El despertador sonaba con tal insistencia que parecía que sabía lo que aquel día representaba.
No necesité de él para despertar; llevaba horas dando vueltas en la cama, pensando y pensando sin poder conciliar el sueño otra vez.
Me levanté de la cama de un salto, y sin pensarlo demasiado me dirigí a tomar una ducha con agua cálida.
El estómago me daba vueltas debido a los nervios que sentía, todo me parecía tan irreal, y no solo por el hecho de que fuera a casarme con Michael Jackson... ¡NO!
Si no porque simplemente nunca jamás había contemplado si quiera ser la esposa de alguien... y hoy ahí estaba, a punto de cambiar eso para siempre.
¿Me arrepentía? ¡Para nada!
Nunca había estado tan segura de algo en mi vida, sin embargo, no podía evitar preguntarme a mi misma si estaba a la altura de aquello.
Quería ser una buena esposa. La mejor de todas.
Sabía lo mucho que Michael deseaba una deseaba una familia "completa", y rogaba al cielo poder llenar sus expectativas.
Toda la vida había tenido la creencia de que una persona es capaz de reconocer al amor de su vida una vez lo tiene frente a sus ojos; aun y cuando nunca antes lo había experimentado, confiaba que el día en que esa persona llegara a mi vida, yo sería capaz de percatarme de que era él, y no ningún otro.
Algo así me había ocurrido con Michael.
Posiblemente no había sido tan evidente al inicio, pero el hecho de que ahora pudiese contemplar mi vida entera a su lado me hacía confirmar que sí, que efectivamente era él a quien el destino había reservado para mí.
El bullicio se hizo presente en mi habitación de un instante al otro.
Personas entraban y salían de ahí con prisas que me ponían incluso más impaciente y nerviosa.
Janet Jackson estaba sentada frente a mí, mirándome fijo mientras su equipo de vestuario me metía en aquel bonito vestido que yo misma había elegido a mi muy particular y mojigato gusto.
Era esa la primera vez que la veía en persona.
Anteriormente habíamos tenido conversaciones telefónicas, y por Skype, sin embargo, jamás la había tenido frente a mí antes de aquel día.
Me parecía incluso más bonita ahora que la veía en persona.
Tenía el cabello rizado más "salvaje" que hubiese visto nunca, y una enorme sonrisa blanca que contrastaba magníficamente con el tono canela de su piel.
Era muy parecida a Michael y eso me hacía sentir cariño por ella, aun sin haberla tratado antes.
Si tuviese una hija, ojala se pareciera a ella.
- Es bonito – dijo refiriéndose al vestido una vez lo tuve puesto.
Lo era, o bueno, al menos eso creía yo, por algo lo había elegido, y vaya que yo era difícil para la ropa.
Era largo, pero no muy abultado, con un escote tipo corazón que se disimulaba al estar cubierto por un elegante encaje blanco.
No mostraba demasiado de mi cuerpo y eso me hacía sentir muy cómoda.
De pronto, Janet se levantó de su lugar, se colocó a mi espalda y tomándome de los hombros me dirigió al espejo del baño para que pudiera contemplar como lucía vestida de novia.
Tuve que abrir y cerrar los ojos un par de veces para acostumbrarme a lo que veía.
Era yo, pero diferente...
Había pedido que mantuvieran mi apariencia lo más natural posible. No deseaba verme luciendo como una persona completamente diferente en las fotografías; mucho menos que los invitados a la ceremonia se preguntaran quien era yo y que había hecho con la Helena que ellos conocían.
Mi cabello rizado se mantenía ahí, solo que se veía más brillante y se escondía prolijamente bajo el velo de novia.
El maquillaje era muy sencillo, pero me gustaba de una manera sorprendente, puesto que yo no era precisamente una fanática de usarlo.
No pude evitarlo aunque lo intenté. Sonreí como una boba al percatarme de que me gustaba lo que el reflejo me mostraba.
- ¿Soy yo? – bromeé y solté unas risitas.
- Claro que si – dijo ella aun posada a mi espalda, mientras yo la observaba a través del espejo. – Michael va a emocionarse mucho en cuanto te vea –
Un cosquilleo tonto de esos que solo Michael me provocaba se hizo presente en cuanto la escuché. Y es que no deseaba verme "bonita" para nadie más que para él.
No me percaté de que tan rápido o lento pasaba el tiempo, hasta que de un momento a otro me vi obligada a salir por el pasillo luego de que todos, incluida Janet, me hubiesen dejado sola en mi habitación por un par de minutos.
Me encontré a mí misma sintiéndome aterrada de abrir la puerta y encontrarme fuera de ahí, pues sabía sin dudar un solo instante que al hacerlo me encontraría con Michael por primera vez aquel día y me daba miedo no lucir como él hubiese imaginado; por otro lado, también estaba impaciente por verlo, por mirar su rostro mientras él me observase y encontrarme en el reflejo de sus ojos marrones.
No lo había visto desde la noche anterior, cuando nos despedimos antes de encerrarnos a dormir cada uno en una habitación diferente, porque sí, Michael había resultado ser muy supersticioso para aquellos asuntos.
Siempre me dijo que no quería ver el vestido antes de aquél día, que ni siquiera deseaba escucharme hablar de cómo sería, pues no quería ni imaginarlo.
Por eso mismo habíamos acordado dormir separados, porque él no quería que nos viéramos hasta estar listos y a instantes de comenzar la ceremonia.
Así lo hicimos.
Y ahora, era justo en estos instantes que aquel periodo alejados estaba a nada de terminar.
Con manos temblorosas giré el picaporte y asomé la cabeza antes de decidirme a salir completamente.
No había nadie.
Posé entonces los dos pies fuera y avancé unos pocos pasos cuando escuché que su puerta también se abría.
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