Junio

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Todo estará bien.


El sol saludaba vagamente por la ventana abierta que se situaba al lado de mi cama. La ciudad más tranquila de las que quizá había conocido alguna vez adornaba aquella mañana una suave melodía y con sus tonos anaranjados. Las calles eran apenas transitadas y acompañadas de la suave brisa de las mañanas, el aroma de la melancolía, y de una atmosfera capaz de calmar cualquier corazón. Era otra mañana más en Villa Crepúsculo, y era el primer día de verano.


Casi era imposible de creer que iba a poder descansar, que no iba a tener que seguir nuevamente un horario durante nueve meses, cargado de tareas y trabajos por doquier, de presiones y de estar pendiente de un número. Casi era imposible de creer que mis días no estaban marcados por fechas importantes, de exámenes o de una constante estresante como eran las notas, de pautas o abundantes superviciones, y que por fin, tras todo este largo tiempo les iba a ver.


Mis labios esbozaron una leve sonrisa, mi pecho sentía las ganas, la alegría y la emoción de comenzar este día que, poco a poco, iban siendo cada vez más abundantes y más notorias, mi alma estaba por otro lado tranquila y relajada, estaba serena, y mis ojos brillaban con devoción esperando encontrarse con aquellos otros que tan bien los comprendían.


Tan solo me tambaleé un poco al levantarme de la cama y poner los pies en el suelo, apenas preparados aún para sostener el peso de mi cuerpo, pero fueron mínimos los segundos que se necesitaron para espabilar al cuerpo e ir corriendo a por algo de ropa, algo para vestirse, algo para caminar bien, no había que olvidarse de peinarse un poco, y con la mejor cara que podía haber puesto este año, una de felicidad verdadera salí corriendo a una de mis pastelerías favoritas.


Los desayunos en Villa Crepúsculo, en una mañana de verano, eran frescos y agradables y mejor era si eran con una buena compañía, como la de aquel rubio de ojos azules y tez morena, Roxas, quien no podía parar de contarme lo mucho que nos había echado de menos y lo terrible que habían sido, para él, aquellos nueve meses junto con nuestra ausencia. ''¿Sabes que es que te cambien el mismo profesor tres veces? Y encima tener a Vexen de tutor, ¡es horrible!'' Y yo, quien no dejaba de reírme de su mala suerte.


Lo cierto es que Roxas y yo nos conocemos desde hace no mucho... Como un año, él estaba pasando por una época dura y yo tenía miedo a lo que desconocía y absolutamente en aquel tiempo yo desconocía todo, pero Roxas siempre fue extraño, de algún modo pese a su tristeza temprana, aquella sonrisa radiaba como un millón de soles, era una luz hermosa.


De hecho, casi me atrevería a decir que Roxas y yo estábamos destinados a conocernos.


Roxas, pese a todo, siempre ha sido alguien sensible, y eso le trajo muchos problemas. Era como una muñeca de porcelana, era fácil de romper, pero quizás no era tan delicado, era cierto que él tendía más por un camino más solitario, más apagado, donde buscar apoyo y obtenerlo equivalía a nada, porque no era capaz de confiar en nadie, la primera vez que lo vi, parecía un zombie, era demasiado callado, pasaba de todo y de todos, y de algún modo, en cuanto me acerqué a él, esa personalidad, ese pasotismo cambió repentinamente. La primera vez que reímos juntos recuerdo que comíamos helado en el lugar de siempre y desde entonces así ha sido.


Tomamos la estación donde acostumbrábamos a guardar silencio. No porque no supiéramos de qué hablar, más bien era por el paisaje. Cada vez que el tren cruzaba de un extremo a otro era como si la pintura de la ventana mostrase algo distinto, un paisaje nuevo, renovado, de colores vivos, era como si el último paisaje que vimos ya no existiera, y esto hacía cada vez más especial cada detalle externo.


El parque acuático era uno de mis lugares favoritos, recuerdo el corazón rebotando de alegría hasta casi salirse del pecho, como el sol acariciaba con fuerza nuestro torso, como su rubio se hacía más dorado que nunca y como el agua acariciaba fría y tenue mi piel. ¡Podría pasar horas en un parque acuático! Las atracciones llamativas, los colores, y sobre todo las risas y los juegos, hacían que simples estructuras tomasen forma y vida para cada uno brindando así emoción. Pero bien sabía Roxas que yo prefería otra cosa antes de un parque acuático, más bien, otro lugar donde solíamos pasar los últimos días de verano, la playa.


''Sabe como... salado, ¡pero a la vez dulce!'' Cuántas veces no habremos dicho eso, cuántas veces no habremos compartido eso.


Salado y dulce, caliente y frío, el último momento del día era puro contraste donde estábamos los dos, sobre un gran gigante que, mientras marcaba con sus pasos el tiempo, se dirigía a un hermoso atardecer y mojaba su cabeza con algunas gotas de aquel azul turquesa tibio de nuestras manos resbaladizas.


Aquellos helados no podían faltar en estos días tan especiales, aquel frescor que daba al final de cada día conjunto al gran atardecer eran momentos únicos, y aunque fueran todos similares, día tras día, tenía claro que eran momentos que no volveríamos a repetir. Podía parecer una tontería, pero aquellos helados encerraban tantos recuerdos como aquella caja con pulso que llamábamos corazón.


Incluso casi hasta podría decir que ver el crepúsculo se hacía tan lejano como cercano, siempre me dio la sensación de anhelo...


Había algo en el sol que echaba en falta.

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⏰ Última actualización: Sep 14, 2016 ⏰

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Vacaciones de Verano [Kingdom Hearts]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora