Capítulo 12

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Eso sí que no se lo esperaba.

—Gracias por tus palabras, Mark —le dijo a tan solo centímetros.

Podía ser el momento: claro que sí.

Pero el maldito taxi tenía que arruinarlo.

El hawaiano, no sabiendo bien que hacer a continuación, simplemente le abrió la puerta como todo un caballero. Estaba defraudado por haber perdido la oportunidad; pero la confianza seguía intacta. Sabía que podía repetirse en cualquier momento.

Jack estuvo durante todo el trayecto con una sonrisa. Emocionalmente estaba bien, pero el estomago seguía haciendo de las suyas.

Llegaron a la casa. Las luces de la calle ya se estaban encendiendo ante el manto de oscuridad que había comenzado a cubrir la gran ciudad. En busca de calor, se adentraron en la construcción luego de observar por algunos cortos segundos el sol que intentaba aparecer entre las nubes de invierno.

Una vez dentro, se despacharon de sus abrigos. Era como quitarse una carga de encima.

No solo los abrigos eran una carga, sino el hecho de mantenerse "de bajo perfil" en medio de la multitud. Ahora que estaban solos, no podían no mirarse el uno al otro y sonreír bobamente.

—Te recomiendo que te acuestes, Jack —comentó el de pelo rojo, rumbo a ponerse ropa más cómoda—. Necesitas reposo y no comer nada por lo menos durante esta noche.

—Pareces mi padre y todo —bromeó—, pero estás en lo cierto. Iré a ponerme el pijama.

La habitación de invitados quedaba justo enfrente de la del dueño de casa, por lo cual ambos se toparon con el otro en el camino. Compartieron sonrisas una vez más ante la casualidad, y cada uno cerró su puerta una vez dentro.

Jack se quedó parado unos segundos, otra vez preguntándose qué estaba haciendo con exactitud.

«¿L-Lo bese?..... OH.DIOS.MÍO. BESE SU MEJILLA. REALMENTE LO HICE. NO FUE UN SUEÑO. Bueno, en el sueño quería besarlo en los labios ¡PERO QUE MÁS DA! YO...»

Cayendo en cuenta de la realidad, recordó aquellos mensajes que ignoró de parte de su novia. No se sentía mal ciertamente por ello, pero algo le decía que debía responderlos.

Sentándose en la cama, sacó su teléfono móvil, aún risueño. Obviamente, al estar tantas horas sin revisarlo, tenía miles y miles de cosas acumuladas ahí. Bajando entre todas, vio que varios tipos de mensajes se repetían en cierta manera.

«Ha de ser algún tipo de cadena. Hay... demasiadas personas en esto al parecer» pensó tratando de convencerse.

Sin embargo, la cosa seguía. Se detuvo en uno para finalmente leerlo.

Sus ojos no podrían haberse abierto más ante lo que estaba presenciando. La sonrisita de hace unos segundos se esfumó por completo.

Abrió uno de los tweets. Eran... fotos.

Fotos de Mark y él. En una se los veía tomados del brazo. En otra, cuando estaban en el banco, donde sus manos se tocaron; la foto había sido sacada justo en este preciso instante. Después, cuando Mark lo estaba llevando hasta el baño: la imagen, al ser tomada desde sus espaldas, parecía que iban agarrados muy de cerca como una pareja feliz.

Y como la cereza del postre, la foto de aquel momento donde no tuvo mejor idea que darle un beso en la mejilla.

Su frente estaba sudorosa, al igual que sus manos. Como pudo, busco los mensajes de ella que ignoró aquella tarde. Habían tan solo dos más descartando los que no había visto de por sí.

Los abrió.

Los primeros le preguntaban cómo se encontraba, y que la disculpara por haberse exaltado así antes; que iba a tratar de ser más tolerante de ahora en adelante... Y que lo quería.

Los últimos hacían un contraste horrible con lo anterior:

"Sean, las fotos... ¿Son verdaderas?" ese había sido de tan solo media hora después desde que habían vuelto del parque.

El otro era un audio, enviado aproximadamente diez minutos antes de que él tomara el celular en ese momento.

Con voz quebrada, la chica recitaba cuanto se odiaba y lo odiaba a él; que "cómo pudo ser tan estúpida y ciega", y para lo último...

Que no quería volver a verlo. Que se fuera de su vida. Que era la peor escoria que nunca conoció. Que si eso era verdad, las cosas podían haber terminado mejor si él le hubiera contado al respecto. Que ella podía haberlo entendido.

Pero, en resumen, ya no lo quería a su lado.

"Adiós, para siempre".

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