Estoy en la espera, sé que tarde o temprano algo debe venir a poner mi mundo al revés, no sé qué pueda ser pero guardo la esperanza de que así será. En la espera se mide la constancia y yo estoy luchando por mantenerme de pie, porque mi fe en lo desconocido no flaquee, sino haciéndome más fuerte, para que la base de mi carácter pueda soportar el peso de eso que tanto sueño, sin sentir desmoronarme, porque sé que lo que tanto quiero y espero no va a ser fácil de conseguir o con un peso ligero de soportar; lo que se ama, cuesta en obtenerlo pero de eso se trata, no de dar, si no de darse.
Era una tarde soleada, con el cielo despejado y una que otra nube en cielo tan delgada como si fuera una pequeña pincelada blanca sobre el azul infinito. Me había sentado en mi lugar favorito de la habitación, el alfeizar junto a mi ventana, a escribir mis pensamientos en un viejo libro que perteneció a mi abuela y que me regaló como detalle cuando cumplí 10 años. Aunque ya había pasado tiempo, todavía tenía muchas hojas en las cuales mis cavilaciones quedarían perfectas, escribía pequeños párrafos que venían a mi mente, era la mejor manera de despejarme, escribiendo, dejando pequeños fragmentos de mí, dejando verdades ocultas a los demás y sueños que esperaba cumplir algún día, sueños por los cuales en estos momentos estaba trabajando arduamente.
De vez en cuando echaba una corta mirada por la venta y contemplaba a mis vecinos caminar por la calle, algunos con prisa otros con calma, era ver una escena reiterativa que nunca se veía alterada por nada. Mi barrio era conocido por su tranquilidad y porque nada interesante pasaba por aquí. Aunque existía un pequeño suceso en un determinado momento del mes en que cambiaba mi torturante rutina, tal vez para los demás vecinos era algo sin importancia, pero para mí, era como un oasis en medio del desierto.
Por lo general era en los días finales de todos los meses, desde hace un año aproximadamente, en alguna casa cercana, a la media noche se podía escuchar una dulce y suave melodía de un piano, pero no eran las casas que directamente estaban cerca a la mía, ya que el sonido no llegaba con tanta potencia, pero agradecía al cielo de que llegaba a mis oídos y podía deleitarme en el sonido perfecto de aquellas notas precisas y melancólicas que alguien le arrancaba al piano.
Hubo un suceso horrible que cambió mi vida para siempre, ni los psicólogos podían ayudarme a quitar las pesadillas horribles, la culpa y esas emociones revueltas dentro de mí, decían que tenía que asistir a terapias, pero nada de eso ayudó; hasta que hubo un día en que todo cambió. Recuerdo que fue la primera vez que lo escuché, estaba llorando en mi cama, me sentía terrible, las imágenes del accidente me estaban enloqueciendo, creía que iba a morir porque mi mente no soportaba más. Era media noche y no podía conciliar el sueño, y lo escuché, la tranquilidad y la paz que esa música de piano traía a mi mente era increíble, abrí las ventanas de mi habitación y dejé que la música sanara mi corazón y mi mente, no podía creer como solo unas cuantas melodías de piano, podían arreglar mi corazón y mi mente; a partir de ese día, mis emociones se estabilizaron, las pesadillas desaparecieron y no hay una sola vez que me pierda el pequeño concierto que da ese pianista.
Gracias a esto la música podría caracterizarse como una de mis debilidades, aunque no sabía interpretar ningún instrumento, no dejaba de fantasear el día que pudiera pasar mis dedos por un piano con esa agilidad y precisión como él o la pianista que tocaba a media noche, ese era uno de los sueños que tenía en mi libro, y para mi fortuna estábamos en cierre de mes, por lo que ésta noche o la del día de mañana, se vería plácidamente acompañada por la melodía que tanto esperaba oír. Eché un vistazo al reloj que estaba sobre mi mesa de noche, eran las tres, o sea que faltaban nueve largas horas.
Me estiré perezosa y cerré mi libro mientras daba un gran bostezo. Me levanté del alfeizar y pasé las manos por mi rostro, tenía que hacer algo, no podía quedarme sentada nueve horas a esperar, tenía que distraer mi cabeza en algo mientras tanto y la respuesta a mi aburrimiento estaba a solo una llamada.