Dentro

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Después de recorrer media ciudad, K decide que es momento de descansar. Toda la mañana se la ha pasado buscando un nuevo empleo que le ayude a pagar al menos la renta de la semana. La pelinegra sabe que Spencer no la abandonará a su suerte pero está harta de necesitar siempre de su ayuda. A éstas alturas, cualquier persona común, tendría su vida establecida.

K, se entretiene imaginando lo lindo que sería ser una de esas personas; se imagina estudiando en una enorme universidad, conociendo gente con más metas en su vida que sobrevivir día a día; se imagina conociendo a una bella estudiante, enamorándose de ella, compartiendo experiencias juntas y decidiendo compartir el resto de su vida; se imagina obteniendo un gran empleo, uno que no involucre ser considerada una persona de segunda categoría, sin clientes ineptos. Se imagina en una vida completamente diferente que sabe que jamás tendrá.

La pelinegra es atacada con la realidad cuando el delicioso olor a salchicha, proveniente del carrito hot dogs del parque hace su estómago rugir. K toma un pequeño paquete de galletas que abre con la intención de detener el deseo de comida que el aroma ha despertado en ella. La pelinegra comienza a comer poco a poco su galletas cuando un lastimado perro se acerca a ella cojeando. 'Lo último que me faltaba' se dice la mujer cuando suspira ampliamente antes de compartir el resto de sus pobres bizcochos con el herido animal.

K, se escapa entrando a hurtadillas por el lobby del viejo motel, quiere evitar cualquier contacto con Spencer para no tener que aceptar que no ha podido conseguir otro trabajo; y entra a su pequeña habitación. Se quita la vieja chamarra de cuero, la misma que Spencer le regaló hace unos años en Navidad, desgastada y cada vez más rota, pero es la única prenda que atesora por su significado. Su único regalo en una celebración desde que su padre le compró aquél libro infantil.

La mujer desata las apretadas botas y se tira sobre el colchón, lo único que quiere hacer es desconectarse nuevamente de su realidad; pero su atención es atraída por unos pequeños pasos en el pasillo. K odia las delgadas paredes de la edificación, que dejan pasar cualquier ruido por más mínimo que sea.

Un pequeño papel es deslizado por debajo de su puerta y los pasos se alejan con rapidez. K se para de inmediato de su colchón para abrir la puerta pero no puede ver a nadie en el pasillo; ni abandonando el lugar. Cuando regresa a su habitación recoge el pequeño papel y puede ver lo que está escrito en él.

'Mañana.

12 P.M.

Av. LeFanu # 307'

La pequeña tarjeta blanca no contiene más información.

La pelinegra piensa que debe tratarse de una estúpida broma de alguno de los insistentes vecinos del motel que siempre tratan de invitarla a salir; su primer instinto es tirar el papel a la basura. Pero cuando la lee por segunda vez se da cuenta que la dirección indica uno de los vecindarios más importantes de la ciudad; K está segura que ninguno de sus odiosos vecinos ha siquiera pisado aquellos lugares, no hay posibilidad alguna que esa tarjeta sea de alguno de ellos.

La mujer se dice a sí misma que es mejor dejar el tema por hoy, descansar y mañana decidirá si se atreve a ir a dicha cita o no. De cualquier manera debe levantarse temprano, una de las cosas que más odia, para buscar trabajo nuevamente.

La mañana llega más rápido de lo que la pelinegra hubiese querido, con un fuerte gruñido se levanta para bañarse con la fría y escasa agua que cae por la improvisada regadera del cuarto. K se pone las últimas prendas que le quedan limpias y mochila al hombro emprende su camino a buscar trabajo nuevamente. Antes de salir del cuarto, la pelinegra no puede evitar sentir añoranza al preguntarse si éste será el último día que podrá dormir en ese sucio y viejo colchón. Luego se reprende a sí misma por darle tanto valor a un pedazo de tela.

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