Gran mentira

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Golpee el saco con fuerza, tratando de que, con cada swing que daba, dejara salir la ira que me consumía por dentro.

¡EL TENÍA QUE IRSE DE AQUÍ, MALDITA SEA! ¡Y NO CUMPLIÓ CON EL TRATO! ¿Por qué sigue aquí? ¿Por qué está a mi lado? ¿Por qué no deja de verme?

—¿Podrías dejar de mirarme? —indagué fastidiada. Desde que lo molí a golpes no ha dejado de seguirme. Ugh.

—No te miro, te observo—pasó sus manos por detrás de la cabeza.

—Lo que sea—dije indiferente.

—Y respecto a tu pregunta—calló un momento— No dejaré de hacerlo—sonrió de lado—. Observo las cosas que me atraen.

 Detuve mis golpes, aguantando la respiración gracias a su comentario.

—Haré como que no oí eso—di otro golpe, mucho más fuerte.

—¿Podrías dejar de estar molesta?—musitó exasperado.

—Cuando dejes de ser tan idiota, quizá lo considere—di una patada con doble giro, que impacto fuertemente en el centro del saco.

—¡TE DIJE QUE LO SENTÍA!—mostró una mueca de dolor.

Seguro son las costillas.

—Eso no basta—espeté—. Hablar y hacer son cosas muy diferentes—me detuve.

—¿Quieres que te lo demuestre?—me miró fijamente.

—Si tú quieres...—murmuré.

—Lo haré—sonrió—. Ya verás que no soy un idiota la mayor parte del tiempo—se apretó otra vez el abdomen.

—lo miré de reojo, mientras reía entre dientes—. ¿Te duele?

—¿Lo preguntas o lo afirmas?—alce los hombros—. Creo que tengo las costillas rotas—apretó la mandíbula.

—Niñita—me burle.

—¡Pero me duele!—me golpeó juguetonamente el hombro—. Golpeas como luchador.

—Me lo dicen mucho—sonreí orgullosa.

—Si me muero será tu culpa—espetó con dolor.

—Ya quisiera yo eso—lo vi reír y lanzar un quejido—. No seas tan chillón—rodó los ojos—. Ven acá —le hice una seña.

—¿Qué pasa?—me miró curioso.

—Quítate la camisa—exigí.

Abrió los ojos como platos. ¡JA! maldito pervertido...

—¿No vas a violarme verdad?—me miró divertido.

—Estoy en contra de la zoofilia—dije con simpleza.

Bufó.

—Bien—exclamó de mala gana. Se empezó a quitar la camiseta Adidas que llevaba, dejando al descubierto un abdomen algo amoratado ¿Yo hice eso? Igual se lo merecía.

—Creo que te he roto una—observé con atención—. O dos costillas.

—¡No me digas!—expresó con sarcasmo.

—Siéntate—señalé una banca.

Busqué el pequeño botiquín de primeros auxilios que se encontraba en la oficina de Tresh; saber dónde escondía esa bendita llave tenía sus ventajas. Encontré unas cuantas vendas, gasas y algodones con alcohol. Perfecto.

—Quédate quieto—pedí.

Empecé a vendar su abdomen tranquilamente, limpiando con alcohol algunas heridas viejas que tenía. Me detuve en una pequeña cicatriz diagonal, ubicada en su espalda, y por alguna fuerza cósmica o algo parecido, comencé a acariciarla.

Dangerous Love [ HIATUS ]Where stories live. Discover now