Dos años y cuatro meses antes del suceso originario.
El sonido de las gotas impactando contra un cubo metálico era continuo. En un principio, ese repiqueteo incesante le había hecho perder la cabeza. Sin embargo, tras pasar mucho tiempo atrapado allí, encerrado en aquella fría habitación de paredes húmedas y luces parpadeantes, con la única compañía de una litera oxidada, dos colchones agujereados y una gruesa puerta sellada, poco a poco consiguió mantener la calma y recuperar el juicio que había empezado a perder.
De vez en cuando, cuando el cansancio le permitía descansar, cuando sentía los párpados tan pesados que las dudas e inquietudes pasaban a un segundo plano, cuando caía rendido sobre el colchón corroído de muelles oxidados, percibía cierta liberación y entre sueños impregnados por una felicidad deformada creía que la siniestra celda era algo ilusorio.
No obstante, aunque muchas veces cabeceando lograba alcanzar esa sensación, aunque por breves momentos conseguía acariciar una libertad que rápidamente se le escapaba entre los dedos, siempre abría los ojos imbuido por una agonía punzante que se le clavaba en el pecho y le obligaba a gritar.
Daba igual lo mucho que creyese alejarse de la habitación entre imágenes difusas de seres queridos, entre olores que lo trasportaban a un pasado feliz, entre sonidos de voces cariñosas y recuerdos de besos de amor.
Por mucho que durante el tiempo que conseguía conciliar el sueño alcanzaba una felicidad ilusoria, la realidad no le permitía distanciarse y con rapidez lo alcanzaba para devolverlo al lugar siniestro en el que se hallaba atrapado.
Había perdido la cuenta de los meses que llevaba allí. Durante un largo tiempo, cada vez que despertaba, hacía marcas en las paredes para intentar orientarse. Sin embargo, una vez que no le quedó más espacio para seguir apuntando, cuando los muros estuvieron llenos de rayas, lo único que pudo hacer fue contemplar con impotencia cómo el tiempo seguía pasando y padecer por hallarse aprisionado en aquella habitación en la que sonaba de forma continua el molesto ruido de las gotas impactando contra el cubo de metal.
Asfixiado por la atmósfera que apestaba a orín y heces de rata, con la barba empapada en sudor y las prendas de tela fina desgarradas y sucias, se levantó del suelo y caminó con los pies descalzos hacía la gruesa puerta.
Mientras sentía el frío tacto en las plantas, mientras escuchaba corretear a los rodeadores y oía el sonido de las bombillas al parpadear, posó las manos en el metal que le impedía salir de ahí y susurró con una voz impregnada con desesperación e impotencia:
—Por favor... —Por un segundo, lo único que se escuchó fue el lento sonido del aire llenándole los pulmones—. Necesito salir de aquí...
Apoyó la frente en la gruesa puerta de metal y cerró los ojos. Aunque no quería perder la esperanza, aunque se aferraba a la idea de que alguien lo sacaría de ese maldito lugar, los segundos convertidos en minutos fueron pasando y nadie respondió a sus súplicas.
—Por favor... —susurró.
Resignado, con las lágrimas recorriéndole la piel sucia de las mejillas, estaba a punto de darse la vuelta y dirigirse a la litera oxidada cuando le pareció escuchar un sonido que provenía de fuera de la habitación.
Abrió los ojos, se separó un poco de la puerta y afinó el oído para asegurase que su mente no le había jugado una mala pasada. Se mantuvo inmóvil medio minuto hasta que volvió a escuchar algo.
—¡¿Hay alguien ahí?! —Se echó hacia delante y golpeó la puerta—. ¡Estoy atrapado! —Lanzó la palma con más fuerza contra el metal—. ¡Ayuda! —En el momento en que los sonidos que oía empezaron a sonarle a pisadas, aumentó la intensidad de los golpes y gritó con más fuerza—: ¡Sacadme de aquí!

ESTÁS LEYENDO
Entropía: El Reino de Dhagmarkal
Ciencia FicciónWoklan despierta sobre un charco de sangre dentro de una nave de La Corporación: la entidad encargada de explorar las líneas temporales. No recuerda nada, no sabe cuál ha sido el destino de sus compañeros y tampoco es consciente de que ha caído en l...