XXXV. Nadie puede conocerme.

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"No digas que me conoces y sabes como soy porque sólo quien ha estado en mi piel sabe como soy. Sólo yo puedo juzgarme y sólo yo me conozco"

—No, te equivocas de nuevo.

—Tú no me conoces.

—Lo hago.

<<Nadie conoce mi verdadero yo, nadie sabe cuantas veces he llorado sola en mi habitación, nadie sabe cuantas veces he perdido las esperanzas, nadie conoce los horrorosos pensamientos que pasan por mi cabeza cuando estoy triste, nadie me conoce. >> pensé mientras  miraba  a la nada duramente.

—Podrás conocer a la Paula que está frente a ti, pero no conoces a la Paula que se esconde bajo la oscuridad inminente de su habitación.

—Pero..

—Y no tienes la culpa, ni tú ni nadie conoce a esa Paula, y ni tú ni nadie la conocerá.

—¿Por qué eres así? ¿Por qué intentas alejar a las personas de ti?

—No quiero que os sintáis decepcionados cuando me conozcáis como realmente soy, con cada defecto a la luz. Ni tampoco quiero que lloréis como margaritas cuando me vaya .

—No dejaré que hagas eso.

Suspiré.

—Ya lo hice, adiós Flinn —. Colgué su llamada y tomé una profunda y larga respiración que permitiera a mis pulmones seguir funcionando y que mantuviera mi estado de animo completamente relajado.

Puede que Flinn tuviera razón, yo solo intentaba alejar a los demás de mi, pero... no quería más heridos en mi batalla y mucho menos quería decepcionar a más gente.

Su llamada había interrumpido mis pensamientos  y me había hecho cambiar el rumbo de mis pensamientos completamente ¿Decía conocerme? Nadie me conocía.

Nadie sabía de lo que era capaz de hacer.

Estando a 80 kilómetros del orfanato bajo una fría tormenta de nieve, sola con mis pensamientos y tumbada en un banco me di cuenta de que ni siquiera yo me conocía realmente.

Yo creía ser la del problema, yo creía ser la chica imperfecta con demasiados defectos para poder destacar en un grupo de gente y que acabaría decepcionando a todos.

Pero todo eso era parte de mi ¿Todos tenemos inseguridades no? 

Llevaba una semana durmiendo fuera del orfanato, varias personas habían intentado contactar conmigo, Flinn fue con la única que hablé. No me sentía mal, una persona normal se sentiría mal por estar sola, pero yo me sentía bien, sin preocupaciones, hasta que a unos pocos metros le vi. 

Caminando bajo la nieve, con una gigantesca chaqueta negra y unos vaqueros.

Era él, el hombre de la foto.

Era mi padre.

Muñeca rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora