Primera y única parte.

203 28 13
                                    

Love is over.

(Se acabó el amor)

«Personalmente, creo que después de que amas a alguien, y comienzas a odiarlo... no lo estás odiando realmente. Es imposible odiar algo que amaste.

Es el odio reflejado, el odio hacia ti mismo, por haberte permitido amar a alguien tan ruin, a alguien que te dañó tanto. El odio propio, por permitir que te destruyeran, porque esa persona, alguna vez, ocupó un lugar en tu corazón.

Y porque lo hará siempre. No odias a esa persona. Te odias a ti mismo porque sabes que jamás podrás odiarlo.»



Durante algún tiempo estuve profundamente enamorada de él. De su cabello negro, sus mejillas algo regordetas, sus ojitos marrones, sus párpados hinchados, su sonrisa. Su carita de bebé en general. Su risa, sus movimientos, la forma en que cubría su cara con una mano cuando estaba avergonzado o cuando reía mucho y no tenía confianza en su dientecito chueco —que, por cierto, yo amaba mucho. Su voz, que cuando se emocionaba, se tornaba aguda.

No recuerdo en ningún momento haberle dicho un directo «te amo». Pero sí un «¿Te complica matemáticas? Puedo ayudarte con ello. Quiero que te vaya bien en el examen». «¿Cómo estuvo tu día?» «¿Comiste bien?» «Regresa a casa con cuidado». Quizás por eso me dejó, porque estaba sobre él todo el día y, en las noches, no dejaba de mandarle mensajes en Kakao Talk. Borré esa aplicación, porque él era el único con quién hablaba (y porque no quería seguir de psicópata-masoquista viendo todas sus fotos nuevas). Lo mismo con Facebook.

Lo amé. Reí con él, lo abracé, lo besé hasta el cansancio. Porque esa es otra cosa que amo, sus labios. Suaves y rellenitos, rosaditos como un bebé.

Mi corazón latió fuertemente al recordar nuestros besos. Quería repetirlos, todos y cada uno de ellos. Desde el primero, hasta el último, desde lo más escasos roces, hasta los más profundos. Desde el más inocente, hasta ese que tenía sentimientos no muy sanos de por medio.

Lo amé. Lo protegí, lo alenté, le daba críticas constructivas y lo cuidé con todo mi ser, con todo lo que yo podía ofrecer, le ofrecí hasta lo que yo misma me privaba.

Limpié una lágrima, porque me dolía el corazón. Porque sentía su recuerdo como una espina gigantesca en mi pecho. Y no sólo su recuerdo, el verlo, el sólo pasar mis ojos sobre su ser me provocaba una tristeza inexplicable. Porque me enamoré, y mi amor no me ama.

La primera vez que lloré por él, lo hice en la noche, entre la privacidad que me brindaban mis sábanas. Él había estado muy triste durante todo el día; cuándo le preguntaba qué sucedía, solamente negaba con la cabeza y me sonreía, pero yo sabía que esa sonrisa no era de verdad, porque no había alcanzado sus ojitos. Sus ojitos no parecieron cerrarse cuando elevó las comisuras de sus labios, tratando de engañarme con la belleza de su sonrisa. Lloré porque no había sabido cómo hacerle sentir bien.

La última vez... la última vez que llore por él, no será pronto.

Porque su amor, ese que ya no me pertenece, me tiene como una flor marchita. Lo que una vez me brindó sustento, alimento, luz, caricias y todo lo que necesitaba, se alejó de mi alcance. Dejó que mis pétalos, que alguna vez tuvieron color y brillo por él, se marchitaran, primero perdiendo el color, la fuerza, arrugándose, encogiéndose, para finalmente caer. Él plantó la semilla, se preocupó de que la flor creciera, pero después renunció a seguir regándola. Y la dejó morir. Y me dejó morir.

Pero esta flor, sigue amando al jardinero que alguna vez le dio la vida.

**

Creo, que lo estoy aceptando. Creo, que las lágrimas están disminuyendo.

Love is over.  {park jimin}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora