su pequeño segundo hogar, aquel donde tenía todas sus maquetas guardadas, bases sobre las que trabajar y letras sobre las que imaginar. Se colocó bien la mochila bandolera que llevaba colgada a un lado y se miró en el espejo de la entrada, colocando su gorro. Se lamió los labios suavemente, observando su reflejo y suspiró acariciando luego sus profundas ojeras que ya ni se molestaba en ocultar con maquillaje. Negó con la cabeza, cogió las llaves y salió del apartamento sin ni si quiera fijarse en que en el exterior estaba lloviendo.

Jimin se levantó al oír movimiento en la casa, últimamente tenía el sueño bastante ligero ya que estaba preocupado por su hyung favorito, Suga. Lo veía diferente, cansado y pensativo. Temía que el mayor pensase en salirse del grupo como otras veces había pasado cuando se estancaba con alguna letra, pero con unas palabras de aliento y algunas bromas, el mayor lograba sacar esa letra adelante y ser brillante, siendo siempre felicitado por su jefe. Jimin oyó de nuevo el sonido de la puerta cerrarse y suspiró pesadamente, girándose en la cama para mirar la litera vacía de Suga. Se mordió levemente el labio y terminó por levantarse, preocupado, sin poder volver a conciliar el sueño como solía pasarle en esas últimas semanas.

Jimin era alguien con mucha energía, con una voz chillona, pero dulce, era un chico simple que le gustaba bailar e inventar nuevos pasos, juguetón y cariñoso. Su sonrisa siempre brillaba en sus carnosos labios, pero, últimamente, ese brillo se iba perdiendo. Estaba cansado, no dormía bien por el miedo que sentía ante la idea de que Suga pudiese dejarlos y huir del peso del trabajo. Sabía que el mayor era responsable y trabajador, pero también era cabezota y si se le metía algo entre ceja y ceja, no había quien lo sacase de ahí. Jimin realmente amaba a Bangtan y a cada uno de sus miembros, sin ellos, nada sería igual. Muchas veces se preguntaba qué hubiese pasado si él o algún otro miembro no hubiese entrado al grupo, pero rápidamente sacudía la cabeza y dejaba de pensar en esas cosas. Odiaba sentirse triste, no quería volver a pasar por una época difícil y sumirse en una ligera depresión. No. Él era Park Jimin, el chico juguetón.

RAINY DAYS [YoonMin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora