Círculos, círculos, círculos y más círculos. Se repite el círculo. Se repite el círculo y el viento vuelve a arrebatarme el aire, sus palabras chocan contra el espejo de mi alma y los pedazos caen en el Lago Vacío de Lágrimas Marchitas. La reina roja ríe. No, no rie, llora sangre. ¿Y es mi deber beber sus lágrimas? No, no lo es. Si la sigo consintiendo seguirá mimándose.
-Lo siento, mi querida reina, no más lágrimas por hoy. No puedes reír y llorar al mismo tiempo, o te asfixiarás en el llanto, te ahogarás en tus lágrimas de sangre. No, princesa, no te claves los pedazos de espejo en el corazón. No voy a rescatarte, a dejarte llorar otra vez.
Distraerla es lo mejor que he podido hacer. Mira por aqui, mira por allá, pero de nada sirve si vuelve a encontrar los vidrios al cerrar los ojos. ¡Luz!, ¡luz! ¡Prende la luz! Pero de nada sirve porque es un engaño. Una telaraña, un sueño, una ilusión.
-Mejor cierra los ojos, miledy, pero aléjate de los cristales. ¿Ves?, si los dejas flotar en el lago vacío de lágrimas marchitas, se hundirán con el tiempo.
Ella alza la mano, quiere recogerlos. Quiere rescatarlos y volverlos a pegar, a ver si logra componer su espejo.
-No, madame, Aka-hime. Lo roto roto está, no puede volver a arreglarse. Déjalo así.
La princesa no quiere, la reina roja se lanza al Lago Vacío de Lágrimas Marchitas. Me ha lanzado un susto terrible que casi me lanzo por ella sin pensar.
No. La reina roja ya estaba rota. Supongo que a ese lago es a donde pertenece.
Mas el lago se tiñe de rojo, y el rojo brilla cual fuego ardiente. Llamas de sangre saltan, bailan, brincan, cantan... Escupen a la Reina Roja. La Reina Roja sonríe sin sangre.
El lago en llamas se seca. Ahora son sólo cenizas que esconden un espejo. No, no es el mismo. No, no fue reparado. El Lago Vacío de Lágrimas Marchitas derritió los pedazos y las lágrimas los volvieron a pegar. Ahora es un espejo de sangre y lágrimas, de fuego y risa, que la Reina Roja, mi princesa, puede volver a abrazar.