12
La abuela se marchó cuatro días después, un sábado. Tres días después de la visita a la casa de madera.
Todo parecía normal...hasta que la abuela de Regina se llenó tanto de ronchas que parecía unas palomitas o una bola de muchos chicles rojos y tenía tanta comezón como cuando muchas hormigas te caminan por todo el cuerpo. Las ronchas tenían tal veneno que la habían hecho olvidar unas cosas. Era la segunda persona que se envenenaba y olvidaba lo que pasaba.
Siempre la casa era lo que olvidaban.
Cinco horas antes, de que la abuela de Regina terminara en el hospital Regina y Alaska fueron a la casa como cada semana, saltándose el ultimo receso. Pero Regina había olvidado un pequeño detalle, su abuela la recogería temprano porque irían juntas al lago.
Regina y Alaska caminaron a la casa, pero está vez alguien las seguía. Cuando entraron a la casa, todo fue bastante diferente.
Llegaron a la puerta abierta de la habitación a la que siempre entraban.—Regina, da cinco pasos atrás.
Ordenó alguien adentro, ella no obedeció hasta que La Sombra gritó su nombre. Dio cinco muy cortos pasos para atrás.
—Entren.
Alaska entró primero a la habitación. La puerta se azotó antes de que Regina pudiera entrar, Alaska gritaba y golpeaba la puerta. Regina ponía toda su fuerza en abrirla, después de unos segundos Alaska se calmó y se escuchó que se sentó. Regina se quedo ahí sin estar tranquila.
Una puerta rechinó a su lado, ella se levantó rápidamente y corrió hacía ella, la puerta se cerró tras ella.
—¿Qué pasa? ¿Porqué nos separan?
—Siéntate, querida.
—No me voy a sentar y no me llames querida.
Un sonido de alerta retumbó en toda la habitación, unos gritos agudos y tétricos de la habitación de a lado inundaron los oídos de Regina.
—Alaska... — susurró— ¡¿Qué le estás haciendo?! Regina estaba agitándose más de lo normal.
—Que le estás haciendo tú, querida. Cada vez que desobedeces ella sufre.
Inmediatamente Regina se sentó en el suelo y se dispuso a escuchar.
—Buena niña. Muy bien, el día de hoy voy a contarte sobre tu gran amiga Alaska.
—No quiero que me cuentes tú, lo que tengo que saber ella me lo dice.
—¿Desde cuando me ha importado que quieras que te cuente o no?
(...)
—Quiero que Regina esté aquí.
Alaska estaba temblando, y tenía más miedo que nunca en su vida.
—Siéntate, te voy a contar algo.
Alaska no se sentó, la alarma de advertencia retumbó por tercera vez en sus oídos y ella corrió a sentarse, aún así el grito de Regina la hizo temblar.
—La chica que está en el otro cuarto, que dice ser tu amiga. No lo es. Los reinos no son amigos, es algo que los nuevos reyes han querido hacer creer pero no. No pueden ser amigos, pueden ser aliados en las guerras o en el trabajo pero nada de amigos entre ellos. Tal vez te estés preguntado porqué, y seguro lo estás haciendo porque eres una pequeña niña ilusa. Te voy a decir porque. Los reinos, guardan secretos. Secretos que el otro reino no puede saber. Incluso, cada integrante de la familia real tiene su propio secreto que tal vez ni el resto de la familia lo sabe.
»Regina Bradene es esa princesa, esa princesa misteriosa. Más que una persona, es un misterio que todos quieren descifrar pero pocos son los privilegiados. Hoy vas a ser tú.
Y empezó a hablar, sin importar los sollozos de Alaska. Así como en la otra habitación ignoraron a Regina intentando cubrirse los oídos para no escuchar, pero era inevitable.
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Los secretos de la realeza.
FantasíaCuando en Bradene, Erand, Syltois o Casatovia cumples diecinueve años, puedes cruzar legalmente la frontera y, si eres una persona particular puedes entrar a Agravar, la escuela de la realeza. Regina y Alaska son especiales, entraron a Agravar y ah...